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Dos jóvenes chinos estudian (y enseñan) en la Unicen: la historia de Yuening y Hongliang en Tandil
Tienen 23 años, y son parte de un programa de intercambio. Las marchas, el mate, los amigos y su vida en la ciudad.
Aurora (Yuening ) y Andrés (Hongliang) son dos jóvenes de 23 años, oriundos de China, que hace 6 meses llegaron a Tandil para estudiar y dar clases en la Unicen. A días de haber terminado el curso gratuito de introducción al idioma Chino que brindaron en el Rectorado, dialogaron con El Eco de Tandil y contaron sus días en la ciudad. Su sorpresa porque en Argentina pudieron hacer amigos de diferentes edades, el conocer la inflación, ir a los supermercados chinos locales, animarse a compartir mate, adaptarse a un ritmo de vida mucho más tranquilo que el frenético de su país, y ser parte por primera vez de una marcha de estudiantes, fueron algunas de las vivencias que destacaron de una verdadera experiencia de intercambio cultural.
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“Nunca había pensado que puedo tener un amigo que no sea de mi misma edad, pero en Argentina es así. Y los argentinos se besan mucho”, dijo Aurora. “La gente fue muy amable, muy especial. Siempre nos ayudaron. Cuando visité tiendas o supermercados, todos me preguntaron siempre de dónde soy y muchas cosas”, sumó Andrés al comienzo de una extensa charla a la que asistieron con Milagros, una de las tutoras que los acompaña, y hasta los llevó entre otros paseos argentinizantes, a un cumpleaños de 15. “Eso fue fenomenal”, aseguraron.
La universidad pública los recibió desde el primer día. Más allá del contexto de crisis y reclamo al gobierno nacional por un financiamiento que por lo menos le permita a la casa de estudios continuar funcionando, la Unicen dispuso de dos tutores para los estudiantes y acompañó todo el proceso. Como parte de su objetivo de promover instancias de formación que abran las posibilidades a vincularse con distintos países, la universidad generó el curso de idioma chino que le permitió a 17 asistentes –de manera gratuita para los estudiantes y ad honorem de parte de los profesores- contar con una introducción a la lengua y la cultura del gigante asiático. “Aunque fue muy difícil la pronunciación, aprendimos un montón de cosas”, señaló Milagros, que además de tutora fue también alumna del curso.
Andrés nació y creció en Liuyang, una ciudad cercana a Pekín. Por su parte Aurora es oriunda de Qingyang, pero también vivió en Xi´an, un lugar que supo ser la capital china y es famosa tanto por sus monumentos históricos como por albergar a los Guerreros de Terracota.
Pero a Tandil ellos llegaron directo desde Dalian, donde actualmente estudian un posgrado como parte de su formación en Filología Hispánica. Ambos tuvieron que destacarse en el estricto examen final del secundario para poder acceder a su carrera, que más allá del amor por el español, eligieron “porque no se necesita matemática”, como bromearon.
“Yo sabía que en muchos países se habla español, y en el futuro podría viajar por todo el mundo. Pero en aquel entonces, cuando lo elegí, no sabía que era tan difícil”, dijo Aurora con una perfecta pronunciación y acento argentino. “Es un idioma que tiene influencia en China, porque muchas universidades de allá están ampliando esta carrera. El español está cada día en un nivel más alto, y hay un montón de gente que está hablando de este idioma”, sumó Andrés.
Desde ese lugar empezaron un vínculo con la cultura argentina que no solo los llevó a vivir en Tandil, sino también leer y estudiar a Samanta Schweblin y hasta traducir las cartas de Manuel Puig.
Dos chinos en Tandil
Casi 20 mil kilómetros separan a Dalian de Tandil. La ciudad china es un centro costero que se recorta sobre un paisaje de montañas y en donde llega a hacer 15 grados bajo cero en invierno. Pero a mediados de abril, cuando llegaron directo desde Ezeiza, a Aurora y a Andrés les tocó un típico domingo tandilense, algo desolado y con mucho frío.
“Estaba lloviendo, y no había nadie. Estaba todo cerrado y pensamos ‘¿Qué pasó acá?’. Las tiendas estaban cerradas. Y eso fue un poco diferente porque en China, todos los días todo está abierto. Estábamos cansados después de tanto viaje. Como estaba cerrado, no podíamos conseguir unas mantas para cubrirnos, pero Inés nos envió dos, que todavía están en nuestras camas, y eso nos ayudó mucho”, contaron sobre la pequeña odisea a su llegada y la ayuda de Inés Sack, directora de Relaciones Internacionales de la Unicen.
El resto, fue adaptarse. En un comienzo al español nacional. “Al principio no entendía muy bien, la verdad. Porque acá el español es muy diferente. Nosotros aprendemos principalmente español de España. Pero poco a poco, con el curso, nos fuimos acostumbrando. Y ahora prefiero hacerlo así. Ya no digo ‘tú’, sino ‘vos’. No digo ‘quieres’, sino ‘querés’, es más fácil. Pero al principio me decían ‘vení’ y yo pensaba ´ ¿Qué es vení?´”, explicó Aurora.
Lo que más les llamó la atención de Tandil, dijeron, fue la naturaleza “muy impresionante”, pero también que “se come más saludable”. Si bien contaron que en su país hay una mayor variedad de alimentos, “acá todo es más saludable porque es original y muy natural. En China decimos que los jóvenes siempre comemos algo con tecnología”.
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A partir de cambiar dinero de su beca de estudio, conocieron de primera mano el aumento de precios en el país. “Acá hay inflación”, señalaron sobre el descubrir que mes a mes suban los valores de los productos en los supermercados.
Entre otras experiencias, por primera vez formaron parte de una marcha estudiantil en el marco de la defensa de la universidad pública. Pero también fueron a un cumpleaños de 15 que “fue fenomenal, porque nunca antes habíamos participado en una fiesta así, fue muy impresionante para nosotros”, y pese a su resistencia se animaron no solo a tomar mate sino a compartir de la misma bombilla con otras personas. “Pero a mí me gustó el tereré”, aclaró Aurora.
Además, descubrieron que “como en casi todo el mundo”, en Tandil también existen los supermercados chinos. Aunque no pudieron entablar diálogo porque, explicaron, quienes allí trabajan se comunican mediante dialectos. “Para nosotros también es muy increíble, porque son casi todos de una misma ciudad, una misma provincia y un mismo pueblo. Hasta son parientes. Cuando vamos a un supermercado chino, le hablamos en chino porque entre los chinos no hablamos español. Pero cuando si ellos se comunican entre sí, no podemos entender nada. Porque hablan en dialecto. Tienen una parte dialectal muy fuerte, y nosotros no. Nosotros hablamos casi mandarín”, trataron de aclarar más allá de las complejidades de un idioma tan particular como diverso.
De cara al futuro, los estudiantes regresarán a China en los primeros meses del año próximo. “Tenemos que graduarnos, todavía nos queda un año y medio. Y después, depende de la suerte”, expresaron. Antes de despedirse agradecieron el acompañamiento de los tutores y destacaron que el intercambio fue “reciprocal (sic) y beneficioso”. Pero también, sumó Aurora, no descartan el poder volver. “Yo quería quedarme acá, me encanta Tandil y la Argentina, tengo mucho por explorar”, sostuvo.
Estudiar (en la universidad pública) en Tandil
En Tandil, los jóvenes también son estudiantes de la Unicen. Andrés cursa seminarios de la Maestría en Teatro de la Facultad de Arte y Aurora lo hace en la Maestría en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas.
A la ciudad llegaron seleccionados por una convocatoria del gobierno chino que surgió de un convenio marco de colaboración entre la Universidad de Dalian y la Unicen. A partir de su estadía- y como contraparte a su formación- fueron docentes de un curso de iniciación al idioma chino que impartieron para 17 estudiantes y no docentes de distintas facultades. La coordinación del taller y el acompañamiento a los jóvenes estuvo a cargo de la Dirección de Relaciones Internacionales perteneciente a la Secretaría de Relaciones Institucionales de Rectorado.
Pero a Aurora y Andrés les llamó la atención la diferencia entre el régimen de cursadas en China y el que se imparte en Argentina. “Acá, cada seminario dura más o menos 30 horas. Y estas 30 horas se concentran en una semana. O sea, dentro de una semana vos tenés que cursar todos los días. Cada día por casi 3 horas, 6 horas incluso. Entonces es muy concentrado, digamos. Intensivo”, explicó Andrés.
“Allá en China es diferente. Es más largo, y cada semana vos tenés una hora y media para cada asignatura. Y dura en total 4 meses. Hay que adaptarse y concentrarse. Acá mis seminarios duran más o menos un mes, son concentrados viernes y sábados en días de 4 horas. Son de ciencias sociales y vemos sociedad argentina, economía, economía y política latinoamericana”, agregó Aurora.
“Y también hay una diferencia muy clara entre estos dos sistemas educativos. Es que acá todos nuestros compañeros de clase son mayores. No son jóvenes de nuestra misma edad. En nuestro campus los estudiantes somos casi todos de la misma edad”, sumó Andres. “Acá la gente después de trabajar va cursar lo que le interesa. Pero en China somos estudiantes desde primaria hasta posgrado”, completó Aurora sobre otra de las diferencias que encontraron.