Patrimonio cultural
Investigadora tandilense busca que la medicina popular sea considerada patrimonio inmaterial
Astrid Dahhur estudia las diferentes tradiciones de la medicina popular y su relación con la medicina académica en Tandil, desde el siglo XIX hasta la actualidad. Apunta a crear un archivo y a que todo ese conocimiento sea considerado ‘patrimonio inmaterial’.
Vinagre de manzana para eliminar verrugas, cura del “empacho” o el “ojeo” para tratar los trastornos gastrointestinales, aplicación de compresas con hierbas naturales para los brotes en la piel son sólo algunas de las prácticas que forman parte de la tradición de la medicina popular y que aún hoy persisten.
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Éstos y otros procedimientos son los que se encuentra estudiando la investigadora tandilense Astrid Dahhur, licenciada en Historia de la Unicen y doctora en Historia por la Universidad Católica Argentina (UCA), para que todo este acervo cultural que se transmite de generación en generación sea reconocido como patrimonio inmaterial de la región y el país.
“Considero que estas prácticas, muchas veces llamadas supersticiones, forman parte de la cultura, la historia y la tradición de la sociedad. Pero, como muchas veces sus técnicas se transmiten de forma oral, son susceptibles de perderse”, señaló la investigadora.
“Si la destrucción del patrimonio arquitectónico ocurre todos los días, ni que hablar de algo que está preservado en la memoria de la población. Si no se recopila en un soporte analógico, es susceptible de desaparecer”, dijo Dahhur a El Eco de Tandil.
En julio pasado, en el marco del ciclo “Conversando para conservar” organizado por la Subsecretaría de Cultura y Educación del Municipio, Dahhur brindó una charla en la Casa de la Cultura (Rodríguez y Belgrano) en la que expuso el fruto de años de investigación.
“La medicina popular forma parte de nosotros, adhiramos o no”, dijo, y agregó: “si persiste, es que hay un consenso social que la acepta”.
“Todos hemos pasado por un curandero o por una persona de nuestra familia o entorno que, ante cierta sintomatología, te ‘tira el cuerito’ o te ‘cura el empacho’”, reconoció la investigadora.
Consultada sobre qué procedimientos de la medicina popular considera que persisten en la actualidad, Dahhur aseguró sin dudarlo: “la cura del ojeo, del empacho, de la culebrilla y de las verrugas”.
Y ejemplificó: “hace unos años mi mamá tuvo una quemadura con cloro y un reconocido farmacéutico de la ciudad le recomendó aplicaciones de té de manzanilla, una práctica de medicina popular que ya aparecía en los expedientes del siglo XIX”.
“Muchas de las prácticas que desarrollamos con tés y herboristería se llamaban vulgarmente ‘medicina popular’; hoy en día gracias a la investigación científica, especialmente a la farmacología, esos conocimientos tienen una sustentación científica”, contó.
Y destacó que “el 95% de la farmacopea actual sigue siendo de origen vegetal sintetizada en compuestos químicos”.
Cuidar el patrimonio inmaterial
Dahhur es docente, becaria postdoctoral del Conicet y autora del libro “La medicina popular bajo la lupa. Concepciones, discursos y prácticas de un arte de curar en la provincia de Buenos Aires (1870-1940)" (Editorial Teseo).
Durante su trayectoria académica, ha publicado varios artículos sobre el curanderismo y la persecución de la medicina popular.
“A diferencia de otros países, en Argentina no hay todavía un campo de estudio o un reconocimiento de lo que son las prácticas médicas populares a nivel estatal”, indicó.
“Si bien es cierto que se reconoce a la medicina indígena en ciertas partes -por ejemplo el proyecto de la Universidad Nacional del Noroeste de Buenos Aires con la población mapuche- hacia el resto del país no hay todavía una idea de considerarlo como parte del patrimonio cultural, cosa que sí ocurre en otros lugares como Chile, México, Cuba, Brasil o Bolivia”, añadió.
En este punto, la investigadora se preguntó: “¿Por qué la medicina popular no puede ser patrimonio?”.
“Siempre se dice que la medicina académica y la popular chocan, cuando en realidad lo que hay es un sistema de retroalimentación continuo, con préstamos culturales”, dijo, y trazó un recorrido histórico: “Para el siglo XIX, en los pueblos rurales o pequeños –como lo era entonces Tandil-, los curanderos se dedicaban no sólo a la cura del ‘empacho’ o del ‘ojeo’; también curaban una fiebre tifoidea, una viruela o una quebradura de hueso”, contó.
“A mucha gente le daba igual que el médico tuviera, o no, un diploma; lo que importaba era la reputación y que pudiera curar; ganaba la practicidad”, aseguró.
Durante la charla, Dahhur se refirió también al proceso de medicalización por el cual la medicina académica occidental se convirtió, a partir de mediados del siglo XIX, en la medicina hegemónica en nuestro país.
“Los médicos estaban construyendo su núcleo de poder, entonces había que encontrar un enemigo a vencer y qué mejor que quien les estaba robando la clientela”, dijo la doctora en Historia y docente.
Pero no todas fueron batallas. Dahhur reveló que “si bien hubo ataques, también estuvieron los médicos que decidieron analizar estas prácticas populares -hay Tesis sobre el empacho, Tesis sobre el ojeo- para ver qué era lo que ocurría, por qué tenían tanta cabida dentro de la población”.
“Muchos llegaron a la conclusión de que las prácticas médicas populares eran muy efectivas para cierto tipo de enfermedades, particularmente las relacionadas con la digestión”, concluyó.