Entre solsticios y equinoccios, y la fuerza energética espiritual que gira en torno al sol en invierno

Por estos días mucho se ha hablado del solsticio, un acontecimiento astronómico que se produce dos veces al año, en junio y en diciembre, y que marca el inicio de una nueva estación. Así, el 21 de junio comenzó el invierno en nuestro hemisferio.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailSin embargo, para la humanidad, este evento significa mucho más que la iniciación de una nueva temporada, ya que trae una oleada energética distintiva que principalmente invita a la introspección.
Es la estación más fría del año, la que tiene días más cortos y noches más largas, en estos tiempos pareciera que todo en la naturaleza duerme, como si hiciera una pausa con el fin de reunir la energía necesaria para resurgir en todo su esplendor durante la primavera.
Así como hay dos solsticios, también hay dos equinoccios, y esta vez desde “Hábitat y Conciencia” nos propusimos contar un poco más sobre estos fenómenos, qué significan y qué fue lo que comenzó con la llegada del 21 de junio, para aprovechar las vibras que resuenan ahora y retroalimentarse espiritualmente. Pero primero serán necesarios algunos tecnicismos.
Una cultura universal
Desde este 21 de junio, la Tierra emprendió el camino a un nuevo solsticio de invierno, que básicamente está vinculado a la inclinación de la órbita de la Tierra en relación al Sol y que influye en la cantidad de luz solar que recibe cada mitad del planeta, lo que a su vez determina el cambio de las estaciones.
La palabra solsticio viene del latín Solstitium, que significa sol quieto, puesto que su altura en el cielo al mediodía parece mantenerse durante varios días. En el de invierno, la bola de fuego alcanza su altura más baja del año en el cielo, y en el de verano, la más alta. Como resultado, el 21 de junio resulta ser el más corto del año, en cuanto a horas de sol para este lado del planeta.
Por otro lado están los equinoccios, palabra que proviene del latín Aequinoctium y significa noche igual. Los equinoccios ocurren el día (y hora) en que la noche y el día tienen aproximadamente el mismo número de horas, o hay cerca de 12 horas de día y 12 horas de noche. Entonces, así como en verano e invierno están los solsticios, en primavera y otoño rigen los equinoccios.
Estos fenómenos astronómicos están conectados con las estaciones, las cosechas y el sustento. Por lo tanto, muchas culturas celebran diversas combinaciones de los solsticios, los equinoccios y los puntos medios entre ellos, lo que lleva a que surjan varios días festivos en torno a estos eventos.
Desde hace milenios y en distintas partes del mundo sostienen a conciencia que tanto los equinoccios como los solsticios simbolizan la fertilidad de la tierra, los sistemas de producción agrícola y alimentaria, el patrimonio cultural y sus tradiciones milenarias.
De hecho, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció que la celebración de esos eventos es una encarnación de la unidad del patrimonio cultural y las tradiciones de siglos de antigüedad. “Es gracias a este tipo de celebraciones que se fortalecen los lazos entre los pueblos sobre la base del respeto mutuo y los ideales de paz y buena vecindad”, expresaron desde la organización mundial.
La quietud del invierno
El solsticio de invierno llegó, y esta estación, que abarca el fin de un año y el inicio de uno nuevo, es una época de paz y descanso, en la que las plantas y los árboles que perdieron sus hojas a lo largo del otoño permanecen así durante el invierno, mientras que muchas especies de animales hibernan para conservar sus reservas de energía ante la falta de alimento disponible.
Aunque el ser humano no necesita hibernar, el clima de esta temporada invita más a quedarse en casa y hacer de estos meses un momento propicio para la introspección.
Así, espiritualmente, la quietud que caracteriza al invierno fomenta a crear un espacio interior de conexión con uno mismo, para meditar, reflexionar, hacer un balance de lo ocurrido en el año, analizar los aprendizajes obtenidos de los errores, agradecer por los logros y todas las cosas buenas que han sucedido y establecer metas para el futuro.
Al igual que el sol que renace en el solsticio de invierno, se dice que nacen nuevas posibilidades. Así que culturalmente sostienen que es el tiempo indicado para cerrar ciclos como para planear nuevos comienzos.
En la estación que comenzó a transitar este hemisferio hay un “renacimiento del sol”, de hecho la llaman “la cuna espiritual en la que nace el sol”, y se cree que posee una poderosa energía para la regeneración, la renovación y la reflexión. Así, favorece al fluir de una energía tranquila, con la oportunidad de mirar hacia adentro del ser y concentrarte en lo que se quiere y se necesita.
La cuna del sol
No es casual que también el 21 de junio sea el Día Internacional del Sol. El astro es la fuente de energía más grande para la Tierra y los seres vivos. Sin él, las plantas no podrían hacer la fotosíntesis, proceso fundamental para la existencia de la vida.
Además, es el responsable de la variación de la temperatura, de las estaciones del año, los fenómenos meteorológicos y de muchos otros factores vitales para la vida en el planeta.
Con el solsticio de invierno, comienza un nuevo ciclo solar. Los rayos brillan en la oscuridad y nutren la vida que hay que cultivar. Todo esto se refleja en la naturaleza, en las semillas que están enterradas en la oscuridad de la Tierra para salir una vez más con los rayos vivificantes del Sol. Los árboles y plantas llevan su savia a las raíces para fortalecerse y prepararse a florecer en primavera.