Los Adoquines de Fulano de Tal, la murga de Villa Gaucho que pregona la alegría como resistencia
El grupo murguero nació hace doce veranos para dotar de identidad y pertenencia al barrio. Más de 80 personas, entre niños y adultos, trabajan todo el año para mostrar su ritmo y magia en los Carnavales de Mi Tandil. Con el desarrollo de diversas actividades culturales y recreativas, son un pilar de la organización colectiva en Villa Gaucho.
La llegada de una nueva edición de los Carnavales renueva el entusiasmo y la fe de las murgas que mantienen viva, año a año, esta celebración popular.
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Los adoquines de Fulano de Tal son un grupo de más de 80 personas que marcan el pulso de la corriente artística del barrio de Villa Gaucho. Con cada ensayo se enciende el Polideportivo Limache y los murgueros inundan el espacio con la alegría que siempre se adivina subversiva, revolucionaria.
La murga nació en 2008 de la mano de Marco Núñez y otros vecinos que se fijaron en que había una necesidad de expresión y construcción cultural que nucleara a la barriada.
“Se dio naturalmente con los chicos del barrio porque veíamos que no estábamos haciendo nada y no teníamos ningún tipo de identidad cultural. Empezamos a disfrazarnos y competir, y nos dimos cuenta de que éramos muchos lo que queríamos hacer algo, entonces pensamos en una murga porque involucra a toda la familia y podíamos encontrar un propósito para nuestras vidas en ese sentido, porque no teníamos desarrollo artístico”, recordó Marco en diálogo con El Eco de Tandil, sentado junto a Natalia Sánchez, una compañera del grupo, en las instalaciones del espacio denominado “Territorio Cultural” que los aglutina, sobre la calle Marzoratti.
Natalia, su marido y su hijo participan desde 2016 de Los Adoquines y refirió que para ella es su “cable a tierra. Es algo por lo cual trabajamos todo el año, es algo que amo”, definió.
“Nos preparamos para febrero y poder sacar de la catarsis los espíritus de lo que tenemos adentro, en familia, con amor, jugando, y trabajamos con muchas ganas para este momento. Lo más grande que tenemos es la presencia del barrio en el Carnaval y lo que hacemos todo el año se ve reflejado ese día”, resumió Marco.
Alma de barrio
El esfuerzo de todo el año se concentra en las cuatro mágicas noches del Carnaval de Mi Tandil, que tendrá lugar del 22 al 25 de febrero en la Avenida del Encuentro. Este año, además, llevarán su impronta a los carnavales de María Ignacia, Gardey, González Chaves y Rauch.
Pero no es lo único que los mueve. El resto del tiempo se la pasan organizando eventos y actividades. El festival Villa Gaucho Rock, la carrera Ramón Bedoya y el Carnaval de Mi Barrio son otras de las propuestas que a lo largo del año congregan a todos los vecinos del lugar y también de los demás barrios.
“Esa identidad, año a año, la fuimos bancando, empezó a tomar forma y ahora vamos por el noveno festival. Es una puesta que para nosotros es un orgullo mostrar, crecemos y nos adaptamos”, señaló el joven, quien valorizó el espíritu colectivo que domina cada una de las acciones que emprenden.
“Inconscientemente estamos abriendo el panorama para que todos se sientan parte de esto. Es un trabajo duro pero el placer que nos da ver a una banda nacional entrar al barrio no se puede explicar. Nos hace creer que el trabajo, aunque jamás tengamos ganancias, vale la pena porque marcamos una identidad cultural”, sintetizó.
Rifas, comidas para vender, bingos, son algunas de las estrategias de autogestión que echan a andar para conseguir recursos y poder solventar los gastos que se originan, además de la ayuda municipal que reciben todos los grupos murgueros y comparsas en ocasión del Carnaval.
En ese sentido, Marco aseguró que “no alcanza el dinero, pero alcanzan las ganas que tenemos como para seguir buscando la plata”.
“Que no se apague el eco de los bombos”
Los ensayos son todo un acontecimiento para el barrio, porque el “poli” Limache se llena de pibes y familias con ganas de disfrutar y compartir su arte, con la premisa de que “hay lugar para todos”.
“Una tarde tranquila la convierte en un momento especial, poder tocar, bailar, invade el cuerpo de emoción, todos los eventos que nazcan de nuestra necesidad y cultura son únicos”, señalaron. Si bien la tradición del Carnaval enciende los corazones de muchos, aún se generan ciertas resistencias al respecto y no todos los públicos son receptivos al brillo de los trajes y el repiquetear de las batucadas.
En ese sentido, Marco expresó que “falta mucho en el público, que entiendan que el Carnaval es una fiesta nuestra, es lo que tiene el pueblo para regalarse, falta amor y disfrute por parte de la gente que va a verlo”.
“Nosotros nos arrancamos el moño cada vez que salimos a tocar a los Carnavales, nos parece alucinante y damos el máximo. Nos gustaría que se contagie eso, tratamos de hacerlo a través de la propuesta de baile, música, vestuario. La gente de Tandil es muy fría, no sé si les da vergüenza estar como espectador pero no se vive como se debería vivir”, consideró.
Noches de brillo y alegría
Para este año se viene mucho brillo, color y alegría, y la cuenta regresiva aumenta el entusiasmo por poder mostrar ante todos los tandilenses la razón de su existir.
Confeccionar los trajes, las banderas, sincronizar los pasos, marcar el ritmo son algunas de las tareas que los abocan al ciento por ciento en esta época, donde el calor no hace mella a las ganas de juntarse y trabajar para llegar de la mejor manera posible al evento.
“Cada cual se arma su traje, generamos una idea entre todos y cada cual se lo lleva a su casa. Hay momentos de encuentro que nos ponemos a trabajar todos en un espacio. Cuando nos encontramos y vemos los que se hizo, lo que cada uno brindó en el traje, es alucinante”, relataron.
El sueño del espacio propio
La murga tiene su epicentro y punto de reunión en Territorio Cultural, un espacio que siente como su casa pero no lo es, por eso el sueño del lugar propio es una meta por cumplir.
“Territorio Cultural es el único lugar cerrado que tenemos para trabajar, queremos conseguir un lugar físico, doce años de presencia nos encantaría tener nuestro propio espacio”, señalaron.
Además, les gustaría tener movilidad propia también, para poder ir a tocar a todas partes y que el traslado no sea un problema.
“En el futuro quiero que podamos tener nuestro propio vehículo para transportamos nosotros y los instrumentos. Estoy muy contenta de cómo nos reconocen, creo que estamos bien, creceremos más, ojalá podamos viajar y compartir con todos”, dijo Natalia con una sonrisa.
Por su parte, Marco puso en palabras la necesidad de contar con un espacio físico propio que se convierta en un centro cultural para guardar sus cosas, compartir una merienda con los chicos, realizar talleres y juntarse, la finalidad de cualquier acción colectiva.
“Con un espacio podríamos generar y disponer de más cosas. Soñamos con eso, sería algo mágico”, cerró.