50 audiencias del Juicio La Huerta
Un investigador de Humanas reconstruyó el secuestro del cura Dinelli y declaró como testigo en La Huerta
Lucas Bilbao, del Instituto de Historia, indagó en archivos y entrevistas para reconstruir el caso de Omar Dinelli.
El sacerdote Omar Dinelli, integrante y referente en la región del movimiento de curas para el Tercer Mundo, era el párroco de la capilla de Urdampilleta. En noviembre de 1975, durante la fiesta patronal de la localidad, fue secuestrado por un grupo comando del Ejército, a plena luz del día y con cientos de testigos presentes.
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Un trabajo realizado por Lucas Bilbao, doctor en Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la Unicen permitió, a partir de indagar en archivos y testimonios, reconstruir el paso de Dinelli por cárceles, entre traslados y constantes agresiones. La investigación fue tenida en cuenta por el Ministerio Público Fiscal, que la incorporó a la causa La Huerta, y citó a Bilbao como testigo de contexto durante la última audiencia.
“Como investigador social, como historiador, que soliciten desde el juicio el trabajo hecho en la universidad pública, es reconocer la función social que tiene la investigación académica. Por un lado para la reconstrucción de la historia. Pero también porque ahora pasó un límite mayor, que es el de poder obtener justicia y en parte una reparación”, destacó Bilbao.
En diálogo con El Eco de Tandil, el historiador relató el proceso que lo llevó por archivos hasta poder completar el rompecabezas del secuestro de Dinelli. Un caso significativo porque el religioso fue una de las principales figuras de los Sacerdotes del Tercer Mundo dentro de la Diócesis de Azul, un ámbito que, explicó Bilbao, tuvo un perfil más abierto que otras dependencias para con los curas que promovían una renovación al interior de la iglesia.
Dentro de los trabajos que indagaron en la historia de los curas para el Tercer Mundo, Bilbao hizo foco en aquellos sacerdotes represaliados que tuvieron su tránsito por cárceles federales. Por su experiencia fue convocado en el año 2021 por el Ministerio Público Fiscal para realizar un informe técnico sobre el caso Dinelli a los fines de contemplarlo para el juicio.
La víctima –exiliada en Francia desde el año 1976- no pudo declarar por problemas de salud, por lo que el historiador fue quien brindó su testimonio en la reciente audiencia número 51. Allí pudo dar cuenta de la investigación que llevó a cabo, y de la reconstrucción del secuestro del sacerdote.
Tras los pasos de un secuestro
El primer contacto de Bilbao con Dinelli fue en el año 2009. Conoció el caso a partir de un trabajo realizado por un grupo de estudiantes secundarios en el marco del programa Jóvenes y Memoria. Los adolescentes volvieron sobre las huellas del sacerdote y entrevistaron a muchas personas que conocieron al religioso, incluso a quienes estuvieron presentes durante el secuestro.
El trabajo –sin rigor académico pero gracias a un particular ímpetu juvenil- logró obtener valiosos testimonios de vecinos de la localidad de Urdampilleta que “se soltaron” y narraron parte de los hechos desde sus recuerdos. Bilbao se valió de esas entrevistas para chequear datos y dotar de diferentes matices a su propia indagación en archivos de inteligencia y otros documentos.
Pudo así reconstruir una historia que empezó un sábado de noviembre del año 1975. Hacía poco más de un año que el sacerdote Omar Dinelli había llegado a la localidad de Urdampilleta para hacerse cargo de la parroquia. Como gran parte de los curas para el Tercer Mundo comenzó a promover diferentes actividades deportivas, sociales y culturales que ampliaban las tradicionales funciones de la iglesia.
Con motivo de celebrarse la fiesta patronal de la localidad se organizó un festejo durante todo un fin de semana de noviembre. Sin embargo el sábado llegó al lugar un grupo comando del Ejército y ante la vista de todos los presentes allanó la casa del sacerdote Dinelli. Si bien no se lo llevaron, al día siguiente retornaron.
En plena calle había carreras de bicicletas, proyectaban una película y un coro de 50 personas se disponía a hacer su número. Los militares al mando del teniente coronel Américo Ferrer –imputado en “La Huerta”- volvieron a irrumpir en la propiedad del sacerdote y tras requisar la biblioteca en la que guardaba entre otros tomos el Conducción Política de Perón y obras de Paulo Freire, esposaron a Dinelli y lo cargaron a un camión, para nunca más volver a Urdampilleta.
“Nosotros sabemos que había sido una detención solicitada por la Jefatura del Área 124 con asiento en el Regimiento de Olavarría, y el informe de inteligencia incluía los nombres de quienes eran de la Jefatura, parte de esa primera plana, de quienes fueron. Son datos centrales”, destacó el investigador.
Bilbao viajó a La Plata para revisar parte de los documentos de inteligencia de la Policía Provincial que recuperados por la Comisión Provincial por la Memoria. A partir de los mismos pudo reconstruir cómo el sacerdote era muy estimado por la comunidad de la localidad, pero señalado también como posible adoctrinador, aun sin contar con pruebas certeras la acusación. También, entre 2019 y 2021 dialogó con el propio Dinelli en intercambios vía correo electrónico con los que pudo profundizar en detalles y precisiones del caso.
Dinelli pasó la primera noche de su secuestro en Olavarría. Como en cada uno de los lugares por los que estuvo, sufrió golpes, patadas en los testículos y constantes ensañamientos por su condición religiosa. Luego lo mantuvieron tres semanas incomunicado en la cárcel de Sierra Chica, adonde había sido capellán. En diciembre de 1975 lo trasladaron al penal de Devoto. Viajó esposado, espalda con espalda junto a otro sacerdote de Tandil, ambos encapuchados y separados por un banco de plaza, en un trayecto que le dejó severas secuelas.
Recién entonces la familia del cura obtuvo información del paradero. Su madre llegó al lugar y al no obtener el permiso para ingresar recorrió los alrededores de la cárcel gritando por su hijo, quien desde adentro le respondió que se encontraba detenido.
Tras 20 días, Dinelli fue llevado al Chaco, en avión. Y en junio de 1976 le concedieron una suerte de prisión domiciliaria en el Seminario de Azul, desde donde inició los trámites para exiliarse en Francia. Tras lograrlo en octubre de 1976, continúa viviendo en aquel país hasta la fecha, y donde sigue ejerciendo el ministerio de sacerdote, estudió teología pastoral y psicopatología en La Sorbona, y hasta realizó en la década del 80’ una tesis pionera sobre el duelo de las Madres de Plaza de Mayo.
Investigar para reparar
Bilbao destacó la posibilidad que tuvo como investigador social parte de la universidad pública y el Instituto de Historia, de contribuir no sólo a la reconstrucción histórica sino también a que se sepa la verdad y se obtenga justicia sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos en Tandil y la región.
“Hay un efecto de reparación, y no me lo atribuyo como algo personal. La Fiscalía solicitó a la universidad pública el trabajo porque hay algo legítimo ahí”, consideró. En el marco de lo que definió como un “vapuleo a las ciencias sociales”, sostuvo que “la Facultad de Ciencias Humanas y el Instituto de Historia cumplen funciones sociales importantes. Por supuesto, no es una vacuna contra el cáncer, pero tiene la misma función social, en este caso, de reparación social para víctimas que han esperado casi 50 años para poder decir lo que les pasó y vivieron sin juicio”.
Como en los casos de tantos otros, sumó Bilbao, Dinelli no tuvo un proceso de justicia en el que se haya considerado lo que pudo llegar a haber hecho. “No pasó por un proceso de justicia, al contrario, pasó por un proceso de violencia”, subrayó.
“50 años después hay una reparación. No lo sé, y esto es un deseo, ojalá esta persona pudiese sentir que algo, sabemos que no todo, pero algo de todo esto pueda estar reparado con este trabajo”, concluyó el investigador.
El juicio La Huerta lleva nada menos que 51 audiencias en las que se juzgan crímenes de lesa humanidad cometidos en Tandil y la región cometidos contra más de 120 víctimas. Hay 28 personas, entre ex miembros del Ejército, fuerzas de seguridad, empleados del Servicio penitenciario y hasta civiles sentados en el banquillo de los acusados. Algunos ya se encuentran condenados y cumpliendo penas en cárceles comunes o con prisión domiciliaria.
El tribunal a cargo tiene sede en la ciudad de Mar del Plata, por lo que la modalidad del proceso es a través de videollamadas. Las mismas se retransmiten en el Aula Magna del Rectorado de la Unicen, así como en espacios de las subsedes de Azul y Olavarría.
La periodista Soledad Restivo realiza una crónica en cada una de las instancias declaratorias, muchas de las cuales suponen la primera vez que las víctimas pueden contar de manera abierta a lo que fueron sometidos.