Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

Era intendente de Tandil Antonio Santamarina y secretario Vicente R. Bergalli, cuando allá por el año quince, por iniciativa del titular del Departamento Ejecutivo comunal, se habilitaron las ferias francas, destinadas a abaratar los costos de la canasta familiar, en momentos de la cruda crisis económica originada por la Primera Guerra Mundial.

Habiendo tomado posesión la Intendencia de la manzana donde hoy está la Escuela Normal Santamarina, Marconi, 4 de Abril y Constitución, hoy Mitre donde habían estado las instalaciones de la Sociedad Rural, se habilitó el frente de la misma, que daba a la primera de las calles mencionadas y un gran sector del interior, para reunir allí a los productores y revendedores de toda clase de productos alimenticios de primera necesidad y varios.

Las ferias funcionaban los días domingos, desde las primeras horas del día hasta las 12, aproximadamente.

Los vendedores concurrentes a la feria según la ordenanza respectiva estaban eximidos del pago de todo impuesto municipal y una hora después de la fijada como término para su funciona miento, los feriantes debían hacer la limpieza de los respectivos locales, bajo pena de que aquel que así no lo hiciera, perdía el derecho a ocupar el local.

La Inspección General, en unión de la Inspección Veterinaria, tal como establecía el reglamento respectivo, debía invitar a concurrir a la feria a los chacareros, quinteros, vendedores ambulantes de artículos de abasto y alimentación y a los comerciantes e industriales de cualquier ramo de la ciudad.

La dependencia comunal del área llevaba un registro de los expositores, muniéndolos de un carnet como único salvoconducto para su permanencia en ella, en el que se registraba nombre y apellido, feria a la que pertenecía, número de orden que ocupaba y comercio a que se dedicaba.

El expositor que faltaba a dos ferias consecutivas sin causa justificada, perdía todo derecho al carnet, el que le era retirado por Inspección General.

Estaba absolutamente prohibida la exposición sobre el suelo de los artículos que se ponían a la venta, los que debían ser depositados en mostradores o tarimas.

Los expositores sólo podían ocupar con sus respectivas mesas, tarimas, mostradores, canastos, jaulas, etc., una superficie de doce metros cuadrados, dejando con los expositores vecinos, un espacio no menor de un metro y medio.

Estaba absolutamente prohibida la venta al por mayor de ningún artículo y ésta solo debía hacerse directamente al consumidor. También estaba prohibida la venta de hongos sin envase. Y era obligatorio, durante las horas de funcionamiento de las ferias, el uso de un delantal blanco, en las personas que atendían los despachos de los puestos.

Los residuos, en general, debían ser depositados en cajones, que al efecto debía proveerse cada expositor, tratando, siempre que fuera posible, que quedara oculto a la vista del público.

Todos los artículos que se exponían a la venta, asimismo, debían ser presentados en estado de sanidad, higiene y madurez adecuados a las normas vigentes.

La venta de animales de trabajo -sólo se permitía que fuera no más de uno- debía ser hecha directamente por el interesado, quien era munido de un boleto de propiedad a tal efecto. La mediación de intermediarios, estaba absolutamente prohibida,

La venta de animales podía efectuarse, además, siempre que el interesado fuera munido de un certificado médico, en el que se justificara la tuberculinización efectuada y con resultado positivo.

En cuanto a los vendedores de carne, debían colocar en lugar visible el certificado expedido por la Inspección Veterinaria del reconocimiento de la res.

Los vendedores de productos de cerdo, debían poner también, en lugar visible, el certificado de la Inspección Veterinaria

como que los mismos eran aptos para el consumo.

Los vendedores de leche, además de las condiciones higiénicas en que debían presentarse, debían pedir el análisis del producto antes de efectuar la venta. Toda infracción estaba sujeta a una multa de dos a diez pesos moneda nacional, según el carácter de la infracción, pudiendo en casos extremos retirarse el carnet al expositor.

Otra de las disposiciones relativas a las ferias, determinaba que la Inspección General, de acuerdo con la Inspección Veterinaria, tenía a su cargo la distribución de locales y su instalación, la vigencia, fiscalización y cumplimiento de las disposiciones establecidas, adoptando todas las medidas que tendieran a asegurar el propósito de su creación, que era el de contribuir al abaratamiento de los artículos de consumo de primera necesidad.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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Las ferias francas