Construyendo certezas
Por Lorena Carmody
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Es más que evidente que vivimos tiempos de incertidumbre en múltiples dimensiones -tecnológica, cultural, económica, social, sanitaria- por la pandemia que atravesamos… Prácticamente no hay un ámbito de la realidad que no conlleve hoy un alto nivel de incertidumbre.
Mi propuesta hoy es dar una respuesta a esta condición que se me hace estructural de los tiempos que nos toca vivir.
Si buscamos la definición de incertidumbre, encontramos que es “la falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo”, o sea, que en ella se juega un factor externo que es la certeza sobre lo que pasará en un futuro más o menos cercano y dos elementos internos como la seguridad y la confianza, los cuales dependen mucho de nosotros y de nuestra actitud frente a lo incierto.
En tiempos de múltiples protocolos para tantas cosas, quiero proponerles uno para enfrentar la incertidumbre, el cual denomino “El Método de las tres P: Propósito + Proyecto + Plan”.
En primera instancia, y haciéndole honor al Día del Trabajo, esta propuesta metodológica nos interpela a generar nosotros una acción positiva y proactiva, más allá de la perplejidad que una realidad tan cambiante y azarosa nos produce. Ante todo nos asumimos como protagonistas y no como víctimas de la situación, que nos proponemos vivir como un desafío y no como un problema.
El primer paso es definir un propósito, un destino, un puerto, que trascienda los vientos y las otras condiciones climáticas que enfrentamos y enfrentaremos.
Mi mayor desafío como coach en esta instancia es hacer las preguntas precisas, que ayuden a mis clientes a habitar silencios que hablan… y de los que emergen las mejores respuestas. A desafiar sus creencias y abrazar la propia historia, lo bueno y malo, porque en definitiva somos una composición de todo: nuestra experiencia, lo que creímos, lo que nos dijeron que creamos, los aciertos y desaciertos, triunfos y derrotas, y eso que somos nos convierte en únicos, irrepetibles y excepcionales.
Descubrir lo que queremos desde lo más profundo de nuestro ser parece fácil y sin embargo, ¡muchas veces es lo más difícil!
La definición del propósito nos permite darle dirección y flexibilidad a nuestras acciones. Comenzamos a mirar más allá de las circunstancias que nos rodean y comprendemos mejor los escenarios futuros posibles. Al interrogar nuestro interior, obtenemos la confianza que necesitamos, potenciamos nuestra creatividad y reforzamos la seguridad en nosotros mismos.
Como decimos en coaching, el lenguaje genera realidad, y creamos aquello en lo que creemos, definir nuestro propósito sin duda nos acerca a lo que deseamos y nos aleja de aquello que las circunstancias pretenden imponernos.
Visualizada esta aspiración, pasamos al segundo paso, el de diseñar un proyecto que nos permita llegar al destino deseado, contemplando las condiciones posibles que tendremos en el viaje y calibrando los recursos materiales y emocionales que llevaremos como equipaje. Definir objetivos “smart”, analizar la competencia, los riesgos, la audiencia, son algunos de los puntos a tener en cuenta en esta instancia.
Desde mi mirada, los proyectos habitan en nosotros, sólo es necesario prestarnos atención y escucharnos… el silencio es un gran aliado. Casi siempre las restricciones están en nosotros y en nuestra forma de mirar las cosas (juicios) y es ahí donde tenemos que desafiarnos a la hora de diseñar nuestro proyecto.
Una vez definido el propósito y el proyecto, nos queda un tercer paso que es diseñar un plan de acción, nuestra hoja de ruta, que incluye responsables, plazos e hitos concretos para avanzar en el logro de la meta deseada.
Confiados y optimistas, en tiempos de dudas como los que vivimos, con un propósito, un proyecto y un plan, ponemos manos a la obra y nos transformamos en constructores de nuestras propias certezas.