La filosofía de integrarse a la naturaleza desde la quietud y las reversiones del Tao en la vida moderna

Seguramente muchos de los lectores hayan oído hablar del taoísmo e incluso de su creador Lao Tse, sin dudas la mayoría es capaz de relacionar el ying-yang a ese círculo divido en blanco y negro con ondulaciones en partes iguales, tal relevante para esta corriente del Tao Te Ching.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailSi bien suele confundírsele con una religión, el Tao es en su esencia una filosofía de vida, por cierto muy difícil de describir con palabras lo que significa en su práctica. Hacia ese desafío de ponerla al descubierto nos embarcaremos en esta edición de “Hábitat y Conciencia”.
Técnicamente, el taoísmo es una filosofía que surgió a partir del Tao Te Ching (también conocido como Tao Te King o Dào Dé Jīng), una obra que habría sido escrita en el siglo VI antes de Cristo por Lao Tse, considerado uno de los filósofos más relevantes de la civilización china.
Su pilar es el Tao, un concepto que suele entenderse como el camino o el método y que refiere a la esencia del universo y tiene, a grandes rasgos, el objetivo de enseñar al hombre a integrarse en la naturaleza, a fluir, a integrarse en sí mismo en concordancia y armonía.
Sin embargo, tras tantos siglos ha ido experimentando cambios o adaptaciones a la vida moderna, llegando a que en su lugar de origen, China, se vivencia de manera diferente en concepto de prácticas, religiones afines por zona y otras creencias.
Una forma de vivir
Aunque nunca ha acabado por convertirse en una religión organizada propiamente dicha, más allá de conjugarse con el budismo y confucianismo, lleva más de dos mil años llamando la atención de eruditos y filósofos. Sin embargo, hoy la palabra Tao se usa como un nombre general para cualquier tipo de religión china nativa o creencia antigua.
La palabra Tao, que se pronuncia más bien “dao”, ha dado nombre a una forma de vivir y entender el mundo que tiene, para las sociedades modernas, implicaciones muy profundas.
Así más o menos lo describió el escritor Alan Watts, principal introductor de las filosofías orientales en Occidente, en un libro que sin rodeos invita a vivir el Tao como una práctica personal de liberación, explicando el papel del individuo dotado de libre albedrío en un mundo que cambia contantemente de pautas.
Nos remitimos a las expresiones de Watts, que además fue poeta, místico, ecologista y filósofo que no concebía separar la existencia del sentido del humor, porque en esta compleja tarea de reflejar el taoísmo resultó certero y comprensible casi para toda la humanidad.
Si bien la palabra Tao tiene dos significados concisos, el escritor prefería no traducirla anticipando que se trata de un misterio que nunca se podría llegar a comprender. “Es una realidad profunda que jamás podremos llegar a definir”, dijo casi a modo de desánimo, pero lejos de eso en realidad, lo que quiere explicar es que sólo puede comprenderse en la práctica pasiva.
Hacer desde el no forzamiento
La inacción es el objetivo general de esta forma de vida. Un taoísta más o menos cree que si uno no hace nada, todo encajará perfectamente de forma natural.
De acuerdo a las reflexiones compartidas por el escritor, el Tao funciona por sí mismo, como todo lo natural, sin depender de algo externo y como tal tampoco puede ser controlado. Ese no forzamiento de las cosas (llamado en chino Wuwei) lleva a un fluir sin hacer, sin interferir ni con la naturaleza ni con uno mismo.
Todos sabemos lo que significa entorpecer nuestro propio camino, con las ansiedades o las preocupaciones provocando consiguientemente otras torpezas, y así todo se va encadenando en un mal hacer, en un mal día.
“El secreto del taoísmo, pues, consiste en aprender a dejar de ponernos obstáculos, dándonos cuenta de que el forzamiento no sólo no aumenta nuestra eficacia, sino que de hecho interfiere y obstaculiza nuestra actividad”, indicó.
A la par de esta idea principal general está también el principio de que la realidad es subjetiva. Por lo tanto, no existe una realidad o verdad real, sino piezas y partes de ella en los individuos.
Junto con estos conceptos generales hay tres virtudes principales llamadas los Tres Tesoros que colorean el pensamiento chino y son la compasión, la moderación y la humildad. También se pueden traducir al español como amabilidad, simplicidad y modestia.
El ying y el yang
Entre sus fundamentos, el taoísmo establece la existencia de dos fuerzas: una pasiva, otra activa, clásicamente conocidas como Yin y yang, que aparentemente se oponen aunque en realidad se complementan simultáneamente entre sí, es decir que son interdependientes de manera absoluta y funcionan como una unidad.
A modo de ejemplo, literalmente yang significa 'la ladera luminosa (soleada) de la montaña', y yin 'la ladera oscura (sombría) de la montaña'; entendiendo a la montaña como símbolo de unidad. Así, aunque representan dos fuerzas aparentemente opuestas, forman parte de una única naturaleza.
Por esto el taoísta no considera superior la vida a la muerte, no otorga supremacía a la construcción sobre la destrucción, ni al placer sobre el sufrimiento, ni a lo positivo sobre lo negativo, ni a la afirmación sobre la negación. Las cosas cotidianas e insignificantes tienen un sentido mucho más profundo del que se le da en occidente.
En sus orígenes creadores LaoTse distinguió dos aspectos, por un lado el Tao Eterno e indescriptible, y por otro lado el Tao como lo impermanente manifestado como existencia.
Del Tao eterno no se puede hablar ya que su naturaleza es incognoscible y trasciende la capacidad de comprensión humana, pero del Tao como manifestación o existencia si se puede hablar y es desde allí que se construye el taoísmo filosófico. Sin embargo ambos aspectos del Tao son inherentemente inseparables, son una misma realidad.
De todas maneras, para este "algo" eterno no existe nombre, dado que los nombres derivan de experiencias; finalmente, y por necesidad de ser descrito o expresado, se manifiesta en la existencia y se lo denominó Tao como traducción de “camino” o “sendero que conduce a la meta”.
Finalizando con los conceptos generales que más engloban su esencia, el taoísmo excluye el concepto de ley y lo sustituye por el de orden. Es decir, las cosas son de determinada manera debido a que su posición en un universo en permanente movimiento les confiere una naturaleza que las obliga a ese comportamiento.
Hay un taoísmo moderno
La forma de pensar materialista y el ateísmo de occidente han coloreado el taoísmo moderno en China de un tiempo a esta parte. Así, según la filosofía del materialismo dialéctico que se ha enseñado en China, la realidad se puede conocer a través de la experiencia sensorial física y la experimentación.
“La ciencia es objetiva. Los humanos saben lo que es real a través de la exploración y las pruebas científicas. Si algo no es científico, esto significa que es superstición y confusión”, se cree.
En la China moderna, la mayoría de la gente parece pensar de acuerdo con la filosofía materialista taoísta y atea. Algunas personas pueden tratar de explicar científicamente algunos conceptos taoístas como la vida después de la muerte o la inmortalidad, el Qi (energía vital) o Yin y Yang (esta creencia basada en que todo en el universo se compone de dos aspectos mutuamente opuestos e interdependientes).
La mayoría de los "taoístas" en China, que probablemente no se llamaría taoístas, practica la religión popular nativa que varía de un lugar a otro. Esta religión popular es más común entre los campesinos e incluye el culto a los antepasados, la lectura de palmas o Feng Shui.
Muchos chinos en la actualidad practican el ejercicio de Tai Chi o Qigong como una especie de taoísmo. Este ejercicio es especialmente popular entre las mujeres mayores, y se los puede ver practicando en grupos después del amanecer en lugares públicos de toda China.
El Tai Chi también se ha extendido a más de 150 países y regiones, con 150 millones de practicantes en el extranjero. Algunos taoístas creen en prolongar la vida o alcanzar la inmortalidad a través de técnicas internas y externas, mientras que otros adoran a dioses nativos o personales.
En los templos taoístas, las personas pueden adorar a los ídolos que representan una figura histórica, un dios inmortal o popular. Esta versión deísta es más común entre los chinos en lugares como Hong Kong o Taiwán que están fuera de la antigua China continental oficialmente atea y materialista, y algunos de los templos de Hong Kong y Taiwán son populares, grandes y bien organizados.