A 10 años del fallecimiento de René Lavand
Nora Gómez de Lavand: su vida con René, y el juego de amor que el ilusionista hizo para ella y nunca más repitió
Una charla con la mujer que compartió 32 años junto a René Lavand.
Nora Gómez se acuerda muy bien el día que conoció a René Lavand -el 30 de septiembre de 1982- porque a partir de ese momento, para ella comenzó “una montaña rusa”. El 10 de abril del año siguiente viajó con él a España –era la primera vez de ambos en Europa-, y a su regrese se instalaron en Milagro Verde. “Fueron un poquito más de 32 años juntos, la mitad de mi vida”, contó sentada en uno de los bancos de su cabaña, la mañana del 7 de enero del 2025, al cumplirse una década del fallecimiento del ilusionista.
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En diálogo con El Eco de Tandil, la última mujer de René Lavand compartió el recuerdo de su tiempo juntos, sus viajes por el mundo, el reconocimiento internacional, su vida en la ciudad, y los años de un amor que nació una noche, cuando éste la invitó por primera vez a cenar a su casa. Entonces, hizo para ella el “Juego de las Navajas”. Consistía en desplegar pequeñas navajas que cambiaban de color a medida que se movían, tornándose negras, rojas y hasta con lunares. Lavand no repitió ese truco en público nunca más.
Nora –nacida y criada en Tandil- trabajó como docente durante toda su vida, hasta que se jubiló en el año 2014. Viajó mucho junto a René, pero siempre que lo hizo pidió licencia sin goce de sueldo. Así recorrieron Estados Unidos, Inglaterra, Colombia, España, Francia y hasta Japón.
A diez años de la partida del ilusionista, sus allegados realizaron el último acto conmemorativo de la muerte de Lavand, para celebrar a partir del próximo septiembre, el nacimiento del mítico René.
"Este aniversario es especial, porque René quería mucho a Milagro Verde, y yo aprendí a amarlo con él. Y después que René partió, la parte de la quinta, que era de sus hijos, había quedado medio en la deriva, que no se sabía qué iba a pasar con ella. Era medio doloroso. Pero bueno, estoy feliz, porque Lauro, su hijo, le compró la parte a sus hermanas y entonces quedó en la familia. Y hoy es un día que se llama Renacer. Porque Renacer es un milagro”, señaló Nora sobre el evento desde el cual los allegados al ilusionista comenzarán a recordar y celebrar su vida.
Una montaña rusa
“Mi vida con él fue medio como una montaña rusa, pero valiosa. Porque cuando vos estás acostumbrada a vivir sola y a hacer tu vida, pronto empezás a compartir con alguien que ya tiene la suya. Y después sus viajes, querer acompañarlo y compaginar eso con que yo trabajaba. Hay que adaptarse a compartir. Con un artista tiene lo suyo, y con René Lavand, lo propio”, resumió Nora sobre sus años con el ilusionista.
Cuando se conocieron –primera cena, un juego único para ella-, Nora “no tenía demasiada idea de su valía ni de su trayectoria”. Lavand había empezado a viajar con su arte casi 20 años antes, pero entonces comenzó a hacerlo a nuevos destinos. Se fueron dos meses a España, y sus aventuras continuaron por los más diversos países y destinos.
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“El reconocimiento en el mundo era increíble. En un momento me acuerdo que salíamos en Madrid -en uno de los últimos viajes- y nos habían puesto una limusina. Y René decía que ya parecía el Papa. Era tanta la devoción de la gente, todos apiñados”, transmitió.
Desde ese viaje, Nora acompañó a René siempre que pudo. Nunca se cansó de verlo presentarse. “Me sentaba como espectadora. Ahí estaba el gusto. Sentarte y sentir la vibración del público era inigualable”, aseguró.
A sus regresos –siempre Milagro Verde-, el ilusionista retornaba a sus prácticas, a su música clásica, y a trabajar en el jardín, un refugio natural en la zona cercana al Club Uncas. En el lugar –había un paño en cada ambiente-, se sentaba, jugaba y ponía un disco. “Ese era su trabajo, y siempre estaba listo, siempre estaba preparado”, sumó Nora.
Con el tiempo, la pareja fue incorporando nuevas plantas, senderos y “buscando distintos espacios para contemplar, para estar, para disfrutar, y así lo hicimos. René dio las indicaciones que había que dar, y yo metí mano siempre. Así se fue construyendo. El barrio cambió, pero esta es una de las pocas manzanas que conserva bastante su estructura.”.
Hacia fines de los 90’ y comienzos de los 2000’ –con el inicio del auge de las cabañas-, Nora y René empezaron a pensar en construir otro espacio en Milagro Verde. Primero fue el vagón “Pata de fierro”, y después una cabaña de 5 x 6. Iba a ser para alquilar y recibir amigos, pero terminaron enamorándose de ese lugar, y se mudaron, al lado de la antigua casona. Hasta allí viajaban, de más cerca o más lejos, discípulos, otros ilusionistas y familiares para visitarlos.
Así como Nora descubrió a René Lavand aquella noche que compartió con ella el juego de las navajas, desde el fallecimiento del ilusionista, ratificó que “sigue presente en el mundo. Siempre hay algo, una frase. No se puede hacer más lento, la escuchás en cualquier lugar y momento”.
A una década de la muerte de Lavan, sostuvo Nora, “La idea es que en lugar de recordar y homenajearlo en el día de su partida, a partir de ahora lo vamos a homenajear en la fecha de su nacimiento. La idea es hacer algún homenaje especial haciendo Tandil Ilusiona por dos o tres días en septiembre. Creo que es bueno eso de que con el tiempo uno va recordando más con sonrisas que con lágrimas. Y él merece eso”.