Educar a nuestros hijos
LÍMITES EN LA CRIANZA: de imponerlos a construirlos
Qué momento el de poner límites a nuestros hijos. ¿Qué hacemos? ¿Qué no hacemos? ¿Hasta dónde? Que no se ve más tele, que no se canta en la mesa. No se dice esto, no se hace aquello, hoy no se puede invitar a nadie a jugar. Nos tenemos que ir; se terminó. A veces, cuando estamos cansados, nos cuesta ponerlos; otras veces, cedemos un poco porque es viernes y bueno, está bien, te dejo un ratito más. Pero para no hablar desde Tatetí sin fundamentos, consultamos a la Licenciada Mercedes Mansilla* al respecto.
Recibí las noticias en tu email
Mansilla propone pensar a los límites como lo hace la Dra. Gisela Untoiglich**, al nombrarlos como “Bordes simbólicos”. Serían los "hasta acá”, los no, y también los “por qué no”, que se van construyendo o en el vínculo entre el adulto a cargo y niño/a. Vínculo, siempre, mediado por el afecto, la mirada, la escucha, el diálogo y el respeto.
Poner límites, tal como lo comprendíamos en otros tiempos, ya no parece ser adecuado ni lo mejor. Y si hablamos de construir esos bordes en el vínculo, entonces la pregunta es si seguimos hablando de “poner” límites.
Podemos pensarlo y plantearnos el tema de un modo distinto: presentar, acompañar a reconocer, a aceptar e integrar la existencia de esos límites/bordes. En este vínculo hay y debe haber una clara asimetría. Esto nos permite cuidar, sostener y acompañar su crecimiento, pero a ellos les garantiza un terreno seguro, estable y de confianza para aprender e incorporar las pautas de convivencia.
Este modo distinto al de otro tiempo no es sinónimo de ser laxos, permisivos, dejar al libre albedrío a las infancias en su crecimiento y descubrimiento del mundo. Al contrario. Probablemente se trate de un esfuerzo mayor, porque implica:
- Desarmar el paradigma, patrones de crianza conocidos, esosmodos en los que la autoridad indiscutida la encarnaba el adulto del hogar “ésto es así porque lo digo yo”.
- En los primeros años, generar espacios de juego y desplazamiento seguros, con la menor cantidad de elementos “prohibidos” al alcance
- Tomarse el tiempo para escuchar lo que los chicos nos quieren manifestar alojando el enojo, la frustración que aparece ante la presentación de un límite.
- Buscar frases respetuosas, los modos amorosos aunque firmes de decir qué se puede y qué no se puede hacer en determinado espacio-momento y sostenerlo.
- Ser concretos, concisos y claros en el mensaje
- Registrar qué nos pasa a nosotros ante esos bordes/límites que estamos comunicando
- Luego de un enojo, cuando podemos volver al diálogo, explicar brevemente los motivos de por qué no es posible tal o cual cosa.
(Por mencionar sólo algunas pistas de acción).
Todo esto es posible de comprender y poner en práctica si partimos de la base de que las infancias y adolescencias son sujetos de derechos, no adultos en miniatura o personitas incompletas. Personas que de a poco irán descubriendo, con nuestra guía, las posibles consecuencias de sus actos y así comprenderán sus obligaciones. Grandes desafíos se presentan en los intentos de criar de manera respetuosa: contradicciones, colapsos y sensación de fracasar. Probablemente en ocasiones también sintamos que como sociedad nos vamos al otro extremo en el péndulo (del autoritarismo, adultocracia a la falta de autoridad, hijocracia).
Pero los puntos medios siempre son la brújula y el foco puesto en el vínculo es el norte. Construir estos bordes en familia, poniendo en palabras y explicando de manera adecuada a la edad, sin ejercer violencia, autoritarismos o ejercicios de poder es un enorme desafío que posiblemente hará la diferencia en próximas generaciones, replicando los mismos valores que enseñemos de solidaridad, empatía y respeto con las personas que se relacionen y con ellos mismos.
*Lic. en Psicología. MN. 55480
**Dra. en Psicología - UBA.