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Agradecimiento
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Señor Director:
Soy Ana Bernal. Estuve internada cinco días en el Sanatorio Tandil y quisiera expresar, a través de este medio, todo mi agradecimiento por la atención de excelencia a nivel profesional y humano que recibí durante esos días.
Quiero agradecer a todo el equipo médico que me atendió: las doctoras Brenda Guerrero, Natalia Raimondi, Soledad Martínez, y el doctor Fernando Carreras.
También a todo el equipo de enfermeras y enfermeros, mucamas, camilleros, técnicos de radiología, de laboratorio, todos con un trato muy profesional y humano. No voy a dar nombres porque fueron muchos y no querría olvidarme de ninguno.
Y quiero dedicar un párrafo aparte para todo el equipo de cocina, porque a pesar de tener que comer sin sal, trabajan con un arte que hasta la comida más simple tiene algún toque de condimentos especiales que la hacen exquisita. Y me sentí todos los días comiendo en un restaurante cinco estrellas.
Así que van mis felicitaciones y un gracias muy grande para todos.
Ana Bernal
DNI 10.838.570
¿Quiénes son los varados? ¿Dónde están sus rostros?
Señor Director:
Son miles, como miles fueron los que murieron por mala gestión de la pandemia, esperando vacunas y soportando el robo por los vacunatorios VIP. Son cientos y cientos, como los inundados de La Plata que se negaron y cuya identidad fue borrada en varias morgues de la provincia. Son miles, como los familiares que no pudieron acompañar y hacer el duelo de sus muertos mientras vergonzosamente presenciamos el show del velatorio de Maradona en la Rosada o infinidad de actos oficiales sin el más mínimo protocolo. Son miles y miles, como los jóvenes que quedaron apartados del sistema educativo, abandonados de todo vínculo formativo-emocional, desalojados de la única puerta que puede abrirles un hilo de esperanza. Son miles como los valientes agentes sanitarios (en todos sus rangos) que desde condiciones muy limitadas, sin respaldos epidemiológicos a la altura y con vocación inagotable, siguen batallando en cada trinchera al lado de los enfermos. Son miles, como los miles y miles de trabajadores, productores, emprendedores, propietarios y empleados que sostienen con más dificultades que soluciones, con un Estado ausente que sólo piensa en impuestos y más impuestos, trabas y limitaciones para el único sector que genera empleo genuino, que tributa con muchísimas dificultades y que se siente expoliado y convidado de piedra en una mesa donde los que ponen el cuerpo están ausentes; miles como muchos jóvenes formados, capacitados, cargados de proyectos que ven en Ezeiza el único puente hacia algunas certezas que su tierra les roba; miles como miles de adultos mayores relegados al más vergonzoso olvido y a perder sus vínculos más valiosos.
Varados, la palabra que no se puede pronunciar en la Cancillería, varados que parecen una sombra anónima (sin nombre, sin cuerpo, sin edad, sin rostro), que muchos medios masivos no mencionan. Y se repite aquello de “lo que no veo, lo que no nombro, no existe”.
¡Qué paradojas las de este país! Para negar la realidad que duele, la escondemos, no la mencionamos, la silenciamos y un tiempo después, cuando estalla, decimos: “¿pero cómo no nos dimos cuenta?”.
Los varados son hombres y mujeres, tienen las edades más diversas, han viajado por múltiples motivos: trabajo, salud, familia, turismo. Sus viajes se han pagado con sus propios recursos, no le están pidiendo al Estado vuelos especiales de repatriación. Sólo piden que se levanten los cupos de ingreso porque, entre otras cosas, ningún país impide el reingreso de residentes y ciudadanos bajo protocolos establecidos.
Argentina tomó una decisión arbitraria (como arbitrario es el criterio de cupos), cambió las reglas de juego para algunos, mientras otros entran y salen del país con privilegios o mientras el espacio aéreo siguió siendo surcado por vuelos privados en proveniencia del extranjero.
¿Por qué los varados tienen que dar explicaciones de su vida? Pasar días durmiendo en un aeropuerto, buscar desesperadamente medicación, correr el riesgo de perder fuentes laborales y pasar angustia ante delegaciones consulares que, aunque tengan funcionarios que quisieran dar una mano, están limitados porque desde Argentina no hay respuestas ante los requerimientos mínimos de las atenciones consulares básicas.
“¡Lo que no se ve, lo que no se nombra, no existe!”. Entonces, si un día sentís que te persiguen, que te limitan, que tus libertades se pisotean, que tu expresión es censurada, que tu creatividad se anula y ante el grito de libertad necesitás la respuesta solidaria, no esperes a que te toquen el timbre.
Y si hoy la violación constitucional a la libertad de circulación no te toca de cerca, despertá tu generosidad: copiá este texto, compartilo, viralizalo, ayudá a que circule y llegue a los oídos de quienes tienen la responsabilidad de dar respuestas a los varados argentinos en distintas partes del mundo.
Somos muchas familias las que estamos atravesando esta grave crisis. ¡Gracias!
María Carolina Gutiérrez
DNI: 16.159.921