Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

La noche memorable del 14 de septiembre del año 23, había quedado atrás. Pero, no tanto como para que la euforia del pueblo argentino por la hazaña de Luis Ángel Firpo en Polo Grounds, decayera, siete meses más tarde, cuando la mañana del 17 de abril nacía en Tandil Alberto Daher.

Días antes la Ciudad había sobrepasado en un año el siglo de existencia y los ecos del "combate del siglo", de aquel puñetazo demoledor del "toro salvaje de las pampas", sacando fuera del ring al imbatible Jack Dempsey campeón del mundo y de sus asientos a 85.000 aficionados, seguía repercutiendo como nunca en el ánimo del país, acrecentada la bronca por el despojo inaudito del que había sido víctima el pugilista argentino.

Esa euforia y esa bronca generó rápidamente la idea de la muchachada de entonces de imitar la hombruna pujanza, la hercúlea fortaleza física, de quien había provocado la primera caída ridiculizándolo al más grande entre los grandes, en el mundo entero.

Así fue como se produjo un estallido incontenible de gente ávida de pelear, para poner a salvo el honor. No ya a cuchillo, a punta de facón, como hasta entonces se resolvían las cuestiones relativas a la reputación de las personas, sino calzando un par de guantes, para dirimir, de ahí en más, el prestigio pugilístico argentino.

Así fue como fueron quedando atrás las hasta entonces habituales confrontaciones callejeras. Cuando en una esquina cualquiera para demostrar su guapeza o, simplemente, para sacarse las ganas un muchachito le mojaba la oreja a otro -o marcaba una raya en el suelo para saber si era capaz de pisarla- y de allí surgía la pelea callejera, la piña en el ojo y... la inevitable "chocolata".

Esto fue reemplazado, en parte, por los entusiastas enfrentamientos pugilísticos que habían comenzado llevándose a cabo en el cuadrilátero de "El Noctámbulo" (San Martín y Chacabuco), de Esteban Turbau, y algún otro que había en el barrio de la Estación. Tras la hazaña de Firpo, surgieron los escenarios del "Stadium Tandil" (Rodríguez 960), del "Boxing Club" (Paz 1060, luego Colón 1160), el Cine Odeón (9 de Julio al 700), el "Garden Park", de Fran cisco Furchi (España al 900), el de las "Ferias Francas" (hoy Escuela Normal) de los hermanos Almada. Los de los clubes Excursionistas, Defensa Tandil e Independiente y del Teatro Italiano (Alem al 700), entre otros. De donde fueron surgiendo valores de la talla de John Walter (Serafín Murrone), Joe Peters (Blas Primitivo "Pi- chin" Barrientos), Marcos Ruggero, Néstor Freitas, Héctor Molina, Héctor Cepeda, los siete hermanos Sagrega, Tato Barraza y muchos más.

Este era el clima de entusiasmo, de euforia colectiva y desbordada en torno al deporte de los puños, en el momento que ganó la calle, con la muchachada del barrio de San Martin al 1000, el "turquito" Daher. A quien no le dio por el oficio del padre sirio -carpintero- o el de sus siete - hermanos, cuatro varones y tres mujeres.

Con una estilizada figura atlética, una vista de lince y una agilidad felina, sin abandonar su simpatía innata y su permanente sonrisa estereotipada en sus labios, prefirió abrirse camino a puñetazos, entre las sogas de un cuadrado, rindiéndole culto al que por entonces era el más rudo de los deportes.

Tardes enteras de ring, de puching ball, de bolsas de arena, de footing... sirvieron para comprobar que tenía dinamita en los puños, que sabía ubicar las manos en el castigo, con un golpe de vista y una ligereza excepcionales.

Y, también, para demostrar que mientras el rugido de las tribunas enardecidas, reclamaba golpes y más golpes al estilo de Raúl Angerami, ese muchacho del mismo barrio que, a la sazón, excitaba a las multitudes con su hombruna pujanza y sus directos lanzados en busca del "nocaut"- él era capaz, también, de agitar a la muchedumbre adicta, poniendo y sacando guantes, esquivando los envíos ajenos e impactando los propios, con un arte de la esgrima pugilística que era todo un alarde de sapiencia y tecnicismo excepcionales.

Así, Alberto Daher llegó a constituirse en la figura por excelencia del pugilismo tandilense de todas las épocas.

A partir de su debut como amateur el 13 de noviembre del año 37, realizó -hasta el 25 de septiembre del 46- ochenta y nueve peleas, prevaleciendo en la mayoría de ellas ante rivales de singular jerarquía, tanto argentinos como uruguayos, ecuatorianos, chilenos, peruanos y paraguayos.

Ubicado en la categoría medio mediano (luego welter) y convertido en una verdadera máquina de boxear, fue el único pugilista argentino que por cuatro veces consecutivas conquistó los campeonatos nacional y latinoamericano de box: en Ecuador, Perú, Uruguay y Argentina.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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El "Turquito" Daher: una máquina de boxear