Fuente: archivo El Eco.

Autor: Juan R. Castelnuovo (1935-2022).

Hasta que en 1915 fue inaugurado Palace Hotel -administrado y dirigido por la firma que explotaba, al Savoy Hotel de Buenos Aires- era el "Hotel de Roma", como se le denominó en principio -"Gran Hotel Roma”, como se lo llamó después- el mejor de la Ciudad.

Si bien el "de la Piedra Movediza", de Dhers -9 de Julio y Pinto- fue el primero en importancia durante la segunda mitad del siglo XIX, el Roma -fundado por el italiano Carisio Bosata, en 1881- introdujo sustanciales mejoras, que le permitieron contar con la predilección de los turistas, tanto por la confortabilidad de sus habitaciones, como por la buena cocina y la esmerada atención.

Cuando el Palace -en el edificio que hoy ocupa la Universidad- pasó a ser el hotel ideal para la gente de afuera, por su gran confort, sus espléndidos departamentos, esmerado servicio, cocina de primer orden, selecta orquesta, canchas de tenis a una cuadra -donde después estuvo el Banco Hipotecario- y un hermoso salón de fiestas, con visión desde los pisos superiores a todo el pintoresco entorno urbano, el Roma, que hasta entonces competía con ventaja con el "Maritorena" (Paz y Sarmiento, donde hoy se levanta un edificio de varios pisos), pasó a manos de Alejandro B. Bosatta, quien amplió la construcción -donde funciona actualmente el Centro Polivalente de Arte, Pinto y Alem- dotando al hotel de 100 habitaciones, cincuenta de las cuales contaban con baño privado. Ofreciendo, a partir de entonces, un excelente confort e higiene. Con el mantenimiento de la cocina tradicional y de los mejores vinos.

A tanto llegaba el empeño de Bosatta para satisfacer a sus clientes, que en épocas de carnaval mandaba construir un palco especial para que pudieran ver el corso, que por allí pasaba, con mayor comodidad. Resultando varios de ellos heridos, en una oportunidad, cuando excedido de peso se derrumbó y unos cuantos turistas fueron a parar al Hospital.

El hotel de Esteban Maritorena, no le iba a la zaga en lo que a calidad de las comidas concierne y era el sitio preferido para los grandes banquetes, sobre todo de la clase media, por motivos de distinta índole: despedidas, casamientos, demostraciones, agasajos, etc.

También se comía muy bien, aunque el alojamiento no era tan bueno, en el Hotel Francés frente al Roma, hoy playa de estacionamiento, y en el Kaiku, ubicado en Gral. Paz y Mitre. Pero, la modalidad de ambos entre sí y con respecto a los demás, difería en cuanto a que estos dos últimos, lograban la preferencia de una clientela muy particular, en cada uno de los casos.

Mientras al Francés iban, preferentemente, los integrantes de esa colectividad y los adictos al deporte de la pelota a paleta, que diariamente despuntaban el vicio en el frontón ubica do a los fondos de la casa -entre ellos Antonio Santamarina antes, durante y después de ser comisionado e intendente de Tandil- al Kaiku concurría, por lo general, la gente de campo, los amigos de la baraja, el vermouth y los ratos amenos, en torno a las mesas bien servidas, donde se exteriorizaba en plenitud la grata camaradería. Sobre todo en épocas en que Martín Garrayalde primero y Pablo Idiart después, estuvieron al frente del negocio. Y era costumbre de la casa, en circunstancias en que se facturaban cerdos para el consumo propio, que los primeros en probar las morcillas y los chorizos, los quesos de chancho y los codeguines, debían ser los clientes -desde luego que en forma gratuita- para aprobar la mercadería que después consumirían".

El Roma era otra cosa. De la misma manera que el "Francia" reunía, en Colón y Machado, preferentemente, a la gente ferroviaria y el "Ramírez" de los Armendáriz -San Martin al 750- a los viajantes, el hotel de Bosatta apuntaba al turista y a una clientela más selecta. Como el "Manantial", "El Laberinto" y el "Sierras" -después el Edén- se empeñaban en ofrecer al forastero el panorama serrano -en torno al idílico Manantial de los Amores- y el aire puro de Tandil, sumamente codiciados, por entonces, en el país entero.

En torno a las mesas bien servidas de todos estos hoteles y de otros, además del esparcimiento, del descanso, de la degustación apetitosa, se gestaron grandes cosas.

En el hotel de Dhers, nació el Comité Radical. En el Roma, el Banco Comercial. Y muchos negocios e infinidad de ideas y proyectos se lanzaron en torno a las mesas, entre copa y copa dándole gusto al estómago, al mismo tiempo- en una época de holgura, a la que resultará difícil volver.

NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 25 años por El Eco de Tandil.

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El Gran Hotel Roma