Por Daniel Xodo

(Julio César -100 a.C./ – 44 a.C.-, político y militar romano)

Cayó Julio César. A más de 2000 años de haber vivido, es uno de los hombres más conocidos de la humanidad. En la historia de su vida se entremezclan dioses y hombres en los planos existenciales que griegos y romanos concebían. Nace en la Subura, populoso barrio de Roma habitado por senadores. Y también por artesanos comerciantes y prostitutas Su familia no es rica. Pero es antigua y presume de ser descendiente del mismísimo Rómulo, el fundador. Y a través de él de Eneas, -escapado de Troya- de la diosa Venus.

Es educado en su propia casa, por un esclavo liberado, en retórica, gramática, griego y latín. Y se destaca en sus habilidades como jinete.

Huérfano de su padre en la adolescencia, se convierte, según la costumbre romana en “pater familias” y es designado como sacerdote público de Júpiter (flamen dialis) y como tal debe casarse y ser ejemplo de moralidad y recato, por lo tanto toma por esposa a Cornelia.

Sila, el dictador, lo intima a repudiar a su esposa y casarse con alguna joven de la aristocracia para estar entre los suyos.

Se cuenta que responde al mensajero que le lleva la indicación: "Dile a tu amo que en César sólo manda César" y, naturalmente, debe huir para no ser asesinado.

Roma sufre por entonces los enfrentamientos entre “optimates” que no quieren resignar el poder que ejercen desde siempre, y los “populares” que buscan participar en el control de la “res publica”

A pesar de su origen aristocrático -o quizá a causa de él- adhiere a la causa de los populares en Roma, al igual que su tío Mario (gran político y general romano) y debe huir a la muerte de este, perseguido por Sila, que ve en él una amenaza peor que la figura de Mario, y esconderse hasta que el dictador, convencido a su pesar de perdonarle la vida, le permite regresar. “En César hay muchos Marios”, advierte Sila a los optimates.

César logra destacarse como abogado acusando a un cónsul corrupto. Aunque pierde el juicio, quizá por venalidad de los jueces. En otra oportunidad, nuevamente como fiscal de un gobernante logra ganarlo, pero nuevamente el acusado escapa al castigo merced a su amistad con los jueces.

Una circunstancia de su vida -relatada por Plutarco- nos permite vislumbrar los singulares rasgos de su personalidad.

Habiéndose marchado al Oriente para completar su formación en retórica y filosofía, o tal vez escapando de Roma, es secuestrado por piratas cilicios que infestaban el Mediterráneo y hacían de esa tarea su medio de vida. Sin conocer al cautivo resuelven pedir 20 talentos por su rescate. En Roma, estaba alrededor de 20 kg. de plata cada talento. Al saberlo, César les recrimina. Deben pedir por lo menos 50 talentos para su rescate.

En su cautiverio juega con sus captores, les lee sus escritos, se burla de ellos y les asegura que cuando sea liberado los perseguirá, atrapará y crucificará.

Cumple su promesa, pero demostrando su compasión ordena que sean degollados previamente para evitarles el sufrimiento de morir en la cruz.

Crece militar y políticamente en distintos cargos, promoviendo leyes que benefician al pueblo, entre ellas la Ley Agraria que contemplaba el reparto de tierras a veteranos y gente pobre. Y también en prestigio organizando espectáculos extraordinarios.

Conquista, pacifica y organiza las Galias y lo relata en latín , en lo que se considera aun hoy una obra maestra de la literatura, “ La guerra de las Galias”.

Cuando Pompeyo asume el consulado es presionado para atacarle por los “optimates” que desconfían de él.

Temiendo los movimientos de Pompeyo, se instala en Ravena. El día anterior al famoso cruce del poco caudaloso río Rubicón, hace sus actividades habituales y por la noche sale de incógnito al camino. Algunos cuentan que pasó parte de la noche perdido, sin embargo al alba ya estaba en Ariminum (hoy Rímini). Había cruzado con sus soldados la frontera entre la Galia e Italia, lo que equivalía alzarse en armas contra la República (y contra Pompeyo).

De los muchos relatos del momento, quizás sea el de Suetonio (en “Vida de los doce Césares”) el más poético. Julio César advierte a sus hombres: “Ahora todavía podemos retroceder, pero si atravesamos este pequeño puente todo habrá de resolverse por las armas”. Ocurre, entonces un hecho prodigioso. Un hombre de gran estatura y belleza aparece sentado en un lugar cercano tocando la flauta, acuden al oírlo aldeanos y soldados, y entre ellos trompetas, le arrebata el instrumento a uno de ellos y se lanza al río alentándolos a seguirlo, lo cual motiva a Julio César a exclamar “vayamos a donde nos llaman los prodigios de los dioses y la iniquidad de nuestros enemigos, alea iacta est!” (La suerte está echada).

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“Alea iacta est . . .”