Para el fiscal, quedaron acreditados los abusos contra madre e hija y pidió diez años de prisión para el policía acusado
El Ministerio Público se dijo convencido que las pruebas ventiladas en el debate acreditaron los hechos denunciados por las víctimas y pidió condena. Solicitó diez años de prisión y que se ordene la inmediata detención del acusado. La defensa alegó la inocencia de su pupilo y exigió la absolución. El lunes próximo el TOC 1 dará a conocer su veredicto.
Como se había pautado, ayer se retomó la audiencia oral y pública en el Tribunal Oral Criminal 1, cuyos magistrados deberán resolver la situación procesal del policía acusado de violar a su exmujer y también abusar de quien por esos días era su hijastra, cuando era menor de edad.
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Ya se había escuchado a los protagonistas de la sórdida historia familiar (ver recuadro) y ahora era el tiempo de los alegatos de las partes, aunque antes, se escucharon a las peritos psicólogas que intervinieron en el expediente con sus respectivas entrevistas a los involucrados, sometiéndose a través de una video conferencia al interrogatorio de fiscal como de la defensa en pos de clarificar lo que fueron los respectivos diagnósticos y conclusiones que volcaron las profesionales.
Como suele ocurrir en los planteos defensistas, se buscó poner en crisis la consistencia de las conclusiones de las peritos, y más en general acerca de la “certeza” sobre la psicología a la hora de trazar diagnósticos contundentes que hacen sobre un relato verdadero o falaz.
En cambio la acusación no dejó de subrayar sobre aquellas impresiones que las especialistas aludieron, acerca de aludir a un relato coherente, en el cual hubo pasajes de angustia y preocupación por el devenir de lo que las víctimas estaban exponiendo. Se sumó aquello de haber naturalizado el maltrato del cual habían sido sometidas, que los malos tratos fueron creciendo en intensidad hasta el abuso, lo que motivó la separación y consiguiente denuncia.
La coherencia interna, los detalles de contexto que hicieron a un relato verosímil, formarían parte de las miradas de las expertas y que se tomaría el fiscal para luego arremeter con su alegato.
Cuando todo presumía asumir el protagonismo el fiscal como la defensa con sus respetivos alegatos, el doctor Cristian Salvi solicitó al Tribunal incorporar al juicio un CD el cual contenía imágenes fotográficas del acusado con su hijastra, con la pretensión de dejar plasmada aquella presunta buena y sana convivencia que había entre ambos y que detonó tras la denuncia “falsa”, al decir de ellos.
También se quiso incorporar la “famosa” carta manuscrita la cual fue negada por la joven como de su autoría. La misiva, a pedido de la defensa, podía quedar sujeta a una pericia caligráfica para determinar quién mentía y quien decía la verdad sobre el autor de la misma.
Nada de lo solicitado fue aceptado por los jueces. La presentación era extemporánea, se tuvo tiempo a lo largo de los años de la instrucción para plantear dichas diligencias y evacuarlas sin más, argumentó el Tribunal.
Pedido de prisión y detención inmediata
Al turno del Ministerio Público, el fiscal Gustavo Morey anticipó que a su saber y entender los hechos habían quedado plenamente acreditados por lo visto y oído a lo largo de las dos audiencias, sentenciando que Fabián Rivao abusó de la menor, tocándole sus partes íntimas, calificando el suceso como abuso sexual agravado por el vínculo. En tanto que años más tarde violó a su exmujer, delito tipificado como abuso sexual con acceso carnal.
Morey no evitó referirse a lo que la defensa y el acusado infirieron a lo largo del juicio sobre una supuesta conspiración de la fiscalía para armar una causa en contra del policía, poniendo el acento en que se había trabajado con objetividad, dando lugar a cada una de las peticiones del por entonces acusado sobre quien le dijo mirándolo a los ojos que vino caminando y por sus propios medios, en libertad, al juicio, en claro alusión a que por el delito ventilado podría haber estado detrás de las rejas hasta arribado al debate.
Tampoco obvió señalar sobre la imagen que intentó mostrar el imputado ante los jueces, acerca de un marido comprensivo, padre contenedor, representación que al decir del fiscal distaba de lo que había sido aquella convivencia tormentosa, con los maltratos descriptos por las víctimas a lo largo de los años.
Para la acusación, la joven siempre le tuvo miedo a su padrastro, más allá de determinadas muestras de cariño que lo había dispensado en determinado momento de la vida, precisamente ante la necesidad de contar con una imagen paterna por la distancia que tenía con su papá biológico.
Así arremetería contra el paralelismo que insistió en emular la defensa sobre el anterior matrimonio frustrado como turbulento que había tenido la mujer. Con aquello que también la había propinado denuncias varias en el fuero de Familia para cortar la relación tóxica y poder iniciar una nueva con Rivao, como ahora le hizo a este con otro nuevo novio.
El fiscal descartó ese espejo, ratificando que si bien hablaba de maltrato nunca había iniciado una denuncia formal por abuso, como sí lo hizo con el ahora sentado en el banquillo de los acusados.
Para Morey las circunstancias ahora ventiladas en el debate se dieron en el contexto de la violencia de género, con la evidencia de la relación desigual de poder. Las víctimas fueron sometidas a actos de hostigamiento, insultos, abandono, con los celos excesivos, todos tópicos que configuran la violencia doméstica que luego, se transformó en violencia sexual. Sentenciando sin medias tintas que hubo un ataque a la libertad sexual de las mujeres denunciantes.
La acusación también se tomó de los dichos de las peritos para aludir a los relatos espontáneos, con aspectos subjetivos que corroboraron la verosimilitud de las declaraciones de las mujeres. A la vez, se subrayó el aporte del testimonio de la amiga de la joven, quien recibió aquellos mensajes de textos que aludían al temor y la angustia que vivió la por entonces menor al advertir lo que estaba pasando con su madre en la habitación de enfrente, donde escuchó el llanto de su mamá frente al ataque sexual de su padrastro.
No dejando detalle por abordar sobre aquellos elementos de prueba e indicios que llevaron a su convicción frente a acometimiento de los delitos en pugna, el fiscal cerraría con la petición de diez años de prisión, solicitando a la par que de encontrar eco en los magistrados se ordene la inmediata detención del sentenciado. Subsidiariamente y si se consideraba que era menester aguardar por una sentencia firme, entonces que el condenado asista una vez por mes al Tribunal a dar cuenta de sus días y el cumplimiento del régimen a imponer.
La defensa alegó la inocencia
Ya pasada la media mañana, sería tiempo de escuchar a la defensa el imputado, para lo cual el doctor Cristian Salvi se tomó de una extensa y pormenorizada exposición que buscó derribar uno y cada uno de los elementos de prueba o indicios llevados al debate por parte de la fiscalía.
Primeramente puso especial énfasis en relativizar los alcances de las conclusiones de las peritos psicólogas. Señalando que los peritajes en cuestión no prueban hechos, apenas las profesionales hacen un análisis de un discurso que ni siquiera pueden determinar si es verdadero o falso.
Aludiendo a la invalidez de las pericias psicológicas, dijo con convicción: “Los informes se asemejan más al horóscopo del diario”(…) “No me voy a prestar al juego de los brujos”, subrayó a la hora de quitarle relevancia al aporte de los psicólogos en la materia que estaba en debate.
Ya abordando los dos hechos en juzgamiento, con argumentos sólidos y acompañado de una amena alocución Salvi atacaría la acusación sobre los tocamientos que la joven dijo ser víctima, preguntándose y preguntando a los jueces “cómo hago para probar que no lo hice”, afirmando que frente a la indeterminación del hecho hace imposible defenderse.
El defensor sintetizó en tres elementos probatorios la acusación: los dichos de la madre, la hija, y la amiga. Los cuales buscó desacreditar con interesantes intervenciones que, por lo extenso, terminó desalentando la atención necesaria de los presentes.
Se encargó de marcas las contradicciones de los dichos de la joven a lo largo de la instrucción y ahora en el juicio, remarcando las “incongruencias”. Se preguntó el por qué tanto activismo para motorizar la denuncia de su madre y no lo que ella supuestamente había sufrido años atrás, lo que hizo al final de la instrucción. A la vez de indagar sobre las razones (no encontradas) sobre cuatro años de silencio, en los que tampoco nadie del entorno familiar había notado su angustia y los supuestos abusos sufridos.
También puso especial énfasis en el “temor” que infundía la imagen de Rivao por el hecho de ser policía y de portar el arma que se exhibía cotidianamente en la casa. Para Salvi era falso dicho temor, siendo que el uso del arma estaba naturalizado en la familia.
Dirigiéndose a los magistrados, el abogado apeló a que más allá de la mentada sincera convicción, debe existir una certeza positiva para quebrar el máximo de los derechos, el principio de inocencia.
Ya dando por consabido que el abuso de la menor no fue probado, se tomaría de otro tiempo más prolongado aún para desterrar la acusación de la exmujer por la violación.
Salvi insistió en que lo ocurrido en la habitación sólo ellos –la pareja- saben lo que ocurrió y no dejó de ironizar con que a estas alturas habría que firmar un contrato de consentimiento para poder tener relaciones sexuales con una pareja. “La dinámica sexual no tiene reglas preestablecidas”, alegó, a lo cual ratificaría la hipótesis de que fueron relaciones consentidas y no había prueba alguna para demostrar lo contrario a lo que expuso su pupilo.
Descartó que el aporte como testigo de la joven alcance un grado de seriedad siendo que era imposible que escuche lo que dijo escuchar porque nunca existieron tales ruidos. Y lo graficó con la metáfora del “fuego y el humo”. Si hay humo, presumo que hay fuego, dejando entrever que lo de la hijastra fueron meras conjeturas.
Contrariamente a lo expuesto por la acusación, Salvi sí trazaría un paralelismo con lo que la mujer había hecho con el matrimonio anterior y ahora hizo con Rivao. Sobre la infidelidad y la necesidad de sacárselo de encima a través de denuncias varias que fueron creciendo en intensidad hasta lograr su cometido.
El defensor también trajo a la sala las conclusiones de la intervención de Asuntos Internos de la fuerza policial, que consideró que no había prueba suficiente para endilgarle una culpabilidad y tras permanecer unos meses bajo disponibilidad se lo volvió a poner en funciones.
Acompañado por imágenes a través de un power point que buscó hacer más llevadera la larga exposición, el abogado arribó a sus conclusiones finales, con el consabido pedido de absolución.
El caso
Como se informó en la edición dominical, Fabián Rivao fue denunciado por quien era su mujer y formaron una familia ensamblada por haberla violado en una noche de marzo de 2017, cuando la pareja estaba en proceso de separación. En medio de la causa iniciada, se tomó como testigo a la hija de la mujer quien oportunamente había dicho que escuchó la resistencia y el llanto de su madre aquella noche, cuando ella dormía en la habitación de enfrente. Tras prestar declaración, terminaría confesando que ella también había sufrido un abuso por el mismo hombre años atrás, allá por el 2013, cuando era menor de edad.
Los dos casos, las dos imputaciones, formaron parte del debate que ayer culminó tras haber escuchado los tres testimonios de ambas víctimas y victimario, como los demás testigos citados para la ocasión. Ahora, serán los jueces Pablo Galli, Guillermo Arecha y Gustavo Agustín Echeverría, quienes resuelvan el entuerto, veredicto a ventilarse la próxima semana.