La doma y el amansamiento de caballos: secretos de un oficio emblemático
El caballo es un animal emblemático del campo argentino y acompañó a la Patria desde su nacimiento. Lograr un caballo manso y confiable es un proceso que necesita de especialistas, tema que es abordado en un nuevo podcast de Eco Campo.

Un nuevo capítulo de los podcasts de Eco Campo tuvo como protagonista a Marcelo Pérez quien se desempeña como domador, oficio que aprendió de su padre y que hoy sostiene como actividad secundaria, pero que le genera un cable a tierra por el contacto que mantiene con los animales.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl entrevistado señaló inicialmente que en el campo “siempre se está trabajando con los caballos, si bien ahora no hay tanta hacienda en la zona de Tandil. Antes había más trabajos con caballos, no obstante lo cual siempre hay” plateó inicialmente.

Sobre su inclinación a la doma de los animales, Pérez explicó que “me crie en el campo hasta la adolescencia y después me fui a la ciudad a estudiar y a trabajar. Pero siempre estuve relacionado con los caballos, porque viene de mi abuelo, mi tío y mi viejo. De chico estuve al lado de mi viejo, que siempre se dedicó a amansar”.
Añadió que los equinos fueron “un medio de transporte, ya que íbamos a la escuela. Hasta los siete u ocho años me llevaba mi viejo a caballo. Cuando cambiamos de campo, la escuela me quedaba un poco más cerca y me iba solo, a caballo. El caballo siempre ha estado vigente y, además, trabajando”.
El proceso
Consultado acerca del trabajo de amansar caballos, el especialista dijo que “básicamente es lo mismo para todos los destinos, ya que hay caballos para diferentes fines, como polo, salto o carrera. La base es la misma. Hay que agarrar un potro nuevo y empezar a palenquearlo -que hace que luego te siga el caballo o no, y lo puedas llevar de tiro. Después viene el sogueo, que es para sacarle cosquillas y demás”.
Agregó que posteriormente “se hace todo al trabajo de abajo primero y luego de arriba”.
Marcelo Pérez aclaró que “hay formas diferentes y podemos estar hablando un día. Cada cual tiene la suya. Yo he aprendido la tradicional, como la hace mi viejo. Se doma a bocado, con dos o tres vueltas de soga en la boca, hasta que el caballo afloje. Después se van pasando por varios procesos hasta ponerle el freno”.
El amansador destacó que “la base es ganarse la confianza. Obviamente un caballo nuevo no sabe y su defensa va a ser patear o corcovear. Hasta que uno gane ese vínculo con el animal, es todo paciencia”.
Consultado acerca del tiempo que lleva el trabajo con el bocado hasta poder ponerle freno y “sacar” un caballo, Pérez dijo que “para entregar un caballo realmente hecho, ya que el animal aprende por repetición y entrenamiento y trabajo, lleva aproximadamente un año. Ahí sale un caballo capacitado para trabajar con la hacienda, enlazar y demás”.
Pérez admitió que “obviamente se puede hacer un caballo en dos o tres meses, pero es un proceso acelerado. Cuanto más tiempo tenga de maduración y al animal le entre el aprendizaje, es mejor. En seis meses, como algo medio rápido, como para entregar a un caballo que ya sepa”.
El carácter
Más adelante hizo referencia al rol del “genio” del caballo. “Uno siempre está aprendiendo algo, porque no es como una otra cosa que siempre te va a salir todo igual. El caballo tiene su temperamento y su carácter. Hay animales que te llevan mucho tiempo porque son más nerviosos y dan más trabajo”.
Marcelo Pérez dijo que “siempre apunto a tratar de sacar un caballo que lo pueda andar tanto un chico como una persona grande. La base de todo es la mansedumbre y la confianza que vos le puedas tener al animal, saber que no te va a hacer nada. Luego el caballo puede ser sobresaliente en algún trabajo, como cualquier persona en una función, pero la base es que el caballo sea de confianza y se lo pueda agarrar en cualquier lado. A eso apunta más entregar un caballo garantido en ese sentido donde puedan andar un chico o cualquier persona”.
Menos caballos en el campo
El especialista señaló que hoy en el campo “se ha perdido mucho la presencia del caballo, obviamente que para ganar practicidad”.
Ejemplificó que “hay campos en los que había en una estancia cuatro o cinco familias y hoy ha quedado solamente una. Esa persona tiene que bajarse del tractor y subir al caballo y por ahí por una cuestión de reducir el tiempo porque no lo tiene, es más fácil pegarle una patada a una moto y hacer cinco kilómetros para ver un molino que ponerte a buscar los caballos y ensillarlos antes de salir”.
Sin embargo, “hay cosas como enlazar un caballo en un animal en el medio del campo para curarlo en las que no hay otra que ir de a caballo”.
Una pasión y un cable a tierra
Marcelo Pérez comentó que “vivo en la ciudad y siempre ando haciendo peripecias como para tener los animales en algún lugar. Tengo otro trabajo, pero amansar siempre he estado paralelo a mis actividades. Necesito tener ese contacto con el caballo, porque es algo que me ha gustado siempre. Y por una cuestión de despejar la cabeza”.
“Si bien domo algún caballo de algún amigo o algo, siempre lo hice para mí. “Es algo que me ha gustado. Yo soy medio fanático con los animales. Otros eligen otra cosa, yo elijo un caballo. porque ha sido mi pasión desde siempre.
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