Historias de tandilenses
Diego Manceñido, el tandilense que recorre el mundo en bicicleta
Ya lleva visitados 40 países, entre Sudamérica, Europa y parte de Asia, y tiene el sueño de recorrer todo el mundo. Duerme en carpa, y suele viajar solo, o acompañado de otros ciclistas.
A partir de 2003, Diego Manceñido, nacido en Tandil y copropietario de un local de picadas y productos artesanales, decidió comenzar a conocer distintos sitios turísticos en su bicicleta. En la actualidad, ya lleva recorridos 40 países alrededor de todo el planeta, entre Sudamérica, Europa y parte de Asia, y tiene el deseo de conocer África y Centroamérica. A veces viaja solo, otras lo hace acompañado, y asegura que a pesar de elegir la zona que le gustaría visitar, no tiene una hoja de ruta predeterminada, sino que varía según recomendaciones de los lugareños o de otros viajeros.
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Llegado recientemente de su último viaje por la cordillera peruana, el ciclista contó, en diálogo con El Eco de Tandil, algunas de sus numerosas experiencias, dio detalles acerca de su forma de viajar y abastecerse, y adelantó algunos de sus planes futuros.
Todo comenzó de manera repentina, cuando en 2003 observó un recorte de un diario que mostraba los paisajes del Circuito de los Siete Lagos, un tramo de la famosa Ruta Nacional 40, ubicado en la provincia de Neuquén, que une a las localidades de San Martín de los Andes y Villa La Angostura y debe su nombre a los siete lagos que se avistan durante su recorrido. Manceñido quedó fascinado y le propuso a una amiga recorrerlo en bicicleta, sin tener experiencia previa.
“Para mí fue una experiencia increíble. Yo hacía fútbol, andaba también en bici pero lo normal, no mucho más, y después de eso me apasioné, hice otro viaje más, anduve por Chile, ahí encontré a un amigo español, Salva Rodríguez, que viajó por el mundo durante 10 años en bicicleta, hicimos muy buena amistad. Y después, ya en 2015, me fui a Europa por ocho meses, viajé por ahí, y hoy en día ya llevo recorridos 40 países, entre Sudamérica, sin contar Brasil y Uruguay que no los he pedaleado, de Ushuaia a Colombia fue uno de los viajes, y Europa ya lo tengo casi todo conocido”, narró.
Según el ciclista, no es necesario tener un entrenamiento intensivo para aventurarse en este tipo de travesías, basta con mantener el cuerpo activo. “Salgo en bici con algunos amigos acá, vamos a Córdoba a correr alguna carrera, salimos los fines de semana, para mantenerse nada más, pero el viaje se puede hacer, porque se hace a tu propio ritmo, no es necesario estar muy entrenado, a pesar de que a veces se llevan muchos kilos”, afirmó.
Respecto a esa afirmación, explicó que hay dos modalidades de viaje, que varían en el peso que se traslada y en la cantidad de cosas que lleva el viajero adosadas a su bicicleta. Para viajes largos o que necesiten una mayor carga, se utilizan alforjas, generalmente dos en la parte trasera y dos en la delantera, “con ropa de verano e invierno, las cosas de camping, comida, y nosotros nos pusimos más quisquillosos y llevamos sillitas y mesas plegables. Con todo, termina pesando alrededor de 60 kilos”.
En los últimos viajes, Manceñido viene utilizando la otra modalidad, denominada “Bikepacking”, en ella no se utilizan alforjas ni parrillas, si no que se basa en pequeños compartimentos que van pegados al cuadro del vehículo. “Se viaja con menos cosas, minimalista sería, va todo más agarrado de la bici, con bolsitos más chiquitos, y llevás lo justo y necesario. A mí el último viaje de esta forma me pesé 45 kilos”.
Durante las travesías, el ciclista pedalea un promedio de ocho horas diarias, siempre dependiendo de la zona y el destino al que quiera llegar. De todas formas, contó que siempre está abierto a la posibilidad de frenar en algún pueblo que le llame la atención. “Yo siempre digo que es como una jornada de trabajo, te levantás, pedaleás tranquilo, y según el lugar, haces largas distancias o no, porque lo bueno que tiene viajar así es que por ahí viste algún pueblo que te gusta y parás. Me ha pasado mucho ahora en este último viaje por la cordillera de Perú, que salíamos de un lugar y a los 15 kilómetros parábamos a tomar un café o a disfrutar de algún paisaje”, señaló.
Uno de los aspectos más importante de esta modalidad de viaje es la forma en que lo reciben los lugareños, ya que son ellos los que posiblemente le dan un lugar para poner la carpa, o le explican cómo llegar a los distintos destinos. Respecto a esto, manifestó que en general los ciclistas son muy bien recibidos en la mayoría de los sitios que visitó, por que despiertan cierta curiosidad que los diferencia de otro tipo de viajeros.
En ese sentido, afirmó que no planifica con sumo detalle las hojas de ruta y está abierto a explorar caminos no tan conocidos. “Hay gente que planifica mucho. Yo no soy tan así, voy a lo lugares y busco las rutas, escucho recomendaciones y si me llama la atención, me desvío. Hay una aplicación en la que la gente va poniendo los lugares donde se puede acampar, los mejores caminos y demás, y si no consulto con amigos viajeros. Me gusta que el andar me sorprenda, más o menos tengo diagramado lo que quiero hacer, las zonas que me gustaría abarcar, pero después voy improvisando bastante y escuchando a los demás”, aseguró.
Por otro lado, uno de los posibles obstáculos en el trato con las poblaciones locales es el idioma. De todas formas, contó que mediante papeles con frases básicas, señalando con el dedo las cosas que se precisan y recurriendo al lenguaje de señas, cualquier persona puede hacerse entender. Además, derribó el mito de que saber un idioma universal como el inglés es imprescindible para recorrer el mundo. “Cuando viajás en bici, pasás por lugares que el turista común no va a ir, entonces en los pequeños pueblos, por más que sepas inglés, si no es el idioma originario, no te sirve de nada. Es como que un francés pase por algún pequeño pueblo de acá, por más que hable inglés, no le va a ser muy útil. Si querés, te haces entender, con las manos, señalando, o mostrando alguna foto”, describió.
En cuanto a la alimentación, dijo que “suelo llevarme lo que pueda, soy muy simple, como fideos blancos, arroz, algún atún y no mucho más, porque lo cierto es que como te manejás por pueblitos, hay muchos lugares que no tenés un comedor o restaurante, así que tenés que estar mínimamente abastecido”.
Sin dudas, son incontables las experiencias que ha vivido Manceñido a lo largo de estos años, sin embargo, tiene en claro que no es en los grandes destinos turísticos donde se encuentra la verdadera riqueza y la historias más interesantes. “Me gusta salir de la zona turística, conocer la otra parte, porque te encontrás con cosas únicas, hablás con las personas, que te cuentan su historia, y descubrís que hay mucha gente muy sufrida. No es sólo en nuestro continente, en Macedonia vos veías gente de 70 años agachada cortando con la hoz y la guadaña, la gente trabaja hasta una edad avanzada; la zona de los Balcanes, por ejemplo, está todavía muy golpeada por las guerras, hay pueblos enteros abandonados con las casas destruidas y nosotros aprovechábamos a dormir ahí”, narró.
Entre los lugares más interesantes que visitó, destacó que “en Ucrania fui a Chérnobil, no en bici porque no te dejan, pero me saqué un tour, ahí te llevan, pasás por la planta, recorrés la ciudad, y es increíble porque está tomada por la naturaleza, está por todos lados, el estadio, por ejemplo, estaba repleto de árboles en la cancha”.
Y a su vez, agregó que “soy bastante particular con los destinos. En Polonia, por ejemplo, me fui a Auschwitz, me gusta toda esa historia; pasé por Birkenau también que estaban todos los campos de exterminio, donde fue la mayor matanza, eso fue impresionante, muy conmovedor. Fuimos más temprano de lo que arrancaba el tour, así que lo teníamos todo para nosotros, y después el guía hablaba en español, por lo que nos explicó todo con lujo de detalle. Para el que conoce la historia y le gusta todo eso, es una gran experiencia”.
Como les sucedió a todos los habitantes del planeta, la pandemia lo obligó a cambiar abrúptamente sus proyectos. Durante su viaje por Medio Oriente, debió correr una carrera a contrarreloj para evitar quedar varado en un país lejano, ante el inminente cierre de fronteras.
“Me agarró la pandemia en Irán, era febrero, íbamos a hacer la Ruta de la Seda con otro amigo, y no pudimos. No me contagié, pero empezó a cerrar todo, estábamos en el sur de Irán, y tuvimos que salir rápido, nos fuimos en colectivo hasta Azerbaiyán, del lado del Mar Caspio, y de ahí nos tomamos un avión a Barcelona, justo antes de que cierren la frontera. Pensamos en quedarnos una semanita ahí, sin pensar que iba a durar lo que duró. Obviamente hasta julio nos tuvimos que quedar ahí, y después decidimos hacer Los Pirineos, por que volvernos era muy caro, asique hicimos del Cantábrico al Mediterráneo y viceversa, primero la parte francesa y después la parte española”, contó Manceñido.
Si tuviera que elegir el país que más disfruto de todos los que visitó, no dudó en mencionar a Turquía, “por la gente que es increíble y por la historia que es muy rica, a muchos amigos les recomiendo que vayan, Estambul es una ciudad bellísima”.
De todas formas, esta opinión puede variar, ya que todavía le resta infinidad de destinos por conocer. “Tengo en carpeta la Ruta de la Seda, que es la que me truncó la pandemia. También con un amigo español queremos hacer en septiembre una parte de Colombia que no conocemos y de paso seguimos para Centroamérica, terminando en México, porque Estados Unidos sinceramente no me llama mucho la atención”, confesó.
El sueño de este aventurero es recorrer el mundo entero e invitó a los demás a jugársela por lo que los hace disfrutar “Hay que hacer lo que a uno le gusta, le apasiona. Yo tengo mi vida, mi trabajo, pero lo que me voy a llevar es esto, todo lo recorrido, y el día de mañana lo recordaré con emoción. Hoy en día hay veces en las que caigo y pienso dónde estoy, hasta dónde llegué, y no lo puedo creer, eso es impagable”.
Por último, enumeró algunas recomendaciones para aquellos que quieren viajar a su estilo. “Primero, no necesitás tener mucha plata, uno se va armando en el camino. Yo conozco gente que se hace las alforjas con bidones grandes de agua. Después necesitas una bici que esté bien armada, pero el resto lo vas consiguiendo. Es animarse a salir, arrancar con un viaje corto y vas alargando las distancias”.
Y agregó que “de todas formas, no es para cualquiera. Te topás con lluvias, frío, quizás algunas veces no conseguís lugar, te alcanza la noche y dormís entre los yuyos, o te toca bañarte con agua fría. No es para todo el mundo, lo ideal es hacer viajes cortos, ver si te gusta, conocerte a vos mismo y después sí empezar con travesías más extensas”, finalizó.