Inversiones
Nuevos vientos
El pasado domingo los argentinos recibimos al nuevo presidente con uno de los discursos más duros de los últimos 200 años de historia de este país.
Cerramos una etapa donde la economía estuvo supeditada a la política y la previsibilidad era escasa. La magnitud de los descalabros macroeconómicos iba lentamente nublando el horizonte haciendo prever la inminencia de una tormenta. Lo inevitable llegó, y no queda otra que ajustarse los cinturones e intentar pasar de la mejor manera esta vuelta a la realidad.
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Como habíamos comentado en varias ocasiones, los precios relativos en Argentina han ido distorsionándose producto de la falta de libertad con la que opera el mercado. Subsidios en exceso, restricciones y regulaciones a la oferta, tarifas reguladas, entre otras, han producido escasez y falta de racionalidad en algunos precios.
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El gasto fiscal solamente es sostenible si del otro lado de la ecuación existe el financiamiento para llevarlo a cabo. Y ese financiamiento puede darse por dos grandes vías: recaudación tributaria o la deuda.
La realidad nos marca que ambas opciones están agotadas, porque el aumento constante y desmedido del gasto no lleva una contrapartida de financiamiento. La población no puede soportar un impuesto más. Ya figuramos en el podio de los países con mayor presión tributaria muy cerca de Venezuela y Bielorrusia. Y por el lado de la deuda, no tenemos acceso a los mercados internacionales, estamos en incumplimiento con el FMI, agotamos las opciones con otros organismos multilaterales de crédito y hasta nos endeudamos con China.
Las medidas anunciadas ayer son solo la punta del iceberg. El grueso de ellas las iremos viendo en las próximas semanas con el paquete de leyes que ingrese al Congreso y los movimientos que haga Bausilli en el BCRA. Por lo pronto, la idea es tener un ancla fiscal que permita setear las expectativas de todos los participantes del mercado. Los fuertes ajustes en la política y la quita de subsidios a tarifas prometen mejorar las cuentas del Tesoro.
Quizás la mayor distorsión era la del tipo de cambio oficial, que se encontraba artificialmente entorno a los $365. Si bien con el primer paquete de medidas aún no se salió del cepo, la suba del dólar oficial es un incentivo a las exportaciones a la vez que pone un freno a aquellas importaciones que no tengan sustento comercial. Este cambio en materia monetaria implicaría el inicio de una etapa de acumulación de reservas que permitirá atender las necesidades más inmediatas.
Muchos se pueden preguntar qué pasará con la dolarización. Todo parece indicar que el nuevo equipo económico prioriza estabilizar la pata fiscal previo a cualquier cambio de signo monetario. Esto tiene mucho sentido considerando que la dolarización per se no soluciona el agujero fiscal. De todas maneras, la historia nos muestra que somos un país que no sabe vivir con flotación cambiaria. Ni siquiera Caputo pudo contra el mercado cuando le tocó presidir el BCRA durante el gobierno de Macri. Somos un país que no quiere a su moneda por ser el instrumento con el que hemos perdido poder adquisitivo sistemáticamente. Probablemente, una vez enderezado el barco, venga un sistema monetario rígido, como una neo-convertibilidad o una dolarización, que nos permita estabilidad intertemporal.
Será un año difícil, donde la inflación se acelerará producto del sinceramiento de precios en el primer semestre. El PBI seguramente se contraerá en torno al 4 o 5% y el riesgo de hiperinflación se mantendrá por un tiempo. Si el gobierno logra recortar gastos por un total consolidado de 15% del PBI (10% cuasifiscal), deberíamos terminar el 2024 con superávit primario sobre cumpliendo las metas del FMI. Esperemos contar con vientos de cola internacionales. Potenciales bajas en las tasas de la Fed y suba de los commodities pueden ayudarnos a sortear lo que se nos viene.
tomas.docobo@animas.com.ar MBA (Politecnico di Milano), Magíster en Finanzas (UTDT) y Licenciado en Administración (UNICEN). Es asesor financiero matriculado (CNV) y director de la consultora financiera Animas