Frases en la historia
Has vencido, Galileo…
(Hai vinto, Galileo… Juliano “el apóstata”, emperador romano, 331 d.C./363 d.C.)
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Luego de las terribles persecuciones a cristianos entre los años 303 y 310 del emperador Diocleciano, uno de sus sucesores, Galerio, que también las había impulsado, establece el Edicto de Tolerancia en el 311 que permite a los cristianos su religión “ . . .sin alterar el orden público…” .
Constantino amplía para todo el imperio la autorización con el edicto de Milán. Los cristianos crecen en número, influencia y poder.
No obstante, hay sectores de las clases altas que no se resignan a perder su influencia social y política a través de sus “contratos” con los dioses, que habían asegurado la expansión y el crecimiento de Roma durante siglos.
Crece además, la difusión de ideas neoplatónicas a las cuales adhieren muchos filósofos de la época; tienen muchas afinidades con el cristianismo sólo que Cristo y su condición divina es el problema principal.
Flavio Claudio Juliano era miembro de la familia imperial. Hijo de un hermanastro de Constantino podía tener aspiraciones de mando en el imperio romano.
En el 337 muere Constantino y el poder es repartido entre sus descendientes directos y familiares. La lucha por el poder total es la consecuencia.
Constancio (hijo de Constantino y poseedor de una personalidad siniestra), gobernando en Antioquia, emprende una lucha fratricida y elimina al resto de la familia, sus adeptos y seguidores cercanos.
Juliano se salva refugiado detrás de un altar y también su hermanastro Constancio Galo. Educado en Efeso y Atenas con tutores versados en la filosofía griega esconde sus preferencias politeístas simulando cristianismo para no irritar al emperador Constancio II que había masacrado a su familia. Es quizá este hecho, y el haber abrazado Constancio II el cristianismo arriano lo vuelca ferozmente en contra de los entonces llamados “galileos”. Cristo era de Galilea.
Refugiado en el neoplatonismo. Trata de lograr un sincretismo entre el monoteísmo y el politeísmo Genera muchos escritos de índole filosófica.
Constancio II lo nombra, con poco poder, César en las Galias para combatir a los alamanes. Los derrota en la batalla de Estrasburgo y hace desfilar con ropa de mujer a la caballería por su comportamiento en la lucha.
Las tropas de Juliano, amotinadas contra el emperador que quería enviarlos a combatir lejos de sus tierras lo ungen emperador. Se apresta a pelear contra Constancio II pero este muere y se transforma en el nuevo emperador.
Autorizando los cultos paganos, el mitraísmo, el culto al sol, Juliano enfrenta la oposición cristiana, a quien persigue haciendo gala de paganismo mediante sacrificios a los dioses. En algún momento le profetizan que morirá en Frigia. Combate a la enseñanza por parte de cristianos a quienes les prohíbe enseñar los clásicos griegos obligándolos a remitirse a Pablo, Lucas y escritores cristianos.
En camino a enfrentar a los persas, Juliano se detiene en Jerusalén e intenta reconstruir el Templo de Salomón. Misteriosos fuegos surgidos de la tierra y accidentes lo hacen desistir. ¿Terremoto, sabotaje o milagros? Las explicaciones difieren según los autores de la época.
Prosigue su viaje a lo largo del Tigris. Para moverse más rápido ordena quemar parte de su flota que llevaba aprovisionamientos y armas, con la consiguiente desmoralización de la tropa. Perseguido en sucesivas escaramuzas lo hiere mortalmente una lanza que la historia acepta que pudo ser un cristiano de sus propios soldados.
Pregunta cómo se llaman las tierras donde están y la respuesta lo descorazona: “Estas tierras son llamadas Frigia”.
Como siempre ocurre, distintos historiadores o exegetas le atribuyen distintas palabras finales.
“Me has perdido, Helios”. Relatan los paganos, fieles a sus creencias.
La tradición cristiana relata al respecto que San Basilio, rogándole a un icono representativo de San Mercurio con una lanza, que impidiera la vuelta de Juliano y la persecución de cristianos, advierte que la imagen ha desaparecido.
Reaparece horas después con la lanza manchada de sangre.
Una lanza, del enemigo o quizá de los propios será la causa de su muerte.
Hai vinto, Galileo (Has vencido, Galileo) cuentan que dijo viendo próximo su final y quizás reconociendo la derrota en su lucha anticristiana.
Poco después, en el año 380, el emperador Teodosio mediante el edicto de Tesalónica, establece el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano.