Hábitat y Conciencia
La danza, esa primitiva forma de comunicación que al paso de la historia se valorizó en arte de la expresión
La danza es una de las formas que ha encontrado la humanidad para expresarse, para darse a entender ante y con otros, y para conectar con lo más esencial de uno mismo. Incluso los animales tienen sus bailes de cortejo, conquista y ritual.
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Después de descubrir su propio movimiento, los hombres primitivos miraron a su alrededor y encontraron otros seres que podían moverse. De hecho, las pinturas rupestres de hace más de 10.000 años muestran dibujos de figuras danzantes asociadas con ilustraciones rituales y escenas de caza.
A medida que la línea de tiempo de la historia fue corriendo por los años, como ha sucedido con la mayoría de las cosas, este movimiento del cuerpo ha evolucionado y se convirtió en una disciplina, que en la actualidad es posible contemplarse y entenderse desde la comunicación, la poesía, la educación postural, el ejercicio físico, la filosofía y así sucesivamente entre las diversas ramas del arte y la cultura.
Sin embargo, vale decir que ha sido también parte de otros tipos de diálogos, asociados en un momento de la historia con la política, las cuestiones de poder y también con el machismo, suponiendo un condicionamiento a la mujer y su clase social como objeto de diversión, destinado a fines sexuales y marginalidad.
Muchas culturas todavía mantienen sus rituales en la danza para llamar a distintas energías, para concretar las uniones, recibir un nacimiento, potenciar el amor, el cuidado o para prepararse ante un evento especial. Eso, sin ir más lejos, es posible percibirlo muy palpablemente y de manera masiva en los medios de comunicación cada vez que los rugbiers neozelandeses presentan ante su adversario el “Haka”, característica combinación de canto, movimientos y gestos de la cultura maorí.
“Bailo lo que soy”
La carga histórica que las personas han ido acumulando en su genética, se han vuelto carne. Con ella, los movimientos fueron flexibilizando el cuerpo, la mente y las almas, abriendo un abanico de posibilidades a la expresión de las emociones y sentipensares.
No ha tardado mucho en convertirse en coreografías, con escenarios acordes y toda una obra montada para contar algo a un espectador cada vez más volcado a tratar de comprender de qué se trata. Una forma de comunicación que también gracias al tiempo fue concibiéndose como un idioma casi universal.
Esto, como la conciencia del cuerpo para el bailarín, han tenido una formación que llevó siglos. Afortunadamente con la evolución de la escritura, el registro de imágenes y la tecnología, hoy es posible encontrar algunos de los nombres que han hecho grandes cosas por esta forma de expresión.
“¿El viento? Yo soy el viento ¿El mar y la luna? Yo soy el mar y la luna. ¿Lágrimas, dolor, amor, vuelo de pájaro? Yo soy todos ellos. Bailo lo que soy. ¿El pecado, la oración, el vuelo, la luz que nunca estuvo en la tierra ni en el mar? Bailo lo que soy”, dijo alguna vez Isadora Duncan, una de las indiscutibles precursoras.
Las que rompieron el molde
Esta bailarina y coreógrafa estadounidense, nacida en 1877, fue la primera en abrir un nuevo camino en la danza al cuestionarse la verticalidad del ballet clásico, impulsándola como un lenguaje especifico de vanguardia.
Si bien causó un gran impacto en la sociedad del momento, las innovaciones de Duncan fueron bien recibidas y, aunque no hay registros, ni gráficos, ni materiales audiovisuales de su danza, se conservan múltiples escritos y reseñas de sus representaciones y de las de sus discípulas: las Isadorables.
A ella la sucedieron otro montón de figuras destacables que han llevado el ritmo a otros niveles y, por una cuestión de espacio, solo podremos distinguir a las más resonantes.
La libertad, el exotismo y los nuevos ritmos, como el jazz, fueron patrimonio de Joséphine Baker (Estados Unidos 1906), quien comparte su momento con su compatriota Loïe Fuller (1862) y la española Tórtola Valencia (Sevilla), cuya danza oriental de la serpiente se convirtió en una referencia en la época.
Estas bailarinas triunfaron con un estilo desenfadado, de carácter más popular, como el cabaret o el Charleston. Así, Baker por ejemplo, fue bautizada como la Venus de Bronce, por su danza salvaje, contorsionista y muy gestual que revolucionó la escena de los años veinte.
Otra gran innovadora en el ámbito del expresionismo fue Mary Wigman (1886), que defendía fervientemente la danza libre y sin ataduras. Lo hacía descalza, despeinada y al ritmo de una música de percusión japonesa, que resultaba completamente sobrecogedora.
Finalmente, la gran coreógrafa del siglo XX es Martha Graham (Estados Unidos 1894), quien se disputa con Duncan el mote de madre de la danza moderna. Esta eximia del movimiento diseñó un exigente método que hasta el día de hoy es estudiado por cualquier aspirante a bailarín.
Su objetivo fue mostrar las pasiones como alegría, tristeza, ira, miedo, amor y deseo, a través del movimiento y de la respiración, y para ello situó el centro del cuerpo en la región del plexo solar y potenció las contracciones pélvicas.
Belleza de movimientos simples
Podría decirse con certeza que Isadora Duncan influyó de manera trascendente en los movimientos de baile, pues inspiró un estilo de vida completamente nuevo.
Su forma de vivir inspiró a la gente a expresarse a través de la danza, y si bien se la nombra generalmente como pionera, fue mucho más que eso.
La mejor forma de explicar su técnica es “belleza de movimientos simples”, así bien lo consigna Carolina de Pedro Pascual, bailarina del Teatro Colón con gran trayectoria. A pesar de sus malos momentos, como su filosofar wagneriano, sus tragedias personales, su muerte y muchas otras conspiraciones que sensacionalizaron su memoria.
Isadora creía firmemente que “toda alma anhelaba expresarse en la danza y que la danza debería ser una parte esencial de la vida moderna”, y bajo esa filosofía fundó varias escuelas en Europa.
El enfoque novedoso de Duncan fue evidente en sus primeras clases. Creía que la fantasía es lo que debes seguir. Ella siguió su fantasía e improvisó, enseñando “cualquier cosa bonita que se le ocurriera”. No le gustaba el aspecto comercial de las representaciones públicas y despreciaba las convenciones.
Rompió las convenciones e imaginó la danza como un arte, rastreando las raíces hasta el arte sagrado. Apoyó los movimientos libres y naturales, y se inspiró en las danzas folclóricas, las danzas naturales, la naturaleza, las danzas sociales, las artes griegas y mucho más. Ella trajo un nivel y un enfoque completamente nuevos al baile, lo que requirió un atletismo que incluía saltar, saltar, saltar, lanzar, correr y mucho más.
Se alejó así de la técnica rígida del ballet y la devolvió en un arte elevado, no a una forma de entretenimiento. Fue quien puso al plexo solar como la fuente de todo movimiento, complementado luego por Graham al potenciarlo con las contracciones pélvicas.
Todo ese estilo se baila en la actualidad y, podría asegurarse, configura la base para cualquiera de las modalidades que proliferan tan rápidamente como las variedades musicales. “Si pudiera decir lo que siento, no valdría la pena bailarlo”. Fue otra de las célebres frases que dejó Isadora Duncan como legado indispensable.