Estufas rusas
Calor de Madre y sus manos solidarias transforman los días fríos de las familias que no tienen calefacción
La ONG ya ejecutó treinta estufas rusas. Con estructura de ladrillos, adobe y caños de zinc, brindan calor seco, consumen poca leña, permiten cocinar porque tienen horno y previenen las enfermedades respiratorias. Una familia refugiada que llegó de Venezuela pudo construir la suya y cambió radicalmente su calidad de vida en pocas horas. Laura Sarmoria contó los detalles, mientras ofrecía sus manos para la obra.
Las estufas rusas de Calor de Madre se empeñan en combatir el frío intenso y extenso de Tandil, en aportar a los hogares vulnerables desde la infraestructura, en reducir los gastos en leña y gas envasado y en prevenir las enfermedades respiratorias como la bronquiolitis que se ensaña con los más chicos. Con una técnica artesanal, se construyen en pocas horas y se prenden de inmediato. Insumen unos 180 ladrillos, adobe y algunos materiales de zinguería.
Recibí las noticias en tu email
Domingo por la mañana en una casa de planchones ubicada en Pujol al 900. Allí habita una familia de refugiados venezolanos que arribó a Tandil hace varios meses, tras un derrotero digno de una novela de Isabel Allende. Literalmente congelados y sin calefacción, conocieron la posibilidad de levantar una estufa rusa gracias al empuje de Luciana Pareto, el hada madrina que les cayó del cielo cuando ya habían salido de su país en pos de conseguir un tratamiento médico para el segundo hijo del matrimonio que nació con una malformación ano rectal. Esa historia con final feliz –que reflejó El Eco el año pasado- los condujo a esta tierra solidaria para continuar en el exilio.
Regresando a la escena del domingo a la mañana, bien temprano, en ese hogar humilde, las manos laboriosas de Laura Sarmoria guiaban la construcción de la estufa con horno que horas después cambió radicalmente la calidad de vida de José, Greizy y sus tres hijos pequeños. Motor de los voluntarios de Calor de Madre, precisó que la organización ya concretó una treintena de artefactos que brindan calor seco, son económicos en la combustión y previenen patologías porque combaten la humedad del ambiente.
Como contrapartida a esta interesante solución, la principal limitante son los recursos, es decir, los materiales. Por ese motivo, invitaron a donar a quienes tengan ladrillos comunes y a aportar dinero a cuenta en el corralón Ciccimarra que colabora con esta causa solidaria.
Como “Frozen”
“Venimos de 40 grados, del mar Caribe. Para nosotros 33 grados ya es frío y la temperatura de Tandil es algo sorprendente, extremo. No teníamos calefacción, cómo calentarnos, y nos pareció fenomenal. Al saber que se puede prender de una vez, me levanté con todas las ganas del mundo”, contó José en su cántico venezolano y repasó su travesía por tierra desde Venezuela a Colombia –donde operaron a su pequeño hijo Dylan-, luego Ecuador, Perú, Bolivia y el cruce a Argentina a través de La Quiaca.
José, que estudió diseño gráfico en Venezuela, consiguió empleo en la construcción que le resulta durísimo en cuanto a la adaptación al frío. “Estamos agradecidos con la comunidad y con El Eco que difundió el pedido de ayuda para la operación de Dylan”, expresó en medio de la capacitación para el montaje de su propia estufa rusa.
Nace una idea
Calor de Madre surgió del diagnóstico de Red Solidaria, que cada invierno ve incrementada la demanda de abrigo, leña y artefactos para calefaccionar los hogares más vulnerables.
La primera idea la aportó el periodista Fabio Alonso, quien hace algunos años pasó por los estudios de Eco TV. “Él me fue ayudando a entender cómo hacerlas y todas sus virtudes. A partir de allí, las hicimos con él en la Red Solidaria, siempre tratando de enseñar a la persona que la recibía”, describió Laura Sarmoria, excoordinadora de la organización.
El proyecto fue bautizado Calor de Madre porque las estufas las pueden construir las mujeres, que son quienes están en sus casas y al cuidado de los hijos. “De hecho, hay un tutorial en YouTube como Calor de Madre Estufas con Horno que es paso a paso, donde mostramos la estufa hecha por una mujer”, destacó.
Y explicó que “buscamos visibilizar la problemática que desde Red Solidaria estábamos viendo, que es tremendamente largo el invierno en Tandil y el frío se sufre desde marzo hasta noviembre”.
Las bajas temperaturas golpean más a las viviendas que no cuentan con aislamiento térmico. El frío atraviesa fácilmente los planchones y la humedad gana los pisos de tierra y penetra los contrapisos. Así, al malestar anímico de los habitantes se suman las afecciones respiratorias.
El kit y el adobe
La construcción demanda 180 ladrillos rojos, comunes, y tres caños de zinguería de zinc de 4 pulgadas, dos codos y un sombrerito. Como adhesivo se utiliza el adobe, que lleva una parte de tierra negra, otra de tierra roja arcillosa y bosta de caballo. “Eso se mezcla muy bien, se va pisando. Nosotros lo conseguimos en las ladrilleras, pero se puede hacer en la propia casa, tapándolo y dejándolo durante quince días hasta que fermente y se genere una proliferación de bacterias anaeróbicas. El producto final es un barro bien pegajoso. Hay que cuidar que no se inunde con la lluvia ni se seque con el sol, que mantenga la humedad y presente un estado cremoso”, describió Laura.
También señaló que “el adobe es un material muy noble. Entonces, si José se muda y quiere ir a otra casa puede mojar la estufa y va retirando los ladrillos sin tener que romper nada, se recuperan enteros. Así, vamos generando un sistema de autoconstrucción de la calefacción que genera el mejor calor, el seco, igual que el tiro balanceado. No es el calor que condensa humedad en la vivienda como las estufas garraferas o eléctricas”.
Tras repasar el kit indispensable, agregó que “nosotros con chapa de zinc les hacemos las puertas para que luzcan prolijas y sean más eficientes, porque cuando tiene puerta el fogón quema más lento. Así, realmente consume poca leña. Si no tiene puerta, el oxígeno que chupa hace que la combustión sea muy rápida, entonces con eso uno regula que sean económicas también”.
El tiempo de construcción es corto y dos personas activas con dedicación exclusiva pueden terminar la estufa en un par de horas. Se prende inmediatamente y con el calor se seca, aunque durante dos días puede largar un poco de vapor al ambiente que no hay que confundir con humo.
Crear comunidad
En el marco del Covid-19, el año pasado Calor de Madre recibió un subsidio no reembolsable del Gobierno nacional. Con el aval del INTA y el apoyo de la Unicen en la gestión -a través del físico Pablo Molina-, la ONG pudo ejecutar una veintena de estufas en el barrio La Movediza. Ese ejercicio permitió aceitar el mecanismo del grupo de voluntarios.
“Este año necesitamos donaciones porque no tenemos ese subsidio. El corralón Ciccimarra (ubicado en Montevideo 157) nos viene acompañando con una o dos estufas por mes, y nos donó ladrillos de primera para cinco estufas en el barrio La Unión”, contó y lamentó que “el valor de los caños de zinc y de los ladrillos hace que la estufa no sea económica”.
En paralelo, solicitaron ayuda de los vecinos que tengan ladrillos que les hayan sobrado de alguna obra, o de aquellos que quieran dejar dinero a cuenta de la ONG en Ciccimarra. “Nosotros no recibimos plata, pero sí la pueden depositar en un corralón y nosotros retiramos materiales”, contó Laura.
“A medida que la gente va conociendo la estufa, estamos teniendo mucha demanda. Lo que pasa es que somos un grupo de voluntarios que hacemos malabares con nuestros horarios. Hemos capacitado a gente en La Movediza, ahora estamos en el barrio La Unión, nos ayudan mucho los trabajadores excluidos (MTE) que tienen la voluntad de sumarse a nuestro trabajo y en sus mejoramientos habitacionales, incluir este tipo de calefacción. Así que estamos trabajando en conjunto en los barrios con ellos”, precisó esta mujer solidaria y emprendedora.
Sembrando dignidad
Mientras consigue materiales ante la intensa demanda, Calor de Madre realiza un seguimiento de las familias beneficiarias para que puedan manejar el funcionamiento. Son muy convenientes para las personas que pasan muchas horas en sus casas. Es que las primeras dos horas trabajan con un fuego vivo pero cuando se calientan, los ladrillos comienzan a consumir muy poca leña e incluso, siguen emanando calor horas después de haberse apagado.
Además, el tiraje dispone de un registro que permite regular el ritmo de la combustión, lo que favorece el ahorro de leña. El fogón, de 60 por 24 centímetros, brinda la posibilidad de colocar ramas y maderas de tamaño mucho más grande que en una salamandra, lo que reduce los costos. Sí aconsejan evitar la quema de materiales como cauchos y otros elementos que producen un hollín pegajoso que se adhiere al pulmón de la estufa. Además, hay que prescindir de químicos inflamables al encenderla.
Para las familias, el cambio es radical y absoluto en cuanto a la sensación térmica del ambiente. “Eso les devuelve una sensación de dignidad, el ánimo en todo sentido, el tener ganas de salir a trabajar, de ir a buscar leña, porque adentro de sus casas están bien”, reseñó Laura Sarmoria desde su experiencia.