Por Daniel Xodo

(La visión de Constantino, emperador romano, 272-337)

¿Sueño? ¿Visión? ¿Relato? Distintas perspectivas lo califican diferente. Para algunos, una especie de epifanía o teofanía. Una visión. Para otros, un sueño. Y también hay quienes afirman que fue un ardid del propio Constantino para motivar a sus soldados, muchos de los cuales practicaban secretamente el cristianismo, frente a una batalla donde todo indicaba que iba a ser derrotado, pues esta era la opinión de sus propios generales.

Según relata luego el mismo emperador, la noche anterior a la batalla, estando en su tienda de campaña, frente a él se hizo una intensa luz en el centro de la cual apareció el signo del nombre Cristo que luego llamaríamos “Crismón”; la letra X cruzada verticalmente por P (la letra griega ro). Anagrama de Cristo en letras griegas. Y este hecho dio lugar a enormes cambios en la historia del mundo.

En el siglo III, el cristianismo, que había crecido considerablemente en Oriente y Occidente, no era perseguido por motivos estrictamente religiosos sino porque amenazaba la estructura del Imperio.

Los cristianos se negaban a adorar a dioses que protegían cada actividad de los romanos (los había para casi todas), por lo cual muchos consideraban que sus dioses protectores eran despreciados con el riesgo que ello implicaba pero también, en medio de la crisis que en el siglo III afectaba a Roma, eran vistos como una amenaza a la estabilidad política y la cohesión del Imperio Romano.

Diocleciano, que era tenaz perseguidor del cristianismo, había creado un sistema (la Tetrarquia) para ser más eficaz en el gobierno del Imperio, dividiéndolo administrativa y políticamente en Oriente y Occidente, y logrado mejorar la situación. Luego de su abdicación y retiro a un palacio que dio lugar a lo que hoy es Split en Croacia, la sucesión de los poderes había entrado en crisis y las disputas por el mismo serían resueltas por las armas.

En el año 306, Majencio se proclama emperador y ello dispara los conflictos. Casi de inmediato, las tropas en Britania proclaman a Flavio Valerio Constantino. La guerra estaba planteada.

Majencio era decididamente anticristiano. Constantino no era cristiano pero toleraba esa nueva religión, quizá porque su madre Helena sí lo era.

Majencio se atrinchera en Roma y Constantino marcha hacia ella con un ejército muy inferior, la mitad dicen los historiadores. Imposibilitado de tomar la ciudad, se sitúa frente al Puente Milvio.

Inexplicablemente, tal vez confiado en la superioridad de sus fuerzas, Constancio sale de Roma y ataca. Es repelido ferozmente y cae al Tiber ahogándose con muchos de sus soldados.

Constantino ya era emperador de Roma.

Pocos años después, de acuerdo con Licinio, emperador de Bizancio establecen la libertad de cultos mediante el Edicto de Milán, llamado también Edicto de Tolerancia.

En el año 324, derrota a Licinio en la batalla de Crisópolis quedando como único emperador y un año después, convoca al Concilio de Nicea, considerado el primer concilio ecuménico de la Iglesia Católica.

Constantino no se convertiría formalmente al cristianismo hasta muy cerca de su muerte y sobre ello se han abierto un sinnúmero de especulaciones. Años después de su muerte, Todosio convierte el cristianismo en religión oficial del Imperio Romano.

No hay dudas en los historiadores sobre el ánimo de sinceridad habitual en Constantino. Tampoco las hay en que, haya sido sueño o visión, el hecho cambió completamente el curso de la Historia de la Humanidad.

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