Frases en la historia
¡Júpiter, que artista pierde el mundo…!
Por Daniel Xodo
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(Jupiter, qualis artifex pereo… Lucio Domicio Ahenobarbo -Nerón-, emperador romano, 15/12/3-9/06/68)
Según cuenta Suetonio, uno de los grandes historiadores romanos, cuando Domicio -el padre de Nerón– recibía las felicitaciones de sus amigos por el nacimiento de su hijo exclamó que “nada había podido nacer de Agripina y de él que no fuera detestable y para desgracia pública”. Ambos tenían un pasado turbulento e indudablemente, Domicio era consciente de ello. Las narraciones del momento señalan también vaticinios funestos en el horóscopo del recién nacido.
Nerón muestra desde niño su temperamento proclive a los espectáculos y su enorme inclinación a la notoriedad. Logra destacarse en los juegos troyanos, que implicaban habilidades ecuestres y eran celebrados en honor de Anquises, padre del mítico Eneas, antecesor de los romanos.
Claudio, por entonces emperador y casado por cuarta vez con la madre del futuro Nerón, lo adopta como sucesor, y le asigna a Séneca para que lo eduque. Lucio Domicio Ahenobarbo pasa a llamarse entonces Claudio Nerón Cesar Druso.
A la muerte de Claudio, rodeada de sospechas no confirmadas hacia su esposa Agripina (la madre de Nerón), se convierte en emperador, con la presencia y poderosa influencia de su madre en todos los asuntos personales y del gobierno. Tenía entonces 16 años.
Los relatos y la historiografía de la época concuerdan en que los primeros años de su principado fueron los de un gobernante sensible a las necesidades de la población y lo demuestra reduciendo impuestos y multas, protegiendo los derechos de los libertos, donando de su propio pecunio para reducir el precio de los granos, construyendo teatros y promoviendo espectáculos e interpretaciones teatrales de las que participaba, lo cual no era bien visto por las élites, tanto por lo oneroso de su realización como por considerarlo inmoral.
Actualmente, en el orden académico, es estudiada su política y considerada “un momento apasionante de la Historia Antigua, en el que la personalidad del último Julio-Claudio fue decisiva, dando lugar a la llamada ‘Revolución neroniana’, un movimiento político y cultural que perviviría sin Nerón y cuyas influencias subsistirían en la propia cultura romana: El Neronismo”.
Tuvo una indudable pasión por la construcción y los grandes proyectos que consideraba parte de su arte, como la Domus Aurea, un complejo palaciego cuyas ruinas aún se admiran o el Macellum Magnum, un importante mercado alimentario.
Luego del pavoroso incendio de Roma, del cual fue culpado y, quizá en modo de mostrar su perversidad, es acusado de tocar la lira y contemplarlo a través de una esmeralda, lo cual es desmentido por historiadores que lo ubican a más de cuarenta kilómetros en el momento del suceso y regresando para enfrentarlo.
Pero las rispideces con el Senado habían comenzado y debe enfrentar diversas conspiraciones. La reconstrucción de Roma agota las arcas. Se siente un constructor, un “artifex” en el sentido artístico y creador. Obliga a sus eventuales contertulios a escuchar sus recitados y castiga a Vespasiano que se duerme durante su actuación. Y lo envía a sofocar la revuelta de los judíos.
Ama a los griegos pues sostiene que “solo los griegos sabían escuchar y eran dignos de su voz”
Para escapar a las acusaciones sobre el incendio se las traslada a los cristianos y los persigue. San Pablo y San Pedro son muertos durante su reinado.
Es posible que el ser el primero en perseguir al cristianismo haya contribuido a incrementar su pésima fama, a tal punto que fue considerado como el Anticristo y deducían de su nombre el número 666, descripto en el Nuevo Testamento como el número del Anticristo.
Su conducta escandaliza y su matrimonio con Popea es rechazado por los romanos. Es acusado de matar a su madre Agripina y a sus esposas Octavia y Popea, entre otros crímenes.
Luego de una rebelión en su contra, y a pesar de sofocarla, el Senado lo declara enemigo de Roma. Huye y se suicida con la ayuda de un liberto que lo acompañaba.
En la huida pide que lleven mármol y madera y ordena la construcción mortuoria para sí mismo. Es allí donde el mito le atribuye haber exclamado, llorando, “Jupiter, qualis artifex pereo...”, dado que estaba construyendo su propia tumba.
En Oriente lloran su muerte y dudan de ello. Surge la leyenda de que estaba vivo y retornaría. A expensas de ello, aparecen impostores que son perseguidos.
No obstante, la mayoría de las fuentes lo condenan como tirano, existe actualmente gran controversia sobre la veracidad de algunas de las aberraciones que le adjudican, e historiadores reconocidos como Tácito o Flavio Josefo se las atribuyen a enemistad manifiesta, intereses políticos, pura propaganda y, en cualquier caso, completamente subjetivos.