COLUMNA
Tratamiento farmacológico de la depresión y la ansiedad
No recordaba la razón para vivir y cuando la recordaba, no me convencía. (Joaquin Phoenix)
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El hecho de que no haya un marcador biológico útil, un análisis sencillo y contundente para el diagnóstico de la depresión, obliga aún más al uso del criterio médico, a hacer más arte que ciencia. Se puede sospechar la diabetes, o la hipertensión, pero el análisis de la glucemia, o la toma de la presión arterial van a ser categóricos en diagnosticar o descartar estas entidades. Con la depresión habrá una sospecha y no una confirmación biológica, por ello la calidad de la evaluación, la claridad en la transmisión del diagnóstico, y la confianza en el profesional que lo hace, son las únicas herramientas con las que se cuenta.
Si buscamos en Internet, vamos a encontrar una tan extensa como controvertida información sobre la serotonina. Laboratorios de análisis clínicos que dan los valores de referencia de los niveles en sangre, publicidades de médicos y psicólogos que ofrecen sus tratamientos, cómo corregir valores alterados en forma natural, precio del análisis, etc. Ahora, ¿cuál es la información correcta?
Muy recientemente, una prestigiosa publicación, Molecular Psychiatry, de Nature, publicó un trabajo de revisión de la literatura extenso donde pone en duda la teoría de que la serotonina juegue algún rol en la génesis de los tratornos de ansiedad y la depresión (https://www.nature.com/articles/s41380-022-01661-0). A la fecha, se postula que la falta en algún sitio de las neuronas de esta hormona sería responsable de muchos cuadros clínicos. ¿En qué se basa el artículo de esa publicación para hacer esa aseveración? En la falta de evidencia bioquímica, en no tener algo "medible". Se explicó al inicio que no hay un marcador biológico, que ni el nivel en sangre ni en orina tienen utilidad clínica. La serotonina es un mediador que trabaja en la comunicación entre las neuronas, en las sinapsis.
Tan lejos del empirismo como de la certeza científica absoluta, desde hace muchos años usamos drogas que mejoran el nivel de serotonina en la sinapsis, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, o ISRS. ¿Y en qué se basan los expertos para recomendar este tipo de tratamiento? En la evidencia clínica. Muchos trastornos por ansiedad, como el pánico por ejemplo, y muchos tipos de depresión mejoran claramente con estos medicamentos. Nunca se reemplaza a la psicoterapia, los tratamientos la incluyen, y ambos se benefician mutuamente.
Una pregunta que puede surgir a esta altura es cómo sabemos que los fármacos serotoninérgicos son realmente eficaces, que el cuadro clínico de la persona tratada mejora por eso o porque de todos modos iba a mejorar, o que no hay engaño publicitario. Los estudios en Medicina de mayor calidad científica son aquellos realizados en forma prospectiva, contra placebo y a doble ciego, pero también los hay observacionales. Las drogas de las que hablamos llevan 50 años de experiencia, desde el inicio con una droga aún hoy en uso, la paroxetina. Ya en los años 80, Woody Allen haría famoso al Prozac en sus películas. Son muchas décadas de observación para poder aseverar no sólo la eficacia, sino también la seguridad de estos medicamentos.
Los trastornos por ansiedad generalizada, el pánico, las fobias, la depresión, son condiciones algunas molestas, otras interfieren en el desarrollo de la vida social del individuo, otras son definitivamente graves y letales. No caben dudas de que la investigación científica debe continuar y proveernos herramientas superadoras, pero a la fecha los ISRS son aliados invalorables. Como todas las cosas en Salud, es esencial que el problema esté en manos de profesionales idóneos, tener el diagnóstico y pronóstico más aproximados posibles, y que se establezca una relación médico-paciente de confianza mutua.