Experiencias
Una pausa deliciosa en el spa del Hotel Amaike
La experiencia de tres horas en el circuito de agua y gimnasio, con una sesión de masajes relajantes, es muy gratificante. Calma y armonía con increíbles vistas a las sierras, a minutos del centro. Con una cálida atención y una merienda exquisita, se convierte en una tentadora opción para desconectar de las obligaciones.
Por María Paula Rodríguez
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Detener la rutina para relajarse inmerso en las mejores vistas de la ciudad. La palabra pausa cobra verdadero sentido en el spa de Amaike. A unos minutos del centro, el hotel que limita con un cerro de piel granítica se convirtió en el vigía de El Valle de Tandil Golf Club.
Desde el acceso, al tomar la calle de ascenso desde avenida Don Bosco, comienza la aventura. Nos recibe una loma que cada tanto se ameseta. A mitad de camino, el progreso se hace evidente en una avanzada obra de asfalto que abraza el camino que desemboca en el hotel.
De estilo hogareño, pero elegantemente moderno y de escala amigable, el hotel es la calma misma. En el hall, Facundo nos recibe con un tono amable y nos conduce al sector del spa, totalmente renovado para brindar más confort a los huéspedes y visitantes. Tras una breve explicación sobre las instalaciones y servicios, nos deja solas para comenzar un circuito de tres horas de armonioso disfrute.
El primer paso es por el impecable vestuario que cuenta con todas las comodidades. Allí se abrieron dos caminos: comenzar por el gimnasio o pasar directamente al circuito de agua. Con mi amiga Floren nos inclinamos por la bata espesa que nos abrazó y acompañó durante tres horas exquisitas de relax.
Me aventuré primera en el gabinete de Estefanía, ambientado con música suave y aromatizantes. Durante treinta minutos, los masajes relajantes de pies a cabeza lograron que olvidara al resto del mundo con ayuda de la respiración. La hidratación de la piel con cremas y aceites colaboró en las maniobras descontracturantes.
Al salir del gabinete, un vaso de limonada en la estación de hidratación y luego de una ducha tibia, la tentación de la pileta que balconea al campo de golf y el barrio cerrado. Acercarse lentamente al muro de vidrio y fundirse con las vistas increíbles desde adentro del agua no tiene precio. Ya cuando Floren regresó de sus masajes, el agua y las sierras nos hicieron perder la noción del tiempo.
La tarde de spa continuó por los saunas, tanto seco como húmedo. Los receptáculos vidriados nos permitieron seguir disfrutando de las vistas espectaculares y minimizar cualquier sensación de encierro.
Tras otra ducha tibia, una amorosa estancia en las tumbonas calientes con sus efectos positivos para los músculos, la circulación y el sistema nervioso. La calma nos invadió definitivamente y perduró durante el resto de la jornada.
En los minutos finales, antes de la merienda, nos volvió a llamó la pileta revestida una hermosa cerámica de tonos celestes pasteles. El ruido particular del agua con los cuellos de cisnes fue para nosotras como una canción de cuna. La temperatura justa para moverse lentamente y llegar al límite del paisaje mismo. Para dos amantes del agua permanecer dentro de esa piscina era una sensación única.
Con mente y cuerpo en armonía, aún en el aquí y ahora, volvimos a nuestra ropa para dirigirnos al restaurante del hotel Amaike. Elegimos una mesa junto a la terraza y nos sentamos con las sierras al frente, cuando el atardecer se adivinaba ya freso en las alturas del cerro.
Enseguida, Ignacio nos sirvió un reconfortante café con leche, acompañado por un plato abundante de frutas -banana, naranja, frutillas y kiwi-, pan, mermelada y queso crema, jamón y queso, todo para compartir. Las estrellas de la mesa fueron los carrot cake en formato de muffins con frutos secos y una cobertura de merengue perfumado con naranja. Húmedos y esponjosos, completaron el recuerdo dulce de nuestra experiencia en Amaike.
Cerca de las 18, salimos del hotel. A esa hora se nos vencía el hechizo que nos había convertido en dos turistas en nuestra propia ciudad para volver a ser dos madres que además del trabajo llevan y traen niños al colegio, deportes y actividades especiales. Allí, la ventaja mayúscula del hotel inmerso en las sierras que garantiza regresar en 10 minutos al centro de la ciudad.
¡Qué se repita este respiro necesario, gratificante y amoroso! Todos lo merecemos...
Secretaria de Redacción de El Eco de Tandil. Licenciada en Comunicación Social orientación Periodismo (UNLP)