Condena para el joven que había montado su propio cultivo de marihuana para fraccionar y vender en la ciudad y más allá también
La investigación se inició a través de un llamado que denunció que un joven vendía droga dentro del salón de una cervecería. Policías de civil detectaron la maniobra y detuvieron al que a la postre se comprobó que era el revendedor de otro joven, que se encargaba de cultivar y procesar los estupefacientes en su casa, para vender en Tandil y otras localidades. Incluso usaba servicio de mensajería y encomiendas.
El juez Guillermo Arecha convalidó el acuerdo arribado por las partes y resolvió condenar a Darío Paniagua, a la pena cuatro años de prisión, por resultar autor penalmente responsable del delito de “Comercialización de estupefacientes”. Lo propio ocurrió para con Joaquín Villar, con la misma condena y por el mismo delito.
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Al decir del fallo, se acreditó que el 29 de agosto de 2019, aproximadamente a las 19, en el interior una cervecería de calle Fuerte Independencia y Maipú, un grupo de personas entre las que se encontraban los nombrados se encontraban manipulando en forma ostensible sustancias estupefacientes fraccionadas en dosis. En tales circunstancias, se constató a través de policías que realizaron un seguimiento en el lugar que Villar entregaba a otros jóvenes un recipiente plástico transparente con tapa roja conteniendo ‘flores’ (cogollos) de marihuana a cambio de la suma de dinero.
Así también se acreditó que el imputado tenía en su poder a los fines de ser comercializados, en su billetera, una bolsa de nylon conteniendo 17 pastillas de MDMA (éxtasis) de color amarillo con forma de estrella de seis puntas con ilustración de ‘átomo’, junto a dinero, celular más cigarrillos de marihuana.
Acto seguido, del vehículo marca Fiat Palio, utilizado por Darío Paniagua, que estaba estacionado en inmediaciones del bar antes mencionado, se constató que Paniagua tenía bajo su guarda y disposición y a los fines de comercialización debajo del asiento del acompañante, más frascos de ‘flores’ (cogollos), importante suma de dinero y una balanza digital.
Los involucrados
Tras la pesquisa que implicó la intervención de los teléfonos secuestrados más el rastreo de comunicaciones por las redes sociales, se logró determinar que Darío Paniagua era el encargado de procurar y obtener de terceros los estupefacientes que luego se comercializaban en esta localidad y que también ofrecía más allá de los límites utilizando empresas de transporte de paquetería, quedando expuesto en la presente como quien, de algún modo, lideraba las operaciones de adquisición y comercialización de los estupefacientes y, Joaquín Villar cumplía haciendo base habitualmente en la cervecería un rol de revendedor y/o nexo con algunos de los compradores al menudeo, sin que por ello Paniagua dejara de hacer también lo mismo por su parte.
A fin de ilustrar la relación que existía entre Villar y Paniagua, se tuvo en cuenta la conversación del 24 de agosto de 2019 mantenida entre los nombrados (ambos estaban agendados en los teléfonos del otro), en la que Darío Paniagua, agendado como “Viru”, le pregunta a Villar cuánto tenía para entregar, y éste le contesta que tenía la plata consigo. Así, como otras tantas conversaciones extraídas de otras aplicaciones de cuyas transcripciones surge la actividad de venta de sustancias por parte de Villar.
Por otra parte, y respecto de la participación de Darío Paniagua en el hecho descripto, se tuvo en cuenta en primer lugar el haber sido hallado en su poder dos celulares, y, en el interior vehículo en que se movilizaba, siete frascos de vidrio tipo mermelada con flores de marihuana, la suma de 9.250 pesos, otro teléfono celular, dos recipientes de vidrios de 40 cm3 aceite de cannabis rotulados, tipo gotero, dos frascos de vidrio tipo gotero de 15 cm3 de aceite/tinta y otro de 30 cm3 de aceite de cannabis tipo gotero, una balanza digital.
Si bien Darío Paniagua no fue visto realizando intercambios dentro del local de la cervecería, se sentó en otra mesa, manteniendo un breve intercambio solamente con Villar quien en un momento se acercó hasta él; su participación en la comercialización fue acreditada en la cantidad de sustancia estupefaciente encontrada en la mochila que portaba en el interior del local y que dejó en el auto al percatarse del procedimiento policial que se había iniciado y en el auto mismo, sumado ello a los demás elementos que se secuestraron una vez allanado su domicilio.
A saber, en la diligencia en el domicilio de avenida Colón se secuestraron tres lámparas incandescentes de color rojo y plateado con ventiladores en la parte superior, cinco cooler de color modelo 9225 fzy negro, un temporizador de color blanco, dos transformadores, una lámpara casera con cable, tres estuches circulares de semillas dos de variedad “auto Purple” y una “Auto Wembly”, cinco bolsas de sustancia blanco denominada “plus de floración” y “solución B2”, “solución A”, “solución B1” Y “solución C”, una caja de balanza, entre otros. Todos elementos que guardan estrecha relación con el cultivo de plantas de marihuana, al menos de las variedades citadas, de las cuales tenía semillas, como también los otros productos encontrados como fertilizantes y promovedores de floración.
El modo de comercialización
En la resolución se aclaró que si bien en el momento no se encontraron plantas, la conjugación de los elementos hallados, con el contenido de las conversaciones mantenidas por Paniagua con diversos compradores, ofreciendo flores y sustancia de marihuana, les hizo suponer que para el momento del allanamiento las plantas que pudiera haber habido con anterioridad ya se habían procesado.
Para llevar a cabo la actividad de comercialización valiéndose de los teléfonos celulares, Paniagua utilizaba indistintamente distintos usuarios como “lafloreria”, “laviejafloreria”, “Doctor Coco”, “Oviruso”, “Armando Barredas”, “Martín Canales”, “Lic.”, utilizando para comunicarse distintas aplicaciones: Whatsapp, Instagram, Facebook, y luego Surespot, de la que decía “es lo más seguro que hay para chatear”. De hecho, al inspeccionarse los teléfonos, no se pudieron extraer las conversaciones mantenidas en esta aplicación porque poseía contraseña para su apertura, la que no pudo ser recuperada.
La mayoría de las conversaciones transcriptas eran mantenidas con compradores de sustancia –marihuana-, pero algunas también se referían con la venta de semillas.
No dejó de señalarse como llamativo e ilustrativo que, si bien se utiliza un lenguaje disimulado para referirse a la distintas sustancias comercializadas, tal como tenés ‘G’, tenés pasti, medicina, pepas, cocos, mano, flores, churros, en muchos casos directamente se nombra la variedad de la marihuana que había disponible: AK47, Rue, Lebron Haze, Lemon Haze, Roll Royce, White Dwarf, Choco Haze, y los diferentes valores de cada una, remitiéndose a fotografías de las sustancias o de sus envases.
Según el juez, las transcripciones de conversaciones extraídas de los teléfonos secuestrados dan cuenta de la magnitud y el alcance de la venta de drogas, principalmente en cabeza de Paniagua, de quien Villar parecía ser un privilegiado revendedor. Surge además que la comercialización tenía en algunos casos la modalidad delivery, dentro de la ciudad a través de mandadero o cadete, y a todo el país.
Delivery y más
La venta también se hacía mediante el encuentro con sus clientes en lugares públicos para efectuar las entregas pautadas. Se menciona muy reiteradamente el bar de la esquina citado, pero también la Plaza de los Troncos, Bar 713, en un negocio de San Martin al 800, Bar Cinema y en el centro, en general en la vía pública.
Los interesados se contactaban por Whatsapp, Messenger, Instagram y Surespot para efectuar consultas sobre precios, calidades, disponibilidad y modo de entrega. En algún tiempo, cercano al procedimiento, Paniagua había establecido un horario de atención y de entrega de los despachos: “se toman pedidos hasta las 4 pm y se envían de 6 pm a 8 pm aprox.”.
Paniagua también utilizó regularmente a una persona para efectuar los “envíos a domicilio”, y cuando ésta desistió de trabajar más, usó agencias de mandados, asegurándose de que la sustancia estuviera herméticamente cerrada para que no pudiera percibirse el olor.