Los discípulos de “El guerrero de la Basura” llevan la bandera de la construcción pasiva y autosuficiente
Aprendieron junto a Michael Reynolds, creador de las famosas Earthships, y obtuvieron su confianza para continuar esa línea de edificación. Son cinco, entre ellos un arquitecto que reside en Tandil, y apuestan con todo a construir escuelas autosustentables. El cartón, el plástico, las latas y los neumáticos son sólo algunos elementos que entran en juego. En estas sierras se emplaza un modelo de casa bioclimática que así lo refleja.
En los años 70, Michael Reynolds inventó sus hoy famosas Earthships (Naves tierra, según su traducción), unas casas construidas a partir de residuos. Una idea vanguardista, singular y chocante para muchos, que lo llevó a ser considerados hoy en día, líder mundial de la arquitectura sostenible.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailDurante sus estudios de arquitectura en la Universidad de Cincinnati, Mike Reynolds comenzó a imaginar diferentes formas de utilizar los residuos, una materia prima barata y abundante, para construir casas baratas, ecológicas y autosustentables.
Poco después de graduarse, este hippie catalogado de “idealista” salió en su bicicleta desde Ohio hacia Nuevo México, donde puso en práctica sus ideas.
En 1972 logró edificar por fin su primera casa hecha en base a residuos; con latas de cerveza inventó unos ladrillos que en 1972 logró patentar. La llamó Thumb House, la Casa Pulgar, por el gesto de “Ok” con el pulgar hacia arriba.
Desde allí esta idea no dejó de contagiarse y Mike creó una comunidad experimental en Taos, Nuevo México, donde construyó esas primeras naves utilizando materiales naturales locales y residuos como latas de aluminio, botellas de vidrio, botes de comida, entre otros.
Hasta allí llegó Santiago Harguindey, un argentino que mientras vivía en Londres y tenía un restaurante experimentó una serie de acontecimientos que lo llevaron a reflexionar fuertemente sobre los modelos actuales de construcción, energía y forma de vivir.
El acontecer de las voluntades
Como sucede siempre con la energía, distintos hechos, en diferentes lugares del mundo y sucedidos a múltiples personas, se terminaron confluyendo en una misma causa. Así fue que, como aprendices de Reynolds, Santiago Harguindey, Darío Wacker, Juan Bautista Pilotta, Enrique Molina Lera y Gonzalo Homps concretaron una unión para dedicarse juntos a la construcción y diseño sustentable.
Si bien todos viven en diferentes ciudades, se encuentran para cada nuevo desafío. Por cierto, Homps reside en Tandil hace ya varios años y compartió con “Hábitat y Conciencia”, de El Eco de Tandil, una nutrida charla que llevará seguramente más de una publicación.
El arquitecto, que eligió asentarse en estas sierras junto a su familia y construir su propia casa, decidió también alzar un exponente de las naves tierras en su terreno que llamó “La Osera” y no solamente sirve de hospedaje, sino como modelo incentivador que es visitado incluso por extranjeros y grupos de estudiantes de colegios locales.
El guerrero de la basura
Así se llamó el primer documental de Reynolds referido a la bioconstrucción, donde muestra orgulloso algunas de sus creaciones arquitectónicas, dejando en claro que las naves tierra, además de utilizar materiales que podrían terminar en la basura, cuentan con su propio sistema de ventilación, minimizan energía y se nutren de la energía solar.
Además, ese material audiovisual resultó el primer acercamiento de muchos a este sistema eficiente de edificación y no fue la excepción para los amigos Harguindey y Homps.
“Santiago se pone a investigar, me llama y pregunta si conocía sobre esto, y como no sabía de qué se trataba me pongo a ver”, recordó Gonzalo. “Está espectacular”, fue su respuesta.
Su amigo, desde Londres, sacó pasaje a Taos en 2012, se anotó en el próximo curso que brindaría Reynolds y terminó haciendo la academia, cumpliendo con la modalidad de cuatro semanas de clases que se repartían medio día en teoría y el resto del día en obra. En ese tiempo se levantó una estructura lista para vivirla, que por supuesto lleva días previos de preparación y posteriores para su conclusión total.
“Mientras él estaba allá me mandaba los videos de cada clase”, contó Homps y desde su inquietud le plantearon al “maestro” si el tipo de construcción se podía replicar en colegios. Justamente ese planteo fue lo que entusiasmó a Michael, porque consideró que sería el click para que un edificio que no estaba reconocido pase a ser algo más institucional, y dirigió su atención a los argentinos.
Cuando llegó a Sudamérica
Al año siguiente el estadounidense llegó para hacer la primera nave tierra de Sudamérica en Ushuaia, contratado por los artistas Elena Roger y Mariano Torres, de hecho ha sido de relevancia pública y difusión masiva. Fue la ocasión ideal para que Homps pudiera acercarse personalmente a este referente.
En esa oportunidad le acercó un proyecto para desarrollar su técnica en un edificio para el Colegio Nuestra Tierra, aunque fue avalado y se avanzó bastante, finalmente eso hasta el momento no prosperó.
El contacto fue lo primordial. “Quedamos muy buena onda con el equipo, que son muy particulares, y quedaron bastante enganchado con la idea y Sudamérica”, festejó.
En aquella experiencia de Ushuaia se conocieron con el resto de los que hoy comprenden su propio equipo y llevan adelante “N4ve Tierra”. Vale mencionar que cada una de las edificaciones cuenta con cientos de voluntarios de todo el mundo y es la forma en que se levantan estas estructuras.
En 2016 fueron convocados por Tagma, una red de escuelas sustentables en todo el continente, para construir la primera institución de este tipo en Uruguay.
Desde allí no pararon de perfeccionarse, gestar conciencia junto a Reynolds y esos grupos humanos donde tanto comparten, y lograr concluir distintos proyectos a lo largo del país. Algunas de esas realidades se emplazan en Concordia, Entre Ríos; Santa Victoria Este, Salta; Mar Chiquita, Buenos Aires, e incluso también fueron parte de la primera escuela sustentable de Chile, sin descartar el sueño de hacerlo realidad en Tandil.
Entrar a “La Osera”
Así se llama a las guaridas de los osos y un poco se asemeja esta estructura sumergida en la sierra para intervenir lo menos posible en su contextura y paisaje.
Como sucede en las mañanas de estos tiempos por Tandil, el frío todavía se siente fuerte al menos hasta el mediodía. Eran alrededor de las 10 y la calidez del sol recién empezaba a rozar tímidamente, pero ahí adentro el clima fue desconcertante, sobre todo porque no cuenta con calefacción y el termómetro marcaba 21 grados.
Este edifico autosustentable fue precisamente diseñado para disminuir el impacto negativo en el medio ambiente sin perder la idea de confort. La versión local consta de dos ambientes en una planta semicircular con frente vidriado para favorecer el acondicionamiento térmico.
Se construyó con neumáticos en desuso rellenos de tierra y para el amoblamiento se mantuvo la misma idea de reciclar. El dormitorio da al invernadero, con sus respectivas plantas parte del hábitat, y tiene una cortina black out evitar las luces en la noche.
Funciona a energía solar y el agua de desechos se recicla en la huerta propia, pero cuenta con todos los servicios a modo de back up.
Así, parcialmente enterrada entre las rocas, de cara al sol, esta nave tierra cuenta con un sistema de gestión y tratamiento de aguas, ideal para cualquier hogar, pero fundamental para el lugar donde está emplazada y considerando la problemática local con respecto a los efluentes y destino.
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