Alejandro Rodríguez, propietario de una empresa constructora de la ciudad, deja su reflexión respecto a la repercusión en su rubro del complicado presente económico del país.

“Tenemos la suerte de estar en una ciudad que está muy por encima de la media en cuanto a construcción. El crecimiento y la diversidad de actividades es algo que nos ayuda mucho respecto a colegas de otras ciudades, somos unos privilegiados. Al mismo tiempo, no estamos exentos de la situación del mercado y del país. El valor de los materiales se ha disparado de una manera notoria. Se trata de un aumento que venía siendo paulatino y, en los últimos tiempos, aceleró. Se ha causado un desfasaje entre el valor de los materiales y el de venta, prácticamente se está trabajando a pérdida. Tenemos que ser optimistas y pensar que esto es transitorio y que no se extenderá mucho más. De lo contrario, tendremos dos opciones: se para la construcción o empiezan a subir los valores del mercado, que hoy están muy por debajo de lo que deberían”.

-¿La economía del país siempre marca una tendencia en la construcción o no es algo tan lineal?

-Medianamente, van de la mano. Puede haber momentos de excepciones. Cada rubro, si bien depende del país, se maneja de forma independiente. Me refiero al campo, a la construcción, a la industria, al turismo…todos esos rubros pertenecen al mismo país, pero puede haber un mes muy bueno para el turismo y malo para la industria.

-¿Estas permanentes fluctuaciones en los precios generan que determinadas empresas dejen trabajos inconclusos?

-No es nuestro caso, porque nosotros construimos para nosotros y luego vendemos. Pero sabemos que es algo que le ha pasado a más de una empresa, a menudo han establecido un determinado precio con la certeza de que les resultará redituable y, en el proceso de construcción, los números cambiaron, por lo que levantaron las herramientas y se fueron, es normal. Es el caso de constructores medio improvisados. Una empresa “hecha y derecha”, de última, se sienta a conversar con el cliente, plantea el tema y llega a un acuerdo. Hay mucho error de cálculo, a nosotros nos suele pasar. Los precios cambian todo el tiempo de tal forma que es muy difícil prever, además estamos en un país que te cambia todo el tiempo las reglas de juego. Nuestro trabajo es a largo plazo, empezamos una obra y la finalizamos dieciocho meses después. En ese tiempo, hay una infinidad de variantes que no podés prever.

-La suba de los materiales también complica, dado que no se puede prescindir de ninguno de ellos.

-Exacto. El ingeniero te hace un cálculo del hormigón y no le podés errar ni en la calidad del hormigón ni en los diámetros del hierro, lo tenés que hacer tal cual te lo pasa. El problema que tenemos es que hay mucho monopolio. En otros rubros, hay tres o cuatro empresas, se ponen de acuerdo, fijan el precio y se acabó. De vidrio, hay una sola fábrica en el país, con el aluminio y los cables de cobre pasa lo mismo, Acindar es otro monopolio. Hay mucho de eso y a veces se manejan con valores internacionales, tienen mucha exportación y los que pertenecemos al país nos complicamos. En algunos casos se pusieron precios “por si acaso”, por si el dólar se iba a 2.000, por si la inflación era muy alta. En cierto momento, la economía se “planchó” en esos aspectos y algunas materias primas comenzaron a bajar su valor.

-¿Cómo está el salario del obrero?

-Es una situación que se va empeorando. La parte más delgada del hilo es el obrero, es el último que se termina de acomodar. A veces, como constructores optamos por no interrumpir la actividad por no dejar sin trabajo a quienes necesitan el dinero y tienen una familia detrás, cuando económicamente nos convendría cesar en nuestras labores.

-¿Es ésta la crisis más cruda que le toca atravesar desde que pertenece a este rubro?

-Creo que la de 2001 fue peor. El tema es que a ésta aún la estamos transitando y no sabemos hasta cuándo durará. Quizá en aquel entonces el estado de mi empresa era otro. Somos una sociedad camaleónica, estamos acostumbrados a poner el pecho, improvisar y salir adelante. En este país no nos queda otra. En lo particular, somos un rubro que no recibe ayuda en momentos difíciles. Nadie levanta el teléfono y nos pregunta: “¿Muchachos, qué necesitan?”. En los 28 años que llevamos con mi socio Gustavo Marcovich en nuestra empresa, nunca nos pasó eso.