Homicidio del jubilado
El crimen de Di Menna naufraga entre hipótesis y testimonios confusos
Se cumplen 15 días del homicidio que, a la fecha está envuelto en un misterio. Más testimonios se sumaron a una causa que gana en fojas como en frustraciones. Nada se descarta y poco se sabe sobre quién y por qué mataron al jubilado.
“El británico Alfred Hitchcock se habría encontrado con un thriller apasionante, pero no se trata de un guión para cine ni una novela de suspenso”, dirá un investigador que sigue hurgando imágenes de las cámaras de seguridad, redes sociales, escuchando testimonios enredados, en pos de sostener una de las decenas de hipótesis que hoy están sobre la mesa en torno al homicidio del jubilado en su casa de calle Depietri al 800.
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A dos semanas de que ultimaran a Guillermo Lorenzo Di Menna (64), la instrucción penal preparatoria ya lleva dos cuerpos y medio, pero su cantidad de fojas no se condicen con la contundencia que merece una pesquisa en pos de esclarecer el caso, más bien serviría precisamente para aquella narración policial de ficción, con personajes extravagantes y testimonios cruzados que suman a la zaga, pero que poco aportan para la cruda realidad, que hacen al ya reconocido misterio en que se ha transformado el crimen de hace 15 días.
A tal punto llega el desconcierto que nuevamente se cita a los testigos de ayer, en pos de apostar a una mayor claridad sobre lo que vieron, oyeron, pero nada. Todo se mantiene en la misma escueta versión y, con ello, al poco avance de una investigación que tropieza con la impotencia de no poder dar con una pista clara y, desde allí, con el autor del crimen.
La precariedad de la pesquisa se topa incluso con que los testigos de hoy podrían ser los sospechosos de mañana, dado que cada quien se anima a lanzar sus impresiones contra otros, pero sin mayores sustentos.
El móvil obviamente sigue siendo otro desconcierto. Si bien hasta ayer el robo estaba prácticamente descartado, habida cuenta de la vida austera de la víctima, por estas horas tampoco se deja de lado, ante la posibilidad –no comprobada- de que el asesinado haya guardado alguna pertenencia que ni su entorno más cercano, su pareja conocía.
“¡Carlos, Carlos!” Bang…bang…
Lo poco que se cuenta en la pesquisa es que hay una testigo presencial del suceso fatal, empero, su aporte ha sido escueto a la hora de relatar lo visto u oído aquella noche de sábado.
Un hombre tapado en su rostro, robusto, el que en medio del forcejeo en el patio delantero de la morada con voz gruesa gritó: “¡Carlos!¡Carlos!”, y luego los disparos. Uno, dos, tres o cuatro. Un par en la humanidad de Di Menna, quien mal herido y acompañado por su mujer fueron a la casa de su vecino –Carlos- para pedir auxilio sanitario. Después, llegaría la muerte, sin más, y hasta hoy el lamento de quienes se presentan como sus seres queridos que, en medio de impresiones personales y poca solvencia de pruebas, procuran aportar sospechas hacia donde hasta aquí no encuentran nada alentador.
Frente a aquel nombre soltado al aire por el homicida es que se mantiene la hipótesis de un asesinato por error, que el destinatario de los disparos sería un tal Carlos, aunque ese Carlos tampoco tendría mucho por el que saldar alguna deuda pendiente o un patrimonio al que le resulte “jugoso” a algún ladrón.
Frente al complejo escenario y sin pistas firmes a la vista, policías y judiciales ponen todas sus expectativas en el aporte técnico, léase lo que resulten de las imágenes capturadas en un determinado rango horario en que sucedió el hecho y, si desde la Asesoría Pericial los especialistas confirman que de alguno de los elementos levantados en la escena del crimen como en el cuerpo del occiso, sirven para cotejar algún rastro de ADN.
Como se detalló en ediciones pasadas, se sigue aguardando por peritajes claves como rastros que pudiera haber en las prendas que vestía la víctima. Sin embargo, tampoco reina el optimismo teniendo en cuenta que el contacto físico con el agresor pudo ser breve frente a la intimidación con el arma de fuego.
Se dijo, se cree que el forcejeo entre victimario y víctima fue mínimo por lo cual se especula que hallar algún rastro de sangre que no sea compatible con el fallecido sería “milagroso”. Así estarían las cosas, entonces, esperando un milagro para que el hecho no se sume a los capítulos de los crímenes sin resolver en Tandil.
Los investigadores, sabiendo que con el correr de los días la complejidad del caso se agudiza, recorrieron una y otra vez la vecindad de Di Menna. Entrevistaron a comerciantes, particulares y, en especial, aquellos lugares donde la víctima solía frecuentar. La agencia de quiniela, el bar. Hasta aquí, todo se colisiona con la frustración de no hallar pista alguna.