Historias
Cuando la Antártida se convierte en la segunda casa
Rafael Ramón Franco es mecánico radiotelegrafista. Reside en Tandil y cuenta cómo fue su vida y cómo llegó a estar 6 años en el continente blanco.
Por Augusto Maximiliano Fiorencis (*)
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Rafael Ramón Franco luce con orgullo su boina con el distintivo antártico. A sus 84 años, ser antártico lo define más que su profesión de mecánico radiotelegrafista o militar.
A los 14, partió de su Corrientes natal con una motivación que lo llevó a conocer la Antártida, suelo que se convirtió en su segunda casa.
-¿Qué lo llevó a tomar la decisión de marchar de su pueblo?
-A los 13 años terminé la primaria. Hice un curso de telegrafía con un profesor que era jefe de correos. Mi padre vio que la posibilidad que el Ejército me ofrecía en Buenos Aires de obtener el título secundario y el de radiotelegrafista era una decisión razonable.
-¿Cómo fue su vida en Buenos Aires?
-La situación que vivía el país en 1955 la hizo difícil. Sólo pensaba en no desilusionar a mi familia ni a mis amigos.
-¿Cómo era el lugar donde estudiaba?
-La Escuela pertenecía al Ministerio de Educación de la Nación. Había suboficiales instructores y docentes civiles. Cursaba de lunes a viernes. Pasaba varias horas en la biblioteca escolar, donde pude leer diversos autores como Borges y Castagnino.
-¿Cómo fueron sus primeros años?
-En 1958 fui uno de los 130 egresados de los 1.200 que comenzamos en primer año. Me destinaron a Colonia Sarmiento, Chubut. Luego de 5 años, llegué a Concordia, Entre Ríos. Quería seguir estudiando una carrera, como electrónica, y en el sur era imposible.
La idea de partir
-¿Cómo surgió la idea de su primer viaje a la Antártida?
-En Colonia Sarmiento tuve un gran acercamiento a la Antártida. El metro de nieve que soportamos en invierno, los 15 grados bajo cero y la oportunidad de realizar enlaces de comunicaciones desde la Antártida a Buenos Aires, creo que me llevó a pensar seriamente en vivir esa experiencia desde adentro.
-¿Cuánto tiempo duraron los viajes Antárticos en los que participó?
-Hay dos tipos de expediciones: las campañas son logísticas y duran tres meses. En las que participé, fueron las invernadas y duran un año, salvo situaciones extraordinarias, como me tocó afrontar durante el conflicto con Chile. Permanecí dos años seguidos, de 1978 a 1979.
-¿En qué bases estuvo?
-Base General Belgrano en 1967, 1970 y 1973, Base Primavera en 1978 y 1979, en Base Esperanza (parte de 1980) y en la Base Científica Almirante Brown en 1983.
-¿Qué tiene de diferente estar en cada lugar?
-En la Base Belgrano II tuvimos 58 grados bajo cero. Se encuentra a 1800 kilómetros del Polo Sur y es la de menor temperatura. Base Primavera, que se encuentra aproximadamente a 1000 kilómetros de la Belgrano II, es la más cercana al continente y la temperatura ronda los 25 grados bajo cero. En verano tuve la oportunidad de usar pantalón corto. Tuvimos 8 grados sobre cero. Almirante Brown es una Base Científica.
-¿Qué situaciones de peligro se suelen producir en la Antártida?
-Es importante conservar la temperatura corporal. Existe el peligro de contraer una neumonía por el rápido congelamiento del sudor en el cuerpo. Me tocó alertar a un médico de un principio de hipotermia. Observé que su nariz, pómulos y labios cambiaban de color. Esta situación de cuidado del prójimo es un vínculo que se superpone a cualquier grado o jerarquía, ya que el afectado no logra darse cuenta de su estado.
La vida cotidiana
-¿Qué actividades de la Antártida nos puede contar?
-Hacer hielo -producir agua-, en Belgrano II lo realizábamos a doce metros de profundidad. Trabajábamos en el techo de la base. Ahí sacábamos el hielo formando un hueco tipo caverna. Esto también se realizaba para alivianar el peso sobre el techo de la construcción.
-¿A qué es importante estar atento diariamente?
-Al cuidado en el acopio de combustible de avión y a la prevención de incendios en las instalaciones. Cuando se trabaja en la superficie, se debe tomar precaución por el llamado congelado cristal. En el caso de los cables de alargue, deben llevarse desenrollados. El tránsito de los 300 metros que van del comedor a la usina eléctrica o a los 12 metros bajo hielo donde nos encontrábamos trabajando las temperaturas bajo cero se hacen notar mucho.
-¿Qué le diría a alguien que se prepara para ir a la Antártida?
-Le recomendaría que se instruya en todo lo que pueda. Ya sea en lo técnico propio de su especialidad, como en todo lo otro. Todo conocimiento mejora las posibilidades de sobrellevar un contratiempo. Tener la contención familiar es prioridad. Por ello desde 1978, existe la posibilidad de viajar con la familia.
-¿Qué caracteriza a un antártico?
-Somos personas que hemos podido vivir situaciones donde se aprende mucho de la convivencia y el espíritu de cuerpo. Allá somos todos iguales. Si bien existe una jerarquía, podemos encontrar un jefe de Base poniendo la mesa para el desayuno o un médico yendo a buscar agua (cortar el hielo). Lo risueño de todo esto es que todos fuimos operados del apéndice -desde 1958 es obligatorio-.
Reflexiones
-¿De qué manera vivió la finalización en la carrera activa como militar?
-Cuando me retiré en 1983, en Tandil, fui convocado por la Dirección Nacional del Antártico para cumplir con mi última campaña antártica en condición de personal civil. Creo que este hecho confirmó los valores con los que he recorrido toda mi vida. Hago mal en hablar, pero tanto mis superiores como mis compañeros, suboficiales superiores o subalternos siempre me apreciaron.
-¿Con qué anécdota se queda?
-Algo que podría considerarse paradójico es que cuando era chico en Corrientes, mi padre me anotó en un club de fútbol que se llamaba ‘Pingüino’. Mi padre siempre quiso ser militar pero una simple cuestión geográfica lo imposibilitó. El pueblo donde nació estaba del otro lado del río donde vivíamos.
-¿Qué se critica?
-Tendría que haber llevado un diario. Es de lo único que me arrepiento en este viaje hermoso que fue mi vida y, sobre todo, de mi paso por la Antártida.
-Si pudiera hablarle al joven Rafael de 14 años, ¿qué le recomendaría que lleve en su mochila?
-Varias cosas. Que no se olvide de ser humano, complaciente, que aprenda a escuchar y, sobre todo, que no se olvide de ser humilde.
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Curiosidades en primera persona
1-En la Antártida, hay que regular el consumo de todo, hasta del papel higiénico.
2-Pude observar estrellas de mar, lobos marinos y pingüinos emperadores.
3-En septiembre de 1979 el centro fijo de la Base Esperanza se prendió fuego. Pasé cuatro meses destinado en esa base instalando los equipos nuevos.
4-Los desplazamientos en los túneles se anotaban en una planilla que estaba en la radio estación. Desde allí se monitorean las caminatas que se hacían en los túneles. Se debía informar y registrar el inicio y la finalización de los desplazamientos. Si bien, no se realizaban corriendo, se debía respetar el tiempo estipulado, que era de 10 ó 15 minutos, dependiendo de la situación.
(*) Esta nota forma parte de la serie de entrevistas realizadas bajo la tutela de la profesora Carolina Cordi por diferentes alumnos de Práctica Profesional I en la carrera de Comunicación Social Para el Desarrollo Local para ISFDyT 10, cada uno de los cuales eligió un entrevistado.