Primera Temporada, capítulo 3
HUERTA DOMICILIARIA: evaluar, reconocer y adaptar las condiciones del suelo para un cultivo exitoso
Todas las semanas, un capítulo más en El Eco, en la web y en nuestro podcast.
En esta nueva entrega, desde El Eco de Tandil a través de Hábitat y Conciencia, consideramos necesario describir los tipos de suelo con los que es posible encontrarse al momento de plantar las verduras, hortalizas o leguminosas, y cómo acondicionarlo para que resulte el ideal.
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Entonces, habiendo podido elegir un lugar, considerando todas las recomendaciones brindadas en la publicación anterior, resulta útil conocer si la tierra con la que se dispone en el terreno es apta para que crezcan los cultivos, principalmente en caso de que se vaya a suelo directo. Por el contrario, si la opción escogida apunta a cajones o macetas, también es importante saber qué tipo de sustratos se van a necesitar, y con qué abonar en cualquiera de los casos.
Por otro lado, en esta etapa ya se comienza a hacer uso de la tierra que resulte del compost, ya que como explicó Mario Parodi en la primera edición, es un reciclaje de orgánicos que tiene muchas ventajas para abonar los cultivos en sus diferentes estadios.
Como hay diferentes tipos de superficies y unas son más apropiadas para ciertas plantaciones que otras, a la hora de diseñar un jardín o huerto es elemental reconocer el terruño. No es complejo. Eso puede ser posible sólo con observar bien su color, sentir su olor o palpar su textura.
Los componentes de la tierra
En principio, para poder identificar, vale señalar que toda tierra de cultivo se compone de arena, arcilla y limo, que vendría a ser el barro pero compuesto con restos orgánicos. De hecho es gracias al limo que en numerosas ocasiones hablamos sobre suelos arenosos, arcillosos o con muchos nutrientes.
En la tierra, la arena aporta soltura y el buen drenaje, sin embargo el exceso de ella probablemente termine convirtiendo al terreno en seco y demasiado suelto, por lo que el agua se iría enseguida sin retener. Por esto, precisamente un suelo arenoso no es apto para huertos, plantas o flores, aunque sí para ciertos tipos de césped.
Una forma de comprobar si la tierra con la que se dispone es arenosa, es prestando atención al tamaño de los granos o partículas, por ejemplo si son más gruesos y al agarrar un puñado se escapa por entre los dedos con facilidad y soltura.
La arcilla, por el contrario, son las partículas más finas existentes en la tierra y aportan la nota de pesadez y adherencia al terreno. Este componente retiene muy bien la humedad y posee muchos nutrientes, por lo que un suelo arcilloso es perfecto para ciertos tipos de cultivos y árboles, aunque muy inadecuado para otros.
En este caso para identificarla, se puede tomar un puñado, fijarse si se forman grumos y al humedecerla se logra una especie de barro con el que incluso se podría moldear. La espesura de este componente hace que la tierra sea más difícil de trabajar que el resto, sin embargo en cantidades adecuadas es imprescindible.
Un equilibrio de partículas
La tierra que podría entenderse como “perfecta”, deduciendo de todo lo anterior, es aquella que combina en partes iguales la arena que aporta soltura y buen drenaje; la arcilla que aguanta más la humedad sin excesos y aporta nutrientes, y el limo que equilibra la mezcla.
En verdad es difícil encontrar este tipo de suelo exactamente, a no ser que tu huerto sea en macetas o cajones, entonces al comprarla es más factible elegir la composición ideal. Sin embargo, en caso de ir a suelo directo, también puede lograrse. Simplemente hay buscar la forma de compensar, contrarrestar y estabilizar las cantidades según la textura que de cada terreno.
Cuando se halla un terruño demasiado arenoso, la mejor manera de optimizarlo es añadiendo compost casero orgánico o arcilla. Ambas cosas sirven. Acá la cantidad es criteriosa, entonces se deberán agregar esos recursos hasta creer que se está logrando una textura media, ni muy suelta ni muy grumosa.
Si, en cambio, la tierra es naturalmente arcillosa, es simple equilibrarla, ya que únicamente bastaría con incorporar gradualmente arena hasta conseguir un suelo suelto, para que no retenga demasiada humedad, porque de lo contrario acabará ahogando las raíces de la planta.
Para canteros o macetas
Ahora bien, quienes puntualmente vayan a obtener sus cultivos en macetas, canteros verticales, cajones, baldes o cualquier otro recipiente que cumpla con las condiciones de profundidad mínima de 40 centímetros y buen drenaje, o sea, que permita hacer algunas perforaciones en la base para que el agua de riego no se acumule, deben tener en cuenta otros detalles.
En estos casos, para empezar, sí hay que colocar una capa de cinco centímetros de piedras en el fondo, lo que requerirá de un control periódico para que los orificios de drenaje no se obstruyan.
Aunque en cualquier vivero es posible conseguir la tierra lista y óptima para volcar en los canteros, es importante no olvidar que la composición del sustrato de las macetas es muy importante cuando se trata de hortalizas, ya que cada planta extrae del suelo los nutrientes que luego formarán el fruto.
Por eso, desde esta sección enfatizamos que un buen suelo se logra mezclando tierra negra con distintas proporciones de otros materiales, por ejemplo: 40 por ciento de tierra negra de buena calidad, 30 por ciento de arcilla y 30 por ciento de compost.
Luego de cada ciclo productivo deberá reemplazarse parte del sustrato por material nuevo y aportar los nutrientes necesarios mediante fertilizantes orgánicos e inorgánicos, pero a eso ya lo veremos a su debido momento.
De todas maneras, a medida que las variedades elegidas empiecen a crecer, cada uno podrá ir notando si alguna no se expresa al cien por ciento en ese suelo y así reconocer qué podría faltar en ese equilibrio, o exceso de qué hay.
Hablando de las variedades, no se pierdan la próxima entrega de Hábitat y Conciencia porque allí vamos a profundizar en los pasos para elegir las más apropiadas para esta temporada y las preferibles para suelo directo o maceta y cómo hacerlo. Este y los episodios anteriores es posible escucharlos en El Eco Podcast, a través de la plataforma Spotify.