Y un día culminó el debate en el TOC 1, celebrado en cuatro maratónicas audiencias desarrolladas en dos semanas en las que se ventiló una sórdida historia de presuntos abusos contra una joven con discapacidades físicas y cognitivas, vulnerabilidad que fuera aprovechada por quien era su novio y dos amigos para forzarla a mantener relaciones sexuales.Así fue la acusación que había adelantado el fiscal en el inicio del juicio y ratificaría en su alegato final, el pasado viernes. Más precisamente, acusó al trío de imputados de “Promoción o facilitación de la prostitución de mayores de edad agravada por llevarse a cabo mediante violencia, amenazas y aprovechando la situación de vulnerabilidad de la víctima”.Por el delito endilgado, pidió penas de prisión de 8 a 5 años de acuerdo al grado de responsabilidad que le enrostró a cada uno de los que se sentaron en el banquillo de los acusados, de los cuales dos de ellos quisieron declarar ante el juez y seguidos por un público que estoicamente mantuvo la atención en un juicio de audiencias muy extensas que ahora aguardan por el veredicto del juez Albino Gallicchio, a ventilarse el venidero 30 del corriente mes.Como se había detallado en estas páginas en ediciones pasadas, una tesis diametralmente opuesta ofrecieron las defensas de los implicados. Cada uno con sus respectivas valoraciones, coincidirían en procurar poner en crisis la credibilidad de la víctima y acentuar en la influencia a la que habría sido sometida por su propio entorno, léase madre y hermanos, a la hora de presentar la denuncia ahora llevada a juicio.Tal se informó oportunamente de lo que había decantado en las primeras dos jornadas, el entuerto versó sobre el grado de vulnerabilidad de la víctima a la hora de ser influenciada, sometida a los designios de los demás.Mientras que la acusación alegó sobre ese rasgo para ser explotada sexualmente por los imputados, los defensores plantearían que en todo caso la influencia, la manipulación &nbsp;se habría elucubrado desde el entorno familiar para motorizar la denuncia y así negarse a aceptar que la joven, más allá de sus discapacidades no era incapaz de mantener relaciones sentimentales y sexuales&nbsp; por su propio deseo, voluntad.Se dijo, la víctima fue diagnosticada con&nbsp; síndrome de rubeola congénita, con afaquia hipoacúsica neurosensorial bilateral, con dificultad del manejo de las nociones temporales, con expresión verbal disminuida, con déficit intelectual y con solo pensamientos concretos. La citada patología, la colocaba en un grado de indefensión ante los señalados -al decir del fiscal- que la sometieron sexualmente a cambio de dinero y&nbsp; hasta un par de zapatillas.<h3>La acusación</h3>“Es una niña en un cuerpo de mujer”, se reiteró en el alegato del fiscal Marcos Eguzquiza, a lo que adhirió la particular damnificada Florencia Alaniz, quien agregó que a la joven la usaron, la cosificaron y luego desecharon, aprovechándose de la asimetría de poder frente a la citada vulnerabilidad.Para sostener esa hipótesis, el fiscal valoró la prueba incorporada al expediente y lo ventilado en el debate. Desde el testimonio de la madre y la propia víctima –vía Cámara Gesell-, como también del aporte que hicieron las profesionales y peritos tratantes, que definieron el grado de vulnerabilidad de la joven.“Su necesidad de formar vínculos la tornaban frágil, vulnerable y manipulable”, subrayó el fiscal en su hora de alegato.Para ejemplificar el estado de ingenuidad, inocencia, recordó los propios dichos de la víctima, que aún no entendía por qué tenía que acostarse con los amigos de su novio.Precisamente a la hora de apuntar contra los acusados, aludió a hombres adultos, amigos, capaces, que llamativamente contaron -ayer y hoy- versiones distintas sobre las escenas sexuales y la relación que los unía a la joven.No obvió detenerse en lo que declaró una vez imputado Pablo Sebastián Haenhel (por consejo de su defensa ahora en el juicio no declaró), quien reconoció el sometimiento sexual contra la joven en manos de quien era el novio, Leonardo González Orellano.Respecto al retraso madurativo diagnosticado a Haenhel, el fiscal se anticipó al alegato de su defensa señalando que no era el mismo grado de vulnerabilidad que la víctima, y que de hecho supo formar una familia –dos hijos- y mantener su propio negocio con su taller de chapa y pintura.Tras enumerar demás conceptos aseverados por las peritos y psicólogas que se escucharon en las audiencias, Eguzquiza daría por terminado su alocución, no sin antes pedir condenas.A más detalles, solicitó que Leonardo González Orellano sea sentenciado a 8 años y seis meses de prisión. En tanto que para Néstor Alfredo Maidana y Pablo Sebastián Haenhel pidió 6 años y seis meses, y cinco años y cuatro meses, respectivamente.En representación de la familia, la letrada Alaniz exigiría un monto algo mayor para el trío. De 10, siete y cinco años de prisión.<h3>La defensa</h3>Con sus respectivos intereses y tonos a la hora de esgrimir sus argumentos, &nbsp;los defensores alegarían críticas a la acusación y su respectiva prueba de cargo, pidiendo en consecuencia la absolución de sus pupilos.También como lo habían anticipado en sus lineamientos al inicio del debate, el defensor oficial Pablo Molina Marañón, el letrado Jorge Dames y los también particulares Alejandro Broitman y Manuel Cánovas, achacaron sobre la escasa, sino nula prueba contra sus representados. Incluso poniendo en discusión la tipificación del delito enrostrado.Con la interpretación de las pruebas ventiladas en las cuatro audiencias, se buscó derribar la imagen de una joven vulnerable, apelando a que sus discapacidades no la limitaban a tomar sus propias decisiones, incluso en lo amoroso, sexual. En síntesis, se habló de relaciones consentidas.Para ello también se valieron de mensajes de texto y videos, que la propia joven le enviara a los señalados, buscando instalar que era ella la que tenía voluntad, ganas, de mantener relaciones con los nombrados.Los abogados no dejaron de señalar la ambigüedad en la línea del tiempo trazado por el acusador a la hora de ubicar cronológicamente los presuntos abusos que, al decir de este lado del mostrador, las conductas endilgadas apenas habrían sucedido en 30 días.Los tres, a sus modos y sus formas, se tomaron del tiempo para instalar también las contradicciones en las que notaron que incurrieron madre e hija, esmerilando la credibilidad del entorno familiar. Asimismo, se insistió en la idea que fuera la propia familia la que manipuló a la joven para exponerla en un lugar de abuso, de aprovechamiento donde no lo hubo.También se dedicaron apreciaciones y calificativos para relativizar las conclusiones vertidas por las psicólogas y peritos intervinientes, cuestionando su metodología al afrontar las entrevistas y la mismísima Cámara Gesell, ignorando protocolos fijados por la propia Justicia.<h2>El caso</h2>Tal se supo informar en ediciones pasadas, el caso ventilado se remonta principios del 2020 y enero del 2021, cuando en diferentes domicilios de la ciudad, al decir de la acusación, Martín Leonardo González Orellano sometió de manera física y psicológica, afectando la libertad sexual y dignidad a la joven, con quien mantenía una relación sentimental de pareja, aprovechando la situación de suma y evidente vulnerabilidad que posee la víctima.En tales circunstancias y en distintas oportunidades,&nbsp; González Orellano, amedrentó con amenazas e intimidaciones, entre ellas le exhibió un arma de fuego a la joven para así inducirla y promover a que tenga relaciones sexuales íntimas con otros hombres por dinero, lo que ocurrió en al menos tres oportunidades.Previo a ello,&nbsp; Orellano obligó a la víctima a que posara desnuda para sacarle fotos que fueron exhibidas a los dos cómplices con quien tendría encuentros sexuales.De acuerdo a la investigación, en el domicilio de calle Garibaldi 1275 departamento 2, habitado por Néstor Alfredo Maidana y por Martín Leonardo Orellano, éste último&nbsp; obligó a la víctima a tener relaciones sexuales, debiendo ingresar la víctima en una de las habitaciones junto a Maidana, quien se hallaba en conocimiento de la situación de discapacidad de la mujer, como también del trato a la que estaba siendo sometida, todo ello a cambio de una contraprestación que cobraría González Orellano, quien se decía su novio.Luego de ingresar la víctima y Maidana a la habitación, y cerrar la puerta del dormitorio, el nombrado obligó a la joven a tener relaciones, mientras que González Orellano permaneció afuera de la habitación, controlando la consumación del encuentro sexual.Finalizado el acto y al egresar ambos de la habitación, Maidana le pagó con un par de zapatillas a Orellano a modo de contraprestación por el encuentro sexual con la víctima.Asimismo, se detalló otro suceso, en este caso protagonizado por Orellano y Pablo Sebastián Haenhel, en su&nbsp; domicilio de calle Machado 25. Hasta allí la hicieron asistir a la joven y los dos nombrados obligaron a la víctima a tener relaciones sexuales a cambio de una contraprestación que recibiría González Orellano.Es más, en dicha oportunidad, pese al estado de indefensión y vulnerabilidad de la mujer, tuvieron relaciones los tres simultáneamente en una de las habitaciones de la vivienda, para una vez concluido el encuentro, Orellano le exigió a Haenhel que le abonara la suma de cuatro mil pesos por el servicio sexual que había recibido.Otro abuso ocurrió en el taller mecánico de chapa y pintura de Haenhel de calle Chacabuco 1352. Allí nuevamente los nombrados acordaron un encuentro al cual hicieron asistir a la víctima, a quien promovieron para tener relaciones sexuales en el baño del lugar a cambio de dinero.Sobre la situación procesal de los tres señalados, vale consignar que Orellano llegó a juicio detenido, de hecho obra en su haber otra causa por abuso sexual del cual aún se instruye en la justicia y tiene el antecedente de una condena por un delito de las mismas características.En el caso de los otros dos apuntados, recibieron las excarcelaciones ante la demora que se generó a la hora de propiciar el debate que ahora se desarrolla.<h2>Declaran los acusados</h2>Antes de escuchar los alegatos y ya ventilada toda la prueba que las partes ofrecieron para el debate, dos de los tres acusados quisieron prestar declaración para ampliar lo que ya habían expresado en el expediente y someterse incluso al interrogatorio del acusador.En el caso de Maidana fue escueto, habló de considerar que la joven para él era normal más allá de la discapacidad a la hora de comunicarse y que tuvo relaciones íntimas consentidas. Que fue ella la que provocó el encuentro sexual con él. Para abonar a su versión, pidió escuchar un audio en su teléfono en el que a su entender la joven le hablaba a sus modos con naturalidad, sin evidenciar miedo o sometimiento alguno.También exhibió un ticket de compra de un par de zapatillas, elemento que el juez aceptó incorporar como prueba previo consentimiento de la fiscalía. El mismo buscaría demostrar que él nunca intercambió con Orellano el calzado a cambio de la relación sexual con la joven, si no que las había comprado oportunamente.El fiscal Eguzquiza le preguntó lo que luego también haría con el resto: siendo que eran tres amigos, cómo relataron versiones distintas y roles disímiles sobre los mismos hechos, mismo escenario, cuando compartieron el mismo tiempo y lugar. Maidana y Orellano más luego, no supieron responder al interrogante.Precisamente al turno de Orellano, habló de una relación de noviazgo con la joven y que a partir de presiones de los hermanos quiso dejar. Si dijo amenazado por el entorno de quien era su novia cuando uno de ellos advirtió incluso que tenía antecedentes, léase una condena, por un caso de abuso de años atrás (2017) lo cual le valió incluso la baja del Ejército, donde él trabajaba.“Yo nunca la forcé a nada. Ella me buscaba”, exclamó el acusado, a la vez de desmentir que hubiera participado de un encuentro sexual con otras más personas como se le sindica con quienes eran sus amigos.Sobre los videos y mensajes desde su celular que exponen a la víctima dirigidos a Maidana como a Haenhel, Orellano dijo que fue ella quien tomó su celular y los envió, que no fue él ni tampoco la forzó a que lo hiciera.Terminados sendos descargos, el magistrado consultó si el tercero de los involucrados – Haenhel- también quería declarar, a lo que por consejo de su defensa desistió.Cabe consignar que Haenhel sí había declarado en la causa una vez imputado y señaló a Orellano como alguien que maltrataba, sometía a la joven, y que él solo buscó contenerla en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, en un posterior encuentro él también tuvo relaciones sexuales con la joven.Sobre él y su personalidad, por propuesta de su defensa expuso una psiquiatra que supo tratarlo en su infancia y ahora volvió a entrevistarlo cuando quedó involucrado en el caso.La médica habló que Haenhel tenía una inteligencia normal baja, ingenuo con vínculos dependientes. “con tal de ser aceptado hace cosas que piden otros”, explicó la profesional de parte, añadiendo que le cuesta el pensamiento abstracto.Para contrarrestar ese diagnóstico que buscaba ponerlo en la misma situación que la joven presentada como víctima, el fiscal se encargó de señalar que más allá del citado diagnóstico supo conformar una familia, tener un comercio y llevarlo adelante con autonomía.

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Dos de los tres imputados declararon su inocencia. Las defensas insistieron en relaciones consentidas.