ENFOQUE
Un cementerio para las vacas de Gombrowicz
Un concejal del Frente de Todos o Unión por la Patria, es quien se está ocupando de crear un cementerio de animales. Solamente de mascotas, solo para animales domésticos.
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No he tomado ninguna posición y creo que no la tomaré con respecto a esto. Sí recuerdo la recurrencia de la idea entre vecinos protectores para darle forma a este tipo de proyectos, por años.
Según el Sr. Carrillo, “gatos, perros, loros, canarios, hámster, cobayos y peces” serán los únicos beneficiados, según reza el proyecto de ordenanza, que de aprobarse por el Honorable, dará hábitat por la eternidad, en un predio a designar público o privado, a los “no humanos” anteriormente citados. El amor por las mascotas no tiene precio ni límites pero si alguien lo monetiza, mucho mejor.
La escala zoológica ha contado desde la eternidad con una discriminación antojadiza otorgándole categoría de “mascota” a la más cercana a nuestros afectos, siguiendo en una línea decreciente otras nomenclaturas como “animales de trabajo”, “animales de granja”, “animales en peligro de extinción”, “animales de competición”, etc. hasta la categoría mas baja como las “alimañas” que incluyen a ratas, arañas, hormigas, las nauseabundas comadrejas o desagradables como las asquerosas babosas o los perros alzados que se prenden de la pierna.
Por ejemplo, dentro de la categoría “aves” también se discrimina, aún siendo de la misma especie como las gallinas ponedoras u otras para consumo. Unas sobreviven y las segundas, no. Lo mismo sucede con los grandes mamíferos como las vacas lecheras o para faena.
O como los toros reproductores que la pasan mucho mejor que los otros, los de “lidia”, que con su espectacular muerte deleitan al público amante de la tauromaquia.
Como percibirán, unas utilidades alargan sus vidas y otras los harán óbitos en corto tiempo.
Todo es cuestión de cultura y de legitimación de tradiciones o urgencias ya que, por ejemplo, una familia caníbal humana ve con cierta normalidad degustar los cortes magros de algún enemigo furtivo. ¿Cierto?
Los animales son discriminados según las costumbres o la buena o mala prensa que tengan.
Todos son animales pero depende de nuestra simpatía o utilidad, para así subir o bajar el cesáreo pulgar una y otra vez.
La vaca no te trae de vuelta el palito que le arrojaste.
La vaca no se hace la muertita ni te trae el frisbee.
La vaca no te mueve la cola aunque reconozcamos que a su favor, puedo afirmar que, no le huele la entrepierna a las personas.
Las criamos y carneamos repitiendo la operación una y otra vez y nadie se inmuta, porque no pertenecen a la categoría de “mascotas”. Excepto los veganos que no comen carne animal aunque calzan botas de cuero. No todos, por supuesto.
Tienen cuatro patas, son mamíferas y mansas pero no tenemos la empatía necesaria para depositar en ellas nuestro amor.
El 80 % de los habitantes de India profesan el hinduismo y dan trato sagrado a las vacas, no así los grupos musulmanes y otros que suman un 20% de la población y no encuentran razón para no hacer un buen asado con ellas.
Escurrimos su sangre en busca de exquisitas morcillas y degustamos sus hígados en sabrosísimos churrascos con cebollita salteada vuelta y vuelta en oliva pero con poca sal, por la presión.
Podemos humanizarlos de distinto modo como el caso de un frigorífico local que ilustra su marca con un logotipo curioso. Es el dibujo de un cerdito con alas, como si estuviese, el tierno animal, elevándose a su cielo buscando ufanamente el paraíso porcino prometido.
Criamos y comemos pollos doble pechuga fisicoculturistas que a veces incrementan nuestras mamas cual implante siliconado barato de 150 c.c., pero con felicidad. Ellos tampoco son tratados como mascotas.
¿Por que los perros y los gatos tienen más prensa que las bobas vacas?
Los gatos son bichos indiferentes, arrogantes, independientes y vengativos pero a ellos sí, les damos comprensión y atención pero a las vacas las almorzamos sin culpa.
Y ni hablar de las ovejas. ¡Las historias que hay detrás de ellas!
Gombrowicz ya pensaba en los tandilenses con metáforas comprensibles: “...En Tandil te aburrirás a morir´… Vagabundeo… El vaivén monótono y oficioso de Tandil… Son tan literales estas mortíferas actividades: previsión de hormiga, paciencia de caballo, pesadez de vaca…; no tengo por dónde atacarlos… pues están hundidos en lo suyo; además su soledad es inconmensurable… es una soledad de animales, de caballos, de ranas, de peces.”...(Diario Argentino)
Por supuesto que sería extemporáneo darle mucha entidad a esta reflexión que Don Witoldo hizo allá por 1957 o `58, cuando en Tandil convivían setenta mil habitantes y no estaban los dinosaurios de lata.
Vemos pasar la vida sin que nos importe lo trascendente y, lo trascendente está ahí nomas, en los detalles, allí donde sí llega la observación de los dioses.
¿Crear un cementerio de mascotas es trascendente? ¿Es útil?
¿Habrá servicios religiosos de cuerpo presente? ¿Colocarán la foto del occiso u occisa sobre una lápida? ¿Algún escultor dará forma a quien fuera en vida Boby? ¿Les llevarán flores de plástico y huesos de igual material? ¿Habrá algún Beto Manna (paz descanse) que se disculpará diciendo que no le desea el mal a ninguna mascota pero “¡que no me falte trabajo!”?
Empero, vamos acomodando nuestro amor a las mascotas según nuestras posibilidades económicas. Evaluamos el espacio disponible en nuestras viviendas o el rango de tolerancia y paciencia que portemos al momento de convivir con estos conocidos seres. Hoy la tendencia o estadística manifestada por los “focus groups” es poseer, en promedio, un caniche toy blanco, preferentemente muy pequeño. Esto es razonable porque se puede tener adentro, saciando sus necesidades en una caja con piedritas. Comerá poco y no será onerosa su manutención y será fácil de meter al auto. Limpito, económico y manejable aunque de ladrido insoportable. El pastor o pastora belga, pastor o pastora alemán ya no cuentan con la admiración de los posibles dueños adoptivos. Son canes muy grandes. Aunque hoy son otros los pastores preferidos. Algunos rondan muy cerca del intendente.
Pregunto si quienes homenajearán a sus perrunas y gatunas mascotas en la futura necrópolis son los mismos que permiten decorar con sus heces las veredas de mi pueblo. Heces que he esquivado y a veces pisado en forma distraída pero con escatológico fin. Heces cada vez más grandes, también cuantiosas.
La devoción por las mascotillas inunda e infestan las aplicaciones de la red con las gracias casi humanas de gatitos y perritos. Y son conmovedoras las cadenas solidarias cuando uno de ellos se pierde y hasta ofreciendo suculentas y pornográficas recompensas. Esto no significa que nuestra sociedad esté alterada. Tampoco que haya progresado mucho desde que los sumerios los veneraban en tumbas pétreas.
Humanizar a los animales es una actitud muy humana, y para muchos, más importante aún que la de humanizar a los humanos. Si no pregúntenle a las derechas mundiales que dejan hundir “pateras” llenas de humanos en Lampedusa, la isla italiana del Mediterráneo, para evitar la entrada de inmigrantes a la Europa blanca. Pueden ser los mismos que acarician a su caniche mientras degustan un matambrito de cerdo al orégano.
Disgrego y acoto:
“Abren el matambre, lo desgrasan un poquito y lo extienden en la mesada con la grasita que queda para abajo, dividen en dos con una línea imaginaria por la mitad. Pican tres dientes de ajo, bien picados. Pican un pequeño ramito de perejil. Ambas picaduras las vierten en una taza. Agregan un buen puñado de orégano para luego regar con aceite de oliva hasta que todo quede con la espesura deseada (Entre cremosa y líquida). El agregado de pimienta y sal es a gusto. La pasta licuosa se distribuye y unta sobre la mitad imaginaria del matambre. La otra mitad se dobla simétricamente sobre el sector condimentado. Se considera preferentemente coser con alguna puntadas los bordes del futuro manjar porcino, dejándolo como un bolsillo y guardar en la heladera hasta el otro día, momento en que ya maridado, se realizará el cocido del sacrificio gastronómico, sea a las brasas o al horno”
Es curioso que se evalúe la creación de este tipo de necrópolis para animales.
Tal vez crematorios para todos y todas las mascotas nos acerque a los Redondos con aquello que “el infierno está encantador”.
Acá no tenemos el Ganges pero unas piras flotantes en el lago, lejos del chorrito brindarían por cierto poca sanidad aunque sí un bello espectáculo nocturno.
Cabe preguntar si los Bull terriers, Rottweilers, Dogos y Pitbulls asesinos serán enterrados cabeza abajo en la entrada del cementerio como otrora fuere sepultado el Tata Dios, en el antiguo campo santo, allá por 1872, luego de la matanza de los Chapar y días después, cuando fue asesinado por el “Tuerto” Lavallén, que sacó el palito más corto en el hermético sorteo para ver quién le pegaba el trabucazo a través de la ventana del calabozo sito en Centenario casi Belgrano, de la vereda par. Para convertir así, al santón, en el chivo expiatorio de la tragedia de los 36 muertos de aquel año nuevo y para tranquilidad de aquellos oligarcas viejos.
En ese prado de paz habrá por supuesto ornamentaciones que distinguirán a los deudos por la calidad y suntuosidad de las tumbas o bóvedas que podrán ser diseñadas para varias mascotas de la familia, incrementando su ego acumulador, excepto que se reglamente una uniformidad como en los cementerios privados, todos iguales y a ras del césped. Así sería un justo socialismo mascotero post mortem.
Las manifestaciones que testimonian la relación del humano con los animales son infinitas y hoy sabemos que el candidato Milei recurre al asesoramiento del espíritu de su cánido muerto para proyectar los actos de gobierno de su utópico futuro mandato presidencial.
Por supuesto que no son los animales los que se autoperciben mascotas. Somos los humanos los que depositamos el título según la relación que tengamos con ellos.
Por ejemplo y siendo autorreferencial, a mi me gustan los gatos siameses y los perros collies pero aborrezco a los caniche toys y a los pequineses.
Recuerdo que en el barrio de la terminal habitaba un vecino que convivía con serpientes y lagartos, los cuidaba y para él eran su compañía.
La necrópolis, campo santo o cementerio dará “vida” a la eternidad de nuestras mascotas y me pregunto si ellas tienen “alma” o son iguales a nosotros, los humanos.
Por supuesto que la respuesta la tendrán las artes psicológicas, las raigambres culturales o las metafísicas religiones. Sabemos que es así.
Mientras, el Sr. Carrillo está buscando el lar donde van a descansar los animales con alma.
Las vacas y las babosas no, por ahora.