¿Cómo está la situación social en Tandil?
Comedores en Tandil: crece la demanda alimentaria
El Eco de Tandil recorrió comedores de distintos barrios de la ciudad. Aumenta la demanda, y concurre gente con trabajo.
Crece la demanda de asistencia alimentaria en los comedores de la ciudad. El Eco de Tandil recorrió distintos barrios para conocer de primera mano la situación en estos espacios que funcionan también como “termómetros”, tanto de la compleja realidad social, como de los lazos solidarios comunitarios que hacen frente a la crisis económica.
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En La Movediza 2, Barrio Maggiori y Villa Aguirre, coincidieron en señalar el preocupante aumento de familias y adultos mayores que día a día asisten para poder contar con un plato de comida. Muchos, alertaron, son trabajadores que incluso tienen un empleo en blanco pero que sin embargo, no les alcanza para llegar a fin de mes. “Si comen no pagan las cuentas, y si pagan las cuentas no comen”, lamentaron.
De un tiempo a esta parte la modalidad en los comedores cambió. Los asistentes ya no almuerzan o cenan en el lugar sino que se llevan su “vianda”, con la intención de que puedan comer en familia y en sus propios hogares. Esta práctica se da en el conjunto de los espacios consultados, aunque muchos señalaron también que suelen entregar “refuerzos” de mercadería específica cuando las familias les solicitan.
Recientemente la secretaria de Desarrollo Humano y Hábitat del Municipio, Alejandra Marcieri, también se expresó con respecto a un contexto preocupante en el que aumenta la demanda de ayuda social, y en el que ya se vislumbra que el presupuesto estipulado para el área no alcanzará para cubrir las necesidades del año.
En este marco, los comedores continúan. Con rebusques y muchas veces costeando mercadería, pero firmes cada día prendiendo el fuego para calentar la olla que tantas familias esperan.
“Con lo que haya se hace”
Lili Rojas y Andrea Colatti llevaron adelante espacios comunitarios en distintos lugares de la ciudad. Incluso abrieron un comedor en el garage de la casa de una de ellas, en el barrio San Juan. Hace un año atrás se trasladaron al barrio Maggiori, en la calle Vela, adonde llegaron con la intención de generar un centro cultural. Sin embargo, ya desde los primeros días notaron que la necesidad principal de los vecinos era alimentaria.
“Tenemos comedor los lunes al mediodía y los jueves a la noche. Cuando empezamos, teníamos 7 familias, ahora vienen 26. Son alrededor de 60 personas. No tenemos más lugar, y no contamos con una olla más grande para que se sigan sumando”, expresaron. Por la demanda creciente, algunas personas se anotan en lista de espera, u otros dejan un recipiente por “si sobra algo”.
La “Casa Ramona”, como se llama el espacio que forma parte del Frente Patria Grande, es una propiedad de pocos ambientes que funciona por momentos como aula para el programa FINES, apoyo escolar, para el desarrollo de talleres, como “roperito” y también como cocina. “Todo lo que ves es donado, o lo compramos haciendo rifas”, contaron.
“Vienen muchas parejas de adultos mayores y mamás solteras. Para la gente que lo necesita tenemos armados refuerzos, y lo que haya les entregamos”, relató Lili.
Las trabajadoras del comedor de Maggiori sumaron recientemente la elaboración de pan, que entregan junto con las viandas, o dejan listo para que los chicos tengan algo para acompañar el vaso de leche que muchas veces pasan a tomar cuando salen del colegio.
Al momento de preparar la comida, lo hacen con mercadería que les envían desde Nación, pero también se las “rebuscan” con donaciones o en otros casos con recursos propios. “Ponemos 100 pesos cada una y compramos lo que alcance”, expresó Andrea.
“Si hay pollo hacemos arroz con pollo, o sino carne picada con tuco, fideos, polenta, pizza cuando tenemos mozzarella, mucha legumbre, a veces chorizo al horno. A veces nos donan bolsas de zapallito, pero con lo que haya se hace”, agregaron.
La demanda del comedor no cede, pese al frío o a la lluvia, las personas forman filas en la puerta de “Casa Ramona. “Ahora está peor que nunca. Después de este año creció mucho la demanda, y tenemos un cuaderno con lista de espera para la vianda”, relataron.
“Muchos con trabajo no llegan a fin de mes”
En La Movediza 2, sobre la calle Azucena, Paola Quero formó en su casa el espacio Los Tatú, hace casi 4 años. El apodo de una de las trabajadoras del lugar, una mujer con muchos tatuajes, derivó en el nombre que hoy luce el comedor en un cartel de madera ubicado a la entrada.
De lunes a viernes, al mediodía, 3 mujeres cocinan para alrededor de 160 personas. “Es muchísima gente”, contó Paola. “El año pasado teníamos 120 y ahora 160, eso creció desde enero al día de hoy”, agregó Francisca Corbalán, una de las encargadas de los preparativos que cada día comienzan a las 9, para que los chicos que entran a la escuela asistan después de haber almorzado.
A Los Tatú, espacio que cuenta con el acompañamiento del Movimiento Evita, concurren personas tanto de La Movediza 2 como de La Movediza y El Tropezón. Se manejan mediante un grupo de WhatsApp en el que la gente se anota y a partir del cual las cocineras determinan las cantidades a preparar y asegurarse que “alcance para todos”, según contaron.
“Viene gente que tiene trabajo. Muchos tienen trabajo en blanco pero no está llegando a fin de mes. Te dicen que si comen no pagan las cuentas, y si pagan las cuentas no comen. Y también está esa brecha que se crea cuando están en blanco y quedan por fuera de lo que puede ser una ayuda de Desarrollo Social. No reciben ni un bolsón de mercadería, no tienen derecho a tener más nada porque están en blanco, pero su sueldo no les alcanza”, sostuvo Paola.
“La situación está mal. Y es preocupante. Ahora viene el invierno y la demanda crece, lo sabemos. Desde la comida, pero también sabemos que tenemos que empezar a juntar frazadas, ropa de abrigo, zapatillas. Es mucho, pero vemos que cada día está peor”, agregaron.
Los Tatú funcionó durante años en la casa de Paola, que se ubica al fondo del terreno de calle Azucena. Hace un año, obtuvieron apoyos y pudieron construir un aula al frente, adonde tienen la cocina pero también una biblioteca y mesas en las que brindan apoyo escolar, primaria para adultos y talleres junto a la Sala Abierta de Lectura.
“No queremos los chicos en la calle, y entendemos que si los tenemos con talleres ellos no van a estar ahí. Empezamos con los chicos y apuntamos a la educación, lo que más queremos es fomentar la educación”, señaló Paola.
Desde el espacio gestionan también diversas actividades y mejoras en el barrio. Así, consiguieron que un grupo de enfermeras concurra para llevar a cabo una campaña de vacunación, así como en otra ocasión se limpiaron terrenos de la zona.
Además en Los Tatú se dicta catequesis, y en el último tiempo se bautizaron nada menos que quince chicos del barrio, además de adultos. A través del padre Andrés, el apoyo de Cáritas y otras instituciones, realizaron paseos para los niños del barrio, muchos por primera vez, conocieran el Monte Calvario o El Dique.
“Llegamos a tener 200 personas”
La Casita Darío Santillán fue creada hace 10 años en pleno corazón de Villa Aguirre. Ubicado sobre la calle Basílico, el espacio que pertenece al Frente Patria Grande es ya un emblema del barrio.
Tatiana Manrrique se incorporó hace 6 años a la coordinación del lugar que funciona como comedor los martes, jueves y sábados al mediodía. Como en otros comedores, los vecinos se anotan por WhatsApp y así el grupo de cocineras organiza las viandas para cada día. Otro grupo se encarga de elaborar el pan, para que no falte los días de entrega.
“Viene creciendo mucho la demanda. A partir de la pandemia no cerramos nunca, y se fortaleció. Llegamos a tener 200 personas. Se fue aplanando un poco después de la pandemia y llegamos a 75, pero nunca fueron menos de 50”, relató Tatiana.
Actualmente, entregan comida a aproximadamente 100 personas. “Viene mucha gente jubilada y mucha gente que no tiene entrada de trabajo”, contó la coordinadora. Desde su perspectiva, “la situación está cada vez peor. No alcanza para nada, y escuchamos que la gente paga los impuestos pero no les alcanza para más. Los jubilados no pueden comprarse los remedios, reniegan con PAMI, está complicado para todos”, lamentó.
Sin embargo desde la Casita llevan adelante no sólo el comedor, sino también talleres de canto, literatura y maquillaje. También cuentan con apoyo escolar, y espacios de formación y producción como un taller de carpintería, la elaboración de pan y pizzetas, y una huerta de plantas aromáticas que comercializan.
“Con aportes de las compañeras pagamos el gas o compramos un cajón de pollo para sumar a la comida”, contó Tatiana, quien agregó que en el barrio y zonas cercanas afectó mucho el cierre de espacios destinados a contener a niños.
“Están cerrando los espacios públicos de niñeces y eso es un bajón. Porque la madre sola sabía que su hijo iba a comer ahí. Ahora recurre a nosotros”, sostuvo en relación al reciente cierre de instituciones como Pajaritos de la Calle y La Casita de La Unión.
Durante la visita de El Eco de Tandil, Tatiana y sus compañeras se encontraba en plena elaboración de las viandas de fideos con tuco. Sobre la mesa del lugar, dispusieron dos enormes bandejas con la pasta, mientras adelantaban la preparación de la salsa. En pocas horas debían tener todo listo, porque como cada sábado al mediodía, 100 vecinos sabían que en la “Casita Darío Santillán” podían contar con un plato de comida.