Sin margen para tapar más basura
Mientras el jefe comunal se entretiene en la compleja coyuntura política y económica y se prepara para encarar el desafío de ser el intendente del bicentenario de la ciudad, aguardando sumar el salame más largo del mundo, hay un tema sensible y cada vez más recurrente sobre lo que la gestión no ha dado muestras de estar a la altura de las circunstancias.
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Se trata de uno de los pilares con el que se construye lo que se conoce como calidad de vida que, hasta aquí, Tandil supo vanagloriarse y ostentar con una gestión que se encargó de acompañar el vertiginoso como prepotente y desordenado progreso privado con el recupero de espacios públicos y su respectivo “hermoseo”.
Pero la demanda ciudadana va por más y alude al cuidado del medio ambiente por el cual, empujado por las aquellas circunstancias, el lunghismo se vio forzado a realizar algunos ensayos y anuncios sobre obras hasta aquí poco avanzadas.
Casi sin sonrojarse, desde la cada vez más poblada área de prensa comunal se transcriben gacetillas de movidas de agrupaciones vecinales, estudiantiles, que se hacen cargo del cuidado ambiental y realizan separación en origen y limpieza en los paseos públicos. La comuna, entonces, parece alcanzarle con difundir lo que otros propician y dicen acompañar.
De hecho, se apropiaron de la iniciativa del barrio Graduados, para lo cual tras ningunearlos le llevaron un camión de poca monta para recopilar lo que los propios vecinos motorizaron con conciencia ambiental.
Principalmente sobre el manejo de los residuos, el Municipio se limitó a responder con la instalación de los llamados Puntos Limpios, que recibieron una buena acogida de la vecindad, pero que no alcanza.
La problemática es cada vez es más densa y compleja, con el aditamento que el relleno sanitario por el cual el lunghismo ensayó un contrato (cuestionado por la oposición) a través de Usicom y la firma Clear está a punto de colapsar. No queda
margen para seguir enterrando bajo tierra la basura y el Municipio y su sociedad de economía mixta y poco popular, la Usina, poco han concretado en pos de avanzar en soluciones concretas.
El anuncio
Funcionarios de ayer y de hoy (más o menos los mismos), algunos manteniendo sus cargos, otros sentados en sus bancas y otros en nuevos roles, en el julio de 2015 anunciaron lo que hasta aquí poco se sabe y su ejército de comunicadores internos y externos poco ha publicitado. Tal vez porque no hay nada que informar ante la inacción.
A más precisiones, el intendente Miguel Angel Lunghi y su presidente de la Usina Matías Civale, firmaron por esos días el contrato con lo que se anunciaba que a partir de allí una Unión Transitoria de Empresas (UTE) con mayoría de Usicom SA administrará el relleno sanitario (dicha figura ganaría en otra controversia política acerca de sugestivas omisiones en una relación contractual con adendas de por medio que nunca se aclararon).
A propósito de dicha “alianza estratégica” nunca se blanqueó cuáles fueron las modificaciones de un contrato al menos vidrioso, acogiéndose a la figura legal de que se trataba de una sociedad anónima y entonces no había obligación de informar a los ediles. Creer o reventar, los argumentos en cuestión no solo venían del sector privado de la Cámara, también lo hacía el representante de las acciones públicas, incluso con más ahínco empresario que de funcionario.
Retomando aquella presentación, se detallaba que en 180 días se presentaría un proyecto para la compactación de los residuos domiciliarios a ejecutarse en un plazo de 12 a 18 meses y posteriormente, en otro período similar, el objetivo era separar los desechos en destino.
La crónica sobre la ostentosa conferencia ofrecida por el intendente de siempre -Miguel Lunghi-, el jefe de Gabinete, el secretario de Obras Públicas de aquellos tiempos, Marcos Nicolini y Mario Civalleri, respectivamente, además de las autoridades públicas y privadas de la Usina (Matías Civale, Sebastián Alewaerts y el gerente de Usicom Manuel Díaz Delfino), explicaban que Usicom había destinado seis meses a elaborar una propuesta que el Municipio estudió durante otro semestre y ambos avanzaron a través del diálogo para plasmar los lineamientos en el contrato que ahora entraba en vigencia (julio de 2015, por si hace falta refrendar).
Fue el ahora concejal Mario Civalleri quien aclaraba, tal vez anticipándose a lo que ahora se iba a escribir, que entre las ventajas del contrato en cuestión la comuna podía establecer cuáles son los momentos oportunos para realizar las inversiones importantes “habida cuenta de que la mejora en la calidad ambiental trae costos asociados que obviamente se descargan sobre el bolsillo de los contribuyentes, de todos los tandilenses”.
Añadía, no caprichosamente, que el Municipio tendría una enorme vinculación en todos los tramos, ya sea en la evaluación de los costos como en la toma de decisiones de inversión para hacerlo cuando la oportunidad “lo justifique y amerite”.
Pues bien, pasaron cinco años y difícilmente en la realidad económica que se transita exista un halo de expectativa en que se esté midiendo por estos días que la inversión es oportuna y justificable.
De hecho, especialistas en la materia coinciden en que la compactación ya no sería lo más conveniente. Que los distritos que avanzan saludablemente en la materia aluden directamente a la separación en origen y el reciclado, para lo cual, vale aclarar, también se requeriría igualmente adquirir nuevas tierras (cada vez más onerosas en la ciudad soñada) para continuar a otra escala con el relleno sanitario.
Para finalizar, Civalleri expuso en aquella conferencia que el objetivo central del acuerdo era obtener una mejora en la calidad ambiental y que, como ocurre en otros rubros, Tandil sea valorada por las políticas públicas que se llevan a cabo…
Cinco años pasaron y ante la prepotencia de los nulos acontecimientos e inacciones en la materia, difícilmente la ciudad sea valorada por las políticas públicas en este aspecto central que hace a las comunidades modernas, su calidad de vida.