Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

Ya por 1875 las carretas que salían del Tandil transportaban manteca y queso. por lo general. Qué por lo general servían para alimentar su dotación en los viajes largos, lo que no impedía vender en sus puntos de llegada pequeñas partidas destinadas para ello, o muchas veces algún sobrante de lo que se empleaba para el consumo propio.

El acondicionamiento de estos productos as más práctico que higiénico. El queso se guardaba en vejigas de vaca que eran colgadas en las traviesas del techo de la carreta y la manteca en vejigas de ovejas guardadas y conservadas la mejor manera posible.

Seguramente la fabricación de queso y manteca se hacía por aquellos tiempos “a la que Dios es grande", como decir los antiguos. Además, nuestra vaca criolla, que era la única que surtía la materia prima, carecía de condiciones de lechera, porque en aquellos tiempos eran desconocidas las leyes de la zootecnia, que hoy han convertido a los animales en verdaderas máquinas de producir.

Sin embargo, poco a poco y a medida que se poblaban los campos, la actividad se fue desarrollando, hasta que en 1888 Console Mottalini se estableció con una pequeña fábrica de queso y manteca, atendiendo simultáneamen un reparto de cien litros de leche diarios.

Instaló su pequeña fábrica en la quinta de Juan Falsa, ubicada un poco a la derecha del acceso al lugar que hoy ocupa el Monte Calvario, pasando el arroyo Blanco.

En el primer año de labor adquirió 300 litros diarios de leche a Falsa, de los cuales 100 destinaba a atender su pequeño reparto y 200 para la fabricación de quesos -imitación gruyere- y un poco de manteca.

Al año siguiente, 1889, aumentó su adquisición a 500 litros de leche diaria, destinando 400 para la elaboración.

En el año 1890, dos años después de la iniciación de su actividad, se trasladó a la chacra del señor Justo Lavayen, para continuar su fabricación; pero, ya con 30 vacas lecheras de su propiedad. Y le iba tan bien el negocio que, además, debía comprar 200 litros de leche diarios.

Tres años más tarde, ya contaba con 100 vacas lecheras, de las cuales 15 pertenecían-según él mismo decía - a una pichincha, ya que las había comprado por sólo 16 pesos cada una.

Al año siguiente -1894- liquidó el tambo, ya con 150 vacas de su propiedad, a fin de establecer una sociedad con José María Iturralde, entrando él como socio industrial e instalando una fábrica en el campo San José, de propiedad del señor Félix Bernasconi.

Comenzó la producción de la nueva empresa con 300 vacas lecheras, mestizas Durham, dedicándose a la fabricación de quesos solamente, por espacio de 13 años; es decir, hasta 1909, en que fue liquidada la pequeña empresa.

En ese lapso, fabricó un promedio de 40.000 kilos de queso por año.

En 1908 Mottalini se instaló nuevamente en el campo "La Esperilla", donde llegó a elaborar 3.000 litros de leche diaria.

Un año después de haber sido transformado el pueblo en ciudad -en 1896- se inició una especialización en la industria lechera: la cremería. Un señor Enrique Scoch, instaló una pequeña fábrica por cuenta de la firma inglesa Lovel y Christmas.

El capital con que se inició esa rama de la industria, fue de 50.000 libras esterlinas.

En aquella época, no contándose con tambos, los resultados fueron realmente pobres, ya que sólo se llegó a 25 kilos diarios de manteca, lo que de ninguna manera respondía al capital invertido.

En vista de estos resultados, la sociedad Lovely Christmas resolvió cambiar de gerente, nombrando al señor Enrique Reynolds, en 1897. Y habría de ser éste quien le diera un impulso realmente significativo a la explotación.

En 1900 ingresó a la empresa el señor Alfredo Wesley, asociándose con Reynolds, para alquilar la fábrica a la firma inglesa hasta el año 1905, en que la compraron en la suma de 10.000 libras.

En junio de 1910 Wesley compró a Reynolds su parte y en octubre de 1912 estableció con los señores Nuñez y Cia. una sociedad anónima, pero ya no solo para la fabricación de manteca, sino también para la fabricación de queso, alcanzando con el tiempo una jerarquía tal, en cuanto a la aptitud de sus productos, que llegó a tener justificado renombre tanto en el país como en el extranjero.

Continuará.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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La primitiva industria lechera - Cap. 1