Homicidio en González Pacheco
Condenaron al joven que con un palo de amasar mató a golpes a un hombre
“Lo mate. Lo agarré con un palo de amasar. Me olvidé de ponerme un trapo en la mano para no dejar huellas”, confesó el sospechoso a un allegado al día siguiente del crimen, cuando la policía estaba buscando pistas en el barrio. Aquel testigo, además de otro con identidad reservada que supo hablar de situaciones violentas anteriores entre víctima y victimario, más el aporte de los hijos del occiso, alcanzaron para endilgarle el asesinato al joven quien ahora fue condenado a 11 años de prisión.
Se acreditó que en las primeras horas de la madrugada del 28 de septiembre de 2019, al menos Martín Guillermo Nahuel Beherán, alias “pisa”, se hizo presente en el domicilio de calle Azucena 2030 habitado por el ciudadano Carlos Luis Vicente Martínez, de 57 años de edad, con el propósito de apoderarse de sus bienes. Al ingresar en la vivienda encontró la resistencia de su morador a quien al menos le aplicó un golpe con el palo de amasar propiedad de éste provocándole la fractura del cráneo que determinó una hemorragia cerebral que causó su muerte.
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Consumada la agresión, Beherán se apoderó de al menos un teléfono celular chico con tapa, un par de lentes de leer, un sable curvo de aproximadamente un metro de largo, de empuñadura oscura, una tablet chica con la pantalla dañada dentro de su caja, una caja de herramientas tubos completa, un equipo de música con dos parlantes.
Así reza la resolución judicial a la que arribó el Tribunal Oral Criminal 1 tras el juicio abreviado arribado entre fiscalía y defensa, en torno al homicidio descripto, unos meses antes del que ayer se informó sobre una resolución procesal similar e idéntica condena bajo la misma tipificación: “homicidio en ocasión de robo”.
La víctima
La oportuna instrucción en la que se investigó el asesinato reconstruyó la vida de la víctima y, a partir de allí poder dar con el homicida, quien al día siguiente del asesinato se fugó a Mar del Plata, donde luego sería detenido por una comisión policial.
Sergio Ángel Vicente Hinojosa, uno de los cinco hijos de la víctima, supo reseñar sobre su padre en las primeras horas del macabro hallazgo donde los investigadores buscaban pistas sobre lo que pudo ocurrir y quiénes serían los responsables, que vivía solo en una vivienda ubicada dentro del predio donde se fabrican ladrillos macizos, propiedad de Carlos Díaz, ubicado sobre Ruta Provincial 30, kilometro 126, el cual le alquilaba la propiedad y le permitía a la víctima construir ladrillos y venderlos, como si fuera un empleado autónomo, retribuyendo su tarea y viviendo en el lugar con un pago mensual de dos mil quinientos ladrillos, no con dinero en efectivo.
La labor la desarrollaba desde la mañana hasta la puesta del sol, tomándose un descanso al mediodía para almorzar y a veces dormir la siesta más o menos por una hora.
Con respecto a su forma de ser, la describió como una persona tranquila, amigable, de buen carácter, “familiero”, sin otro vicio más que beber alcohol, específicamente vino tinto o blanco, aunque a pesar de ello, nunca se supo o se vio que a raíz de beber en exceso tuviera problemas con su trabajo o persona alguna.
Agregó sobre aquella rutina que a diario y por las tardes, cuando finalizaba su tarea, se dirigía a un kiosco ubicado a unas dos cuadras de distancia, donde compraba, tomaba vino y también se llevaba otro para su casa. Que así transcurría su vida, trabajando y bebiendo su vino, tranquilo sin tener problema con persona alguna.
Sí destacó que unas dos semanas atrás, su hijo fue un domingo a visitarlo y le contó que la noche del sábado, es decir el día anterior, mientras dormía, dejando esa noche la puerta principal de la vivienda sin llaves ni traba alguna, fue sorprendido por cuatro personas, varones, desconocidos, que le colocaron un cuchillo en su cuello para someterlo y robarle un televisor tipo plasma, también dos bicicletas usadas.
Expuso que según el relato de su padre en ese momento no lo golpearon, pero se llevaron las cosas y no las había recuperado, sin saber quiénes fueron los que lo asaltaron.
Pasados los días, volviendo a hablar de lo ocurrido, le contó que le dijeron sobre quienes podrían tener en su poder solo las bicicletas y que pensaba ir a hablar con esas personas, de las cuales no me dijo sus nombres, apellidos o lugar donde vivían.
Preguntado por los investigadores, hasta donde sabía su padre no le debía plata a nadie, pero si le debían a él, aunque nunca le dijo de quien se trataba, ni el monto, pero sí que esta situación no lo ponía ni triste ni enojado, menos con deseos de vengarse, a pesar de haberles reclamado varias veces el pago.
Otro testimonio de una de las hijas de la víctima hizo memoria también sobre aquel robo que había sufrido su papá a mediados de septiembre, y que su padre le comentó que él ya sabía quiénes fueron los que le robaron. Que eran del barrio, eran como tres o cuatro, que uno de ellos era gordito, otro tenía el apodo de "Pizza o Pisa", el cual se drogaba y salía con otros a robar por la zona. También le contó que un chico del barrio, sin especificarme su nombre, apellido o si fue uno de los que le robó, se acercó a su casa y le comentó que podría traerle de vuelta las bicicletas, pero a cambio tenía que darle doscientos pesos y entonces, en ese mismo momento su papá accedió y le entregó esa suma de dinero
Respecto al mencionado joven con el apodo "pizza o pisa" de quien le habló su papá, ella no lo conocía personalmente, solo que su padre mencionó que sí lo conocía y que vivía en una vivienda ubicada sobre las calles Pacheco y Alvarado.
Otra de las hijas, sería la que constató el faltante de varios elementos de su papá.
Parte de los elementos sustraídos serían luego secuestrados en los allanamientos realizados por la policía.
Los indicios
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