Opinión
Sobrepreso y obesidad: otra pandemia
En Argentina, según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo publicada por el INDEC en 2018, 6 de cada 10 personas adultas tienen sobrepeso u obesidad. Estos valores no difieren del resto de América Latina, así como tambíen en el sudeste de Asia y en el norte de Africa las cifras rondan el 60%. En Estados Unidos la obesidad afecta al 40% de la población adulta, y, con variabilidad entre los países, en la Unión Europea va del 40 al 50%, con un pico del 60 en Malta. Por este motivo se habla de una verdadera pandemia.
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El diagnóstico se realiza en el consultorio utilizando el índice de masa corporal, que resulta de dividir el peso por la estatura al cuadrado de la persona en cuestión. El valor normal del cociente está entre 20 y 25, considerándose con sobrepeso a los individuos que se ubican entre 25 y 30, y obesos a quienes superen ese valor. Este índice tiene algunas limitaciones, sobre todo en personas que tienen alto desarrollo de masa muscular, pero es ampliamente aceptado por las distintas sociedades médicas al momento de evaluar la corpulencia y diagnosticar la patología.
El problema del exceso de peso radica no sólo en las comorbilidades que trae aparejadas. La incidencia de diabetes, dislipemias (alteración del colesterol y triglicéridos), hipertensión arterial y trastornos del sueño, aumenta exponencialmente en los pacientes obesos. Pero la obesidad es de por sí una enfermedad crónica porque se extiende en el tiempo, e inflamatoria, dado que una gran cantidad de hormonas vinculadas al estrés y mediadores de la inflamación se mantienen elevados en forma constante.
Los conceptos expuestos hacen definir a la obesidad actualmente como una enfermedad y no como una condición. La exposición crónica a mediadores inflamatorios, y la asociación con una o más de las comorbilidades asociadas incrementa notablemente el riesgo cardiovascular, y la mortalidad. La obesidad reduce la expectativa de vida. Es cierto que hay ciertos tipos de obesidad no activas metabólicamente, que no representan esta amenaza, pero sin dudas la calidad de vida por dificultades en la movilidad, o por dolores provocados por la artrosis, sí va a estar indefectiblemente afectada.
¿Por qué se desarrolla esta pandemia? La evolución de la especie humana, por miles de años, se vio caracterizada por la dificultad del hombre para conseguir su alimento. Debía caminar muchos kilómetros cada día para conseguir los nutrientes que le ofrecía la naturaleza. Hoy hay una sobreabundancia de alimentos al alcance de la mano, prácticamente sin movernos. En las últimas décadas la industria ofrece comidas ultraprocesadas que son un claro ingrediente para el problema, y el márketing comercial aporta lo suyo en el noble afán de mejorar sus ventas. Agrandar el combo en las hamburgueserías por poco costo, el tamaño de las gaseosas, el balde de pochoclo y ya no el pequeño conito de antaño, son todas cosas cotidianas. Y si el humano primitivo era un gran caminador, el actual tiende a ser lo contrario. El control remoto, los dispositivos para comunicación y/o juego, el auto, etc, conducen a un creciente sedentarismo.
La medicina ha intentado desde siempre dar respuesta al problema, pero los fracasos se repiten: las cifras van en aumento. Las dietas han estado y están a la orden del día. Mediterránea, de la luna, cetogénica, de muy bajas calorías, balanceada… y la lista sigue.
¿Quién no conoce a alguien que se entusiamó con alguna de esas variedades, le fue bien, bajó de peso, pero recuperó sus kilos?
El hombre es un ser deseante, desea recreación, placeres de todo tipo, entre ellos el que ofrecen las comidas y bebidas. ¿Alguien quiere negarse a ese placer? Improbable. Nuestro cerebro tiene áreas llamadas de la recompensa que frecuentemente se ven alteradas y “piden” más y más, y prevalecen sobre otras áreas que le dicen "no". Así como podemos hacernos adictos al tabaco, alcohol u otras drogas, con la comida pasa algo semejante.
La buena noticia de la ciencia es el avance en tratamientos farmacológicos que trabajan directamente sobre los mecanismos cerebrales (y también gastrointestinales) del apetito, de la saciedad y de la recompensa. Actualmente tenemos disponibles en el país tres diferentes tratamientos aprobados por la ANMAT para la obesidad, que no sólo han demostrado su eficacia sino también su seguridad, y en otros lugares del mundo hay alguna otra que seguramente llegará a Argentina. Estos fármacos son diferentes en sus características, por ello la indicación es individualizada. Junto con un plan alimentario saludable, y un esquema de actividad física adecuado, la ciencia médica está encontrando una respuesta a un problema acuciante.