Déficit cero
El lado oscuro del ajuste: el impacto sobre la pobreza infantil
Por Guillermina Simonetta*
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Hace unos días se conocieron los resultados del último informe de UNICEF sobre pobreza e indigencia infantil, cuyos valores y tendencia alarman. Estos datos corresponden al primer semestre de 2023, y muestran que el 14,3% de los niños en la Argentina se encuentran en situación de indigencia. Esto quiere decir que 1,8 millones de niños, 250 mil más en comparación a 2022, no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades nutricionales.
No hay aún datos del segundo semestre de 2023, pero el organismo estima que se agudizó el problema alcanzando el 19,4% de la población infantil, 630 mil chicos más en indigencia. La dinámica de salarios y precios en estos primeros tres meses del año hacen pensar que este número subió aún más a marzo de 2024, algunos estiman alcanzando el 34%.
La tasa de indigencia se mide como el porcentaje de personas, niños en este caso, que no tienen ingresos familiares suficientes para comprar la Canasta Básica de Alimentos. La tasa de pobreza se mide con una canasta más amplia que incluye el gasto en otros bienes y servicios. En este caso más amplio, la UNICEF estima que 7 de cada 10 niños son pobres en nuestro país de acuerdo con las proyecciones. Este número agregado esconde la altísima vulnerabilidad de ciertos grupos. La tasa de pobreza se eleva al 83% de los niños cuando los referentes del hogar tienen muy bajo clima educativo, al 84% cuando estos niños residen en barrios populares, y al 68% cuando la jefa del hogar es una mujer.
Con estos datos no pretendemos sólo presentar un panorama numérico. Los invito a reflexionar en las condiciones deplorables de vida de estos niños: mayores problemas de salud, mayor vulnerabilidad al trabajo y explotación infantil, lo que lleva a situaciones de violencia y abusos asociados. El salario se puede revertir en un futuro cercano, pero estas malas condiciones de vida tienen huellas o cicatrices profundas.
Es imposible que podamos ponernos bajo la piel de esos niños y adolescentes y, peor aún, siento que con el paso de los años se ha naturalizado más las altas tasas de pobreza al punto tal que no podemos tomar dimensión. Poco vale la pena pensar en proyectos si no se ven perspectivas de cambio de estas variables como país. Una situación presente tan vulnerable nos condiciona a futuro, nos cercena un futuro prometedor como país por más que logremos cambiar otras variables.
No tomamos conciencia de las consecuencias de este flagelo. En la crisis alimentaria en niños, se perjudica la forma física y mental, y se condiciona al futuro adulto a perpetuar el ciclo de la pobreza. Bastan solo cortos períodos de tiempo de privaciones y de pobreza para que se produzcan consecuencias irreversibles en el desarrollo cognitivo, físico, social y emocional de la población infantil, incluso desde el vientre materno. Lamentablemente no podemos darnos el lujo de no combatir el déficit fiscal. El gasto público desmedido y la inflación requerían un saneamiento macro para una mejor asignación de recursos. Sin embargo, en este proceso de ajuste macro, no se debe perder de vista a los más vulnerables, que son los que peor la pasan en estos contextos. No podemos pensar en una mejor Argentina para mañana si la mayoría de los niños de hoy pasan hambre. Es básico. Tomemos este espacio de reflexión para sumar cada uno un aporte en este sentido. Sumemos un granito de arena.
*La autora es Licenciada en Economía de la UBA y Especialista en Mercados de capitales (Merval/UBA). El artículo fue publicado en el Newsletter de marzo del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNICEN.