¿Quo Vadis, radicalismo?
Las democracias liberales deben tener instituciones fuertes y partidos políticos organizados. La última elección presidencial marcó la existencia de un bipartidismo de alianzas. La suma de votos del Frente de Todos más Juntos por el Cambio es el 90% de la decisión ciudadana. La otra alianza sumó el 6% de los votos, amalgamándose hoy en la alianza gobernante.
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El éxito eleccionario y de la gestión que pueda lograr un frente o alianza se realizará con partidos políticos estructuralmente sólidos. Para fortalecer a Juntos por el Cambio, la U.C.R. deberá fortalecerse como partido político. No podrá seguir aferrado a la añoranza del pasado en la creencia que la puede proyectar al futuro. Esto no significa olvidar el cimiento ideario de Yrigoyen, Alvear, Frondizi e Illia. Tampoco olvidar el aporte de Alfonsin a la construcción democrática argentina. Con todo este bagaje se debe imaginar el futuro, con un accionar político que sea diferente al actuado por los prohombres que ilustran la historia radical. Por supuesto, manteniendo la ética y moral que nuestra sociedad demanda.
Con todos estos valores, cabe preguntarse por qué el ciudadano común no ve a la U.C.R. como una alternativa para que surja algún nombre para gobernar.
La problemática está en el exceso de ideologización alfonsinista, como un cuasi fundamentalismo que no nos permite ahondar en el debate de otra posición política. Y atención, que admiro a Alfonsín por cambiar la historia radical al ganarle al peronismo en elecciones libres sin proscripciones. Puedo asegurar mi respeto por el primer presidente de la democracia recuperada, estuve en el Obelisco triunfador de 1983 y también fui a recibirlo a Chascomús en compañía del dirigente Juan Loustau, a minutos de haberle entregado la banda presidencial a Carlos Menem. Fuimos pocos los que estuvimos con ese devaluado y envejecido Alfonsín en su ciudad natal.
Realizo una autocrítica como militante al no actuar ante la demasía carismática y liderazgo de Raúl Alfonsín, creyendo que todo lo podía solucionar su magia. Allí es donde abandonamos uno de los estandartes del radicalismo, estar en contra de lo que denominamos el “Unicato”. Era un principio que defendíamos para no otorgar a una sola persona demasiado poder. Pero con la creencia que Raúl todo lo podía, dejamos en sus manos la Presidencia de la República y la Presidencia del Partido. Y allí perdimos la herramienta para corregir errores que toda gestión puede cometer, al no contar con un partido fuerte que pueda visualizar alternativas de políticas de gobierno. Nuestro sistema democrático presidencialista da demasiado facultades a los titulares de los Poderes Ejecutivos como para adicionarle concentración de poder. No somos una democracia parlamentaria donde prevalezca la pluralidad de opiniones
Raúl Alfonsín era un hombre de firmes convicciones. Con todo el poder partidario y de gobierno en sus manos nos posicionó hacia una sola de las vertientes ideológicas que contaba el partido. En 1996 la UCR pasó a ser miembro pleno de la Internacional Socialista, avalando la ideología de centro izquierda, transformándonos en un partido de la social democracia. En la UCR existieron y existen corrientes liberales. Un claro ejemplo es nuestra vocación a la defensa del laicismo. El líder junto a hombres de valía que profesan esa ideología, aglutinados en su mayoría en la Junta Coordinadora Nacional, minimizaron el debate de ideas liberales, que tuvieron Alem, Alvear y el Bloque de los 44. El hecho de estar el platillo de la balanza ideológica volcada hacia un solo lado, no nos permitió desde la dirección del Comité Nacional defender con ideas y convicción el Gobierno de la “Alianza” y ser actores de reparto en Cambiemos, donde solo parecería que nuestra intención era ocupar cargos y no profundizar con ideas los cambios que eran y son necesarios generar en el Estado.
Poniendo en un mismo nivel del pedestal a los grandes apellidos de la UCR, abriendo el debate de la cosa pública, encontraremos el camino de los radicales por la libertad. Esto no implica que se descarte la idea social demócrata; implica que no dejemos de valorar las ideas liberales. ¿Por qué?. Porque en la idea del bipartidismo de alianzas, la actual y gobernante, ya ocupó el espacio de centro izquierda con el populismo y la doctrina de la iglesia que es la ideología más de derecha y conservadora. Esto implica que no debemos convencer al pueblo masificado, sino apuntar al hombre ciudadano, que se expresa libremente y que no está asociado a ningún partido político. Que cambia libremente su voto en cada elección y define las mismas.
Creo que los que se denominan progresistas son quienes se refieren de manera negativa a las políticas liberales mal definidas como “neoliberales”. Deberían definirse como “neo conservadoras”. También creo que a los populismos de derecha o de izquierda perfectamente los podríamos definir como “neo fascismo”. Y creo que no se puede ser liberal en lo político y dirigista en lo económico. Se es liberal en todos los aspectos sociales, para garantizar las democracias liberales de occidente. Si en el seno de la UCR se pueden debatir estas creencias, sabríamos, querríamos y podríamos ser dirigentes para cambiar la Argentina.