Por Daniel Xodo

(Fernando I de Castilla y Aragón, rey de Aragón, 1380-1416)

La Reconquista española, que iniciara Don Pelayo en la batalla de Covadonga, fue un larguísimo proceso político, militar y cultural (casi 800 años) impulsado en gran medida por la voluntad de imponer el cristianismo sobre el islam -que había conquistado España- y que culminaría con la toma de Granada por los Reyes Católicos, en 1492.

Ocho siglos que definirían la idiosincrasia española. Avances y retrocesos. Dudas y decisiones arriesgadas. Derrotas importantes como en Alarcos y batallas decisivas como la de las Navas de Tolosa.

Antequera, cerca de Málaga, que los romanos llamaron Anticaria, tuvo presencia del hombre desde la prehistoria. Iberos, tartesios, fenicios, cartagineses, romanos y árabes habitaron sus tierras.

Fernando I de Castilla y Aragón, hijo del rey Juan I de Castilla y de Leonor, hermana del rey de Aragón, tenía escasas posibilidades de reinar. No era heredero del trono de Castilla que correspondía a su hermano mayor. No obstante, su padre le otorgó desde pequeño cuantiosas posesiones, rentas y privilegios, que ampliaría considerablemente mediante su casamiento con una tía –cinco años mayor que él-, que apodaban “Rica Hembra”.

La muerte de su hermano, el rey de Castilla, lo convierte en regente de su sobrino, heredero del trono pero menor para reinar en soledad.

Esta regencia le permite enriquecerse aún más, y hacerlo con sus familiares, pero choca con la viuda del rey que también ejercía la regencia de su hijo, y esta desavenencia hará que limiten su poder a la zona meridional de la península ibérica, donde está Antequera, en posesión del reino nazarí de Granada.

Emprende una campaña contra el reino nazarí atacando Antequera, las tropas musulmanas resistieron hasta la llegada de Fernando, quien los derrota y decide cercar la ciudad aún sin los medios apropiados. Cuando le llegan son escasos y casi inútiles, escalas cortas, bastidas incendiadas. Pero no ceja. Genera correrías por la zona donde bate a los enemigos. Quema cuernos y pezuñas de animales para generar humo que perjudique a los sitiados. Rellena fosas para poder acceder a las murallas. Rechaza propuestas de paz enviadas por el rey Yusuf de Granada. El asalto debe ser demorado por vientos.

Cuenta la leyenda que una madrugada, dudando Fernando sobre el asalto final, se le apareció un joven que le dijo: “Salga el sol por Antequera… y que sea lo que Dios quiera”.

Antequera cae y sus habitantes, con bestias de carga prestadas por los vencedores, se refugian en la cercana Archidona.

A la muerte sin herederos de su tío, el rey de Aragón se le presenta la oportunidad de ofrecer su candidatura al trono y comienza una veloz y eficaz campaña política –sobornos, concesiones a nobles e influyentes para ganarlos a su favor-. No era el único candidato, pero su habilidad política, su prestigio y capacidad militar lo fueron colocando en posición privilegiada.

Ante la defección en ayudar en la guerra de uno de sus principales contendientes es nombrado, en el Compromiso de Jaspe, Fernando I, Rey de Aragón, y apodado “El Justo” o también “El Bueno”, lo cual era su aspiración y seguramente lo que Dios quiso.

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“Salga el sol por Antequera… y que sea lo que Dios quiera”