La ciencia detrás del huevo duro perfecto
Investigadores italianos creen haber dado con la clave para lograr un huevo duro ideal gracias a la ciencia.

Cocinar un huevo duro puede parecer una de las tareas más simples en la cocina, pero lograr esa combinación ideal entre una yema suave y una clara bien cocida es, en realidad, más complicado de lo que parece. Durante generaciones, chefs y aficionados han probado técnicas de todo tipo sin encontrar una fórmula infalible. Ahora, un grupo de investigadores italianos cree haber dado con la clave gracias a la ciencia.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailDesde la Universidad Federico II de Nápoles, un equipo especializado en estructuras de materiales se propuso analizar el proceso de cocción del huevo utilizando herramientas de simulación computacional. El resultado fue una metodología precisa que responde a una cuestión fundamental: la clara y la yema necesitan temperaturas diferentes para alcanzar su punto justo.
Según publicaron en la revista Communications Engineering, la clara (compuesta principalmente por albúmina) solidifica de forma óptima a 85 grados centígrados (°C), mientras que la yema alcanza su mejor textura a unos 65 °C. Este desfase térmico explica por qué a menudo se cocina demasiado una parte o se deja cruda la otra.
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Para resolverlo, los investigadores desarrollaron un sistema de cocción alternada. Durante poco más de media hora (32 minutos exactamente), el huevo se traslada de forma intermitente entre dos baños de agua: uno caliente, cercano al punto de ebullición, y otro más templado, a unos 30°C. Según explicaron, este vaivén térmico permite que ambas partes del huevo se cocinen de manera progresiva y balanceada.
El resultado parece el que todos esperamos: una clara firme pero no gomosa, y una yema cremosa, con un color profundo y una textura suave. Como si fuera poco, el método también ayuda a conservar mejor los nutrientes del huevo, algo que entusiasma tanto a nutricionistas como a los apasionados por la gastronomía.
Aunque el objetivo inicial del estudio no era revolucionar el arte culinario, sino explorar los comportamientos físicos de las estructuras alimenticias, lo cierto es que esta técnica ha capturado el interés de quienes disfrutan combinar cocina y ciencia. Una muestra más de cómo la investigación académica puede tener aplicaciones tan sorprendentes como útiles en lo cotidiano.
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