Los sistemas alimentarios en el mundo requieren de transformación para lograr un desarrollo sostenible
Desde que se produce hasta que se consume, la comida une en su cadena a un sinfín de sectores. Hoy develan la necesidad de reconvertirse en pos de las personas, del medio ambiente, el clima y del futuro en común. En el mundo hay alimentos para alimentar a los 7800 millones de habitantes en el mundo, pero más de 820 millones de personas pasan hambre.
Hace seis años atrás, en septiembre de 2015, líderes mundiales dignaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailSi bien se tratan de metas discutibles, que generaron rechazo en varias organizaciones sociales, principalmente de Latinoamérica, hay uno de esos puntos que ha resultado resonante y coincidente para todos: los tipos de sistemas alimentarios.
En este contexto, ayer precisamente se realizó la Cumbre de Sistemas Alimentarios en la sede de la ONU de Estados Unidos, altamente criticada por contar con grandes corporaciones como participantes. Según advirtieron quienes caminan en la defensa de la Soberanía Alimentaria, estos generan acuerdos que luego influyen en políticas de los estados, pero que nunca benefician a los pueblos, su cultura y su ambiente.
Los alimentos son la fuerza vital para las familias, culturas y comunidades. Sin embargo, el modo en que se producen, elaboran, distribuyen, consumen y se generan desperdicios han provocado profundos cambios en las últimas décadas poniendo en peligro crecientemente la sostenibilidad, la equidad y la seguridad de la alimentación en el futuro.
Asimismo, los sistemas alimentarios son cada vez más vulnerables a las crisis y las perturbaciones, ya que dependen de una amplia variedad de variables interdependientes, como los recursos logísticos, humanos y naturales, y las cuestiones climáticas y la economía mundial.
Mientras el mundo lucha contra la pandemia por Covid-19, se torna evidente esta fragilidad, aunque también se revela la importancia estratégica de los métodos de producción para la salud planetaria y humana, la resiliencia a las crisis y la estabilidad mundial.
Hambre y mala nutrición
La llegada del coronavirus ha puesto sobre el tapete deficiencias peligrosas de los modos de producción que suponen una amenaza muy real contra la vida y los medios de subsistencia de personas de todo el mundo, sobre todo las más vulnerables y las que viven en contextos frágiles. Antes incluso de que estallara la crisis actual, la necesidad de transformación era ya más patente que nunca.
Es que a pesar de producir más alimentos que en ningún otro momento de la historia, todavía hay 820 millones de personas que pasan hambre y cerca de 2.000 millones tienen sobrepeso o son obesas, lo cual contribuye a la creciente incidencia de enfermedades relacionadas con la alimentación.
Una nutrición deficiente en la infancia puede provocar retraso del crecimiento, que a su vez altera las funciones cognitivas y menoscaba el rendimiento escolar y laboral. Las estadísticas hablan de que casi la mitad de las muertes de niños menores de cinco años en todo el mundo se deben a la desnutrición.
La salud de las personas se resiente por causa de la alimentación poco saludable, muchas veces porque no tienen acceso en todo momento a alimentos adecuados y aceptables, pero también se ve perjudicada por condiciones de trabajo insalubres, la exposición a contaminantes del agua, el suelo y el aire o el consumo de alimentos contaminados o nocivos.
“Nuestros sistemas están fallando”
Además, el cambio climático está generando más dificultades en la producción de alimentos ligadas a condiciones meteorológicas extremas, como sequías, inundaciones y grandes incendios en todo el mundo. En este aspecto, los sistemas alimentarios también son parte del problema.
Aunque derribar las divisiones sectoriales que existen entre la agricultura, la salud, la nutrición y la sostenibilidad ambiental resulte difícil, la mayoría de los países concordaron en que es fundamental hacerlo.
A fin de reflejar esta necesidad, volcaron sus expectativas en el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) para que sus iniciativas contribuyan al establecimiento de sistemas alimentarios que tengan en cuenta la nutrición y promuevan el acceso seguro a dietas inocuas, variadas y de buena calidad para todas las personas.
“Nuestros sistemas alimentarios están fallando”, confirmó uno de los Secretarios generales de las Naciones Unidas, António Guterres. Si bien, como se mencionó al principio, la figura de la ONU a veces resulta controversial y genera rechazo en algunos sectores sociales, ha presentado números realmente elocuentes y conclusiones para salir adelante.
Guterres planteó la necesidad de un cambio urgente que significa, entre otras cosas, designar los servicios alimentarios y de nutrición como esenciales, al tiempo que se apliquen las protecciones apropiadas para los trabajadores del sector de la alimentación.
Consideró que los países deben intensificar el apoyo a la elaboración, el transporte y los mercados locales de alimentos, y deben mantener los corredores comerciales abiertos a fin de garantizar el funcionamiento continuo de los sistemas alimentarios.
“Tenemos la oportunidad de construir un mundo más inclusivo y sostenible. Creemos sistemas alimentarios que atiendan mejor las necesidades de los productores de alimentos y los trabajadores del sector de la alimentación”, dijo.
En este sentido, apuntó a conseguir un equilibrio en la relación entre los sistemas alimentarios y el medio natural transformándolos para que funcionen mejor en armonía con la naturaleza y para el clima.
Datos claves
El 30 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero procede de la cadena de suministro que lleva los alimentos del campo a la mesa.
En el mundo hay alimentos más que suficientes para alimentar a los 7800 millones de habitantes de todo el planeta. Sin embargo, a pesar de que se registró un incremento del 300 por ciento en la producción mundial desde la mitad de la década de 1960, más de 821 millones de personas todavía pasan hambre.
En forma paralela, se observan valores históricos de sobrepeso y obesidad en la población adulta mundial alcanzando un 39 por ciento, con tendencias en alza; esta situación también sucede en los países de bajos y medianos ingresos.
Una tercera parte de todos los alimentos que se producen en el mundo se pierde o se desecha. Si los “desperdicios de alimentos” fueran un país, ocuparían el tercer lugar en la lista de los principales contaminantes del mundo, detrás de China y los Estados Unidos.
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