Hábitat y Conciencia
Agroecología en Villa Aguirre, una rica experiencia de vergel comestible, aprendizaje y ensamble vecinal
En enero de este año, a partir del trabajo conjunto del Municipio de Tandil y la Iglesia de Cristo Cielos Abiertos, se volvió realidad la idea se sumar una nueva huerta comunitaria agroecológica que replique la experiencia desarrollada en La Movediza. Esta vez en Villa Aguirre.
Recibí las noticias en tu email
Si bien las gestiones comenzaron antes desde la Secretaría de Desarrollo Humano y Hábitat con el apoyo y asesoramiento de la Coordinación de Agroecología "El Arraigo" de la Dirección de Asuntos Agropecuarios de la Secretaría de Desarrollo Productivo, fue con el inicio del 2021 que el proyecto se materializó.
En un espacio de 900 metros cuadrados, ubicado en la calle Darragueira al 2300 y facilitado por la Iglesia, diagramaron los canteros y adquirieron semillas y plantines para las plantaciones, pero primero debieron hacer ardua limpieza del terreno. Exitosamente, las familias del barrio ya cosechan sus frutos y hoy avanzan con la construcción de un invernáculo.
Al pasar al portón que está al fondo de la propiedad, inmediatamente se respira la naturaleza en todo su esplendor, y de manera muy ordenada. Los bancales prolijamente ubicados en similar distancia, con los nombres de cada especie; las bandejas con las nuevas variedades asomando en su propio rincón, los árboles cobrando altura y la estructura del espacio que terminará cerrado para ampliar la producción.
Todo crece en un armónico trabajo comunitario, que se ha vuelto indispensable para muchas de las familias que diariamente ocupan su tiempo, comparten con otros, aprenden y llevan alimento a sus hogares. De hecho, la huerta surgió con la premisa del autoconsumo.
Sembrar, esperar y compartir
“Esto era un basural prácticamente”, describió María Paz Rey, una de las personas que conforma el equipo que diariamente trabaja en el huerto. Los pastos altos y residuos en el terreno demandaron mucho trabajo, pero lejos de acobardarse procedieron a mejorarlo y, como si fuera poco, paralelamente arrancaron con algunos talleres para invitar a los vecinos a participar.
En esos encuentros explicaban, por ejemplo, como sembrar una semilla y cada uno se fue a su casa con bandejas cultivadas para cuidar hasta tener el sitio con los bancales listos para trasplantar.
Desde ese entonces la marcha no se detuvo más y comenzó un camino de cuidado comunitario del lugar, que hoy cuenta con muchísimas variedades de verduras que cosechan y comparten entre todo. Además, se plantaron aromáticas y algunos árboles frutales para que a posterior también den sus frutos al vecindario.
Al verlos interactuar y escuchar cómo se refieren al grupo, puede apreciarse simplemente que han conformado una especie de familia. Hoy son 11 quienes trabajan en el mantenimiento y cuidado de la huerta en sí, pero después hay un equipo de trabajo rotativo de otras cinco personas que se ocupa del montaje del lugar, más los coordinadores que acompañan en los procesos administrativos o institucionales.
Para sembrar fueron eligiendo especies de estación y también hubo algunas incorporaciones acordes a los gustos de quienes trabajan allí día a día. “Las habas estaban planificadas, pero algunas chicas querían que sí o sí hubiera, entonces se pusimos más de las que teníamos pensado", explicó Rey, en coincidencia con Nicolás Felipe, quien también comparte sus conocimientos con en el desarrollo de la producción.
Para el momento de la cosecha tienen su dinámica ya definida, ya que el grupo tiene una reunión mensual, donde se trabajan todos los asuntos relacionados a la organización de la huerta, entre ellos este.
Ya pudieron recolectar algunas hojas de acelga, rúcula y hojas de remolacha para compartir, incluso estando en invierno cuando la proliferación siempre merma, intentando repartir de manera equitativa para todos.
Las puertas siempre abiertas
“El criterio es ser justos y que alcance para todos los que trabajan”, indicaron con la fe puesta en que cuando esté el invernáculo a pleno la cantidad inevitablemente aumentará. Pero así como no llegaron al límite en la producción, tampoco está todo dicho en cuanto a la participación de los vecinos, porque la idea es que todas las personas que se enteren y quieran sumarse puedan hacerlo.
La huerta es un espacio abierto y allí los va a recibir con amor, para compartir los conocimientos y trabajar codo a codo. “Pensamos que aquí puedan encontrar un lugar donde abastecerse, pero también un espacio de aprendizaje, de encontrarse con otros y de sentirse acompañado”, explicaron.
Incluso el espíritu es totalmente receptivo a poder desarrollar nuevos nichos dentro del gran proyecto, de acuerdo a los intereses de quienes se van acercando. “Bienvenidas todas las iniciativas”, motivaron y pusieron en valor “el gran tesoro” que tiene el grupo en su función de sostén y verdadero ímpetu comunitario.
Al tiempo de la tierra
Si bien saben que es un montón lo que se ha logrado en este medio año de existencia, el entusiasmo los lleva a pensar constantemente en querer hacer más y a pensar todo el tiempo en nuevas ideas.
Ahora, con el invernadero en marcha, el trabajo será similar al que debieron realizar afuera aunque en otro formato. Nicolás contó que hay diversas maneras de generar una producción y lo que eligieron para el exterior estuvo más pensada en lo estético, con líneas que delimitan bien los caminos por donde circular.
En tanto que en el interior, reveló que buscarán un diseño con surcos y una impronta más “selvática” que claramente se notará más en el verano, donde ya saben que el desafío de las plantas de tomates será grande, por el mantenimiento.
Es que mientras la gente planifica y trabaja, la naturaleza sigue su curso y fluye en sus tiempos, y así sucederá con “el bosque de alimentos”, como llamaron a uno de los espacios donde plantaron árboles de limón, naranjas, mandarinas, ciruelos y nuez pecan, con una integración de rúcula, repollo, espinaca y varias aromáticas, nativas y no nativas.
Si bien en un principio pensaban recostarse básicamente en especies originarias de la zona, pensaron que el romero tenía que estar, el cedrón no podía faltar, el poleo y la salvia resultaban indispensables y ninguna de ellas, como otras especies de las huertas, son oriundas de esta tierra, pero están muy bien adaptadas.
“Está buenísimo haber logrado una buena mixtura de todas esas buenas voluntades productivas, porque así podemos abastecer y complacer a todo el equipo que está trabajando”, reflexionó Felipe, quien además de la emulsión vegetal, destacó el ensamble social que se va logrando en torno a la huerta de sus inicios, con todo lo que queda por delante.