Consumo problemático
La madre de un adicto relató con crudeza su lucha y expresó que la adicción "arrasa con todo"
La mamá de un joven de 20 años adicto a "fumar" cocaína relató el triste derrotero recorrido para ayudar a su hijo. Evidenció la falta de intervención estatal tanto en la parte penal, como en la generación de dispositivos de salud mental que contengan a los consumidores.
El consumo de drogas no sólo daña a los adictos sino que también destroza a las familias y arrasa con todo el círculo más íntimo de la persona. Lejos del estigma, es una realidad sobre la que hace falta reconocimiento y respuestas concretas que resuelvan la cuestión estructural.
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La madre de un joven de 20 años que desde los 17 consume estupefacientes, dialogó con El Eco Multimedios y contó el calvario que vive: “Para la familia es terrible. Mi hijo tiene 20 años y con la nueva ley de salud mental no puede estar internado si no es por voluntad propia, entonces es muy difícil”.
Contó que los jóvenes empiezan gastando el dinero que ganan en sus trabajos y luego, como no les alcanza, empiezan a robar en sus propios hogares. “A mí me quedó la casa vacía, mi hijo se llevó todo”, lamentó.
El siguiente paso, relató, es salir a robar a la vía pública porque lo que urge es conseguir la plata para consumir, "no importa de qué manera” y señaló que “un adicto arrasa con todo. Se lleva la paz, la tranquilidad. Son días y días sin dormir para no pensar que van a venir a tocarme la puerta y me van a preguntar ‘Señora, ¿este es su hijo?’. Porque los caminos son cortos: es la cárcel o la muerte”.
Sustancias al alcance de la mano
En tanto, la mujer remarcó que conseguir la droga es muy fácil en cualquier lugar de Tandil pero que todos miran para otro lado y “hacen la vista gorda”. En ese sentido, cargó contra el Poder Judicial y enfatizó que “si todos en el barrio saben quién vende, ¿cómo puede ser que la Justicia no lo sepa?".
Asimismo, sostuvo que el hecho de que las sustancias estén tan a la mano de cualquier persona complica aún más el escenario y, siguiendo esta lógica, afirmó que no importa el status social, los consumos problemáticos atraviesan a todos los sectores.
“Mi hijo no tuvo una mala vida, pero no puedo dejar de preguntarme qué paso o qué hice mal para que mi hijo terminara fumando cocaína”, reveló con tristeza.
Así, la entrevistada explicó que se dio cuenta de que su hijo tenía un problema porque no lo veía bien, empezó a notar cambios bruscos de actitud y además el dinero no le alcanzaba. Si bien era un joven que trabajaba y tenía sus necesidades básicas cubiertas, su sueldo se le esfumaba como por arte de magia. Con la adicción declarada, lo que siguió fue la búsquedas de soluciones para brindarle una posibilidad de salir de eso.
Ausencia estatal
Tras efectuar consultas en el CPA (Centro Provincial de Atención a las Adicciones) y de forma privada, finalmente pudo conseguir una plaza de internación para que su hijo pueda recuperarse.
En este punto, la mujer fue clara al referir los numerosos obstáculos que debió sortear para acceder a una comunidad terapéutica y lograr, además, que el joven acepte voluntariamente ingresar en ella.
“El CPA ayuda un montón, también hay asociaciones que ayudan, pero el Estado tiene que estar presente presente”, afirmó. Vale destacar que tanto el CPA como las consultas particulares en algunos dispositivos de salud mental, son de carácter ambulatorio y en muchas oportunidades lo que el paciente necesita es una internación de larga estadía.
Al respecto, cuestionó que no sabía cómo pedir ayuda y empezó a golpear múltiples puertas en su afán de conseguir un poco de contención. En esta línea, indicó que llegó a pedir una internación por vía judicial para intentar obtener la atención que su hijo precisaba.
"En el juzgado pedí una internación con orden judicial, que me amparara como madre porque él no era apto para vivir en sociedad, porque me robaba a mí y a otros, y porque su salud se deterioraba cada vez más. Se puede dar ese paso con una carpeta médica psiquiátrica que acredite el estado de salud mental de la persona. ¿Pero cómo llevar a alguien en esas condiciones a hacerse un estudio así?”, se interpeló.
Por último, aseveró que, donde vive, puede observar que hay chicos de entre 14 y 23 años en la misma situaicón que su hijo y enfatizó que “por lo que me tocó vivir y por lo que veo día a día en el lugar donde vivo, se necesita una Justicia más presente y un Tandil que no haga la vista gorda. Están los paseos y lo lindo, pero hay un Tandil más adentro y necesitamos lugares de referencia para poder ayudar a los chicos”.