OPINIÓN
Mal olor
Voté a Massa con la nariz tapada. Voté por descarte entendiendo que no debía ser neutral y que el voto a Milei y sus consecuencias podía dañar a muchas personas.
No me sorprendió la derrota pero mi imaginación se disparó buscando analogías que pudieran explicar el devenir. Y aparecieron las estructuras del cuento circular o se manifestó seguidamente Sísifo con su carga y me preocupé, no por el rey que ofendió a los dioses en Corinto remontando su piedra, no, me inquieté por el presente y los días que siguen.
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Las preguntas recurrentes que rondan por estos días son: ¿Quién ganó?
¿El ganador, es el vencedor en esta contienda? ¿La historia se equivocó nuevamente?
¿El pueblo fue sabio? ¿La gente eligió la mejor opción para sacar al país adelante? ¿Somos ciudadanos que actuamos por espasmos autodestructivos?
¿Elegimos por convicción o por odio?
Y surgen más preguntas. ¿Puede el explotado votar en contra de sus intereses?, ¿Puede elegir ser perjudicado aún más en su bienestar? Si, claro y no es la primera vez.
Claro que sí y sabemos también que la abundancia comunicacional diseñada bajo una arquitectura precisa fue harto efectiva: Construyeron desde hace años “sentido de odio”.
Resultó suficiente cuestionar la inestabilidad económica cierta y temporaria y la presunta corrupción de la política para perfumar al votante hastiado con la efectiva letanía gorila.
Echando una mirada por el “alma” humana sabemos que algunos se inspiran en el budismo para despegarse de su propio ego y alcanzar la felicidad y otros, en cambio, pretenden alcanzar la felicidad comprándose la RAM más opulenta y así agigantar su ego. Entre esos parámetros habita la humanidad y en particular, los argentinos y esta vez las pretensiones del votante emigró en mayoría a la segunda opción.
Cara o cruz fueron las opciones y la grieta se rajó aún más para quedarse.
La racionalidad me sugería que la victoria del tigrense podría frenar la disparatada propuesta del Señor de la Patillas (no riojano) que accederá al sillón del “padre de la enfiteusis” el próximo día diez de diciembre.
Les recuerdo a los olvidadizos argentinos (remarco interés en la palabra olvidadizos ya que somos de memoria frágil) que la “Ley de Enfiteusis” es la madre, padre, cópula y alumbramiento de una de las mayores desgracias de la historia argentina.
Con esta decisión, Don Bernardino (El primero en apoyar su tafanario en el mueble argentino más famoso) habilitó allá por el 1826 la gestación de los poderes económicos más rancios en nuestra naciente Argentina.
Los dobles apellidos poseyeron la gratuita y fértil tierra mediterráneo-pampeana haciendo opulentos sus bolsillos y desenfrenado el poder, que hoy padecemos. Son la verdadera y única CASTA y nadie entendió mejor que Eva esta tropelía.
Ni el mismísimo Perón , ni los troskos, ni los gorilas socialistas.
Ella, solo ella lo entendió tan acertadamente mas no le alcanzaron los años y el “viva el cáncer”, escrito en las paredes por aquellos, duró hasta hoy.
Quien fue elegido el pasado domingo 19 de noviembre por las mayorías vengativas y olvidadizas nos quitará derechos porque así fue prometido.
Pero algo huele mal a escasos días del escrutinio.
El ex presidente más cercano en el tiempo y socio forzado del ganador azuza y arenga a los jóvenes libertarios para que “combatan” en las calles a quienes resistan, amenazando con un baño de sangre represivo y me pregunto: ¿Quienes vamos a resistir?
Pocos. ¿Los cascoteados y memoriosos de siempre? ¿Seremos desaparecidos? ¿Torturados? ¿Asesinados? ¿Arrojados al mar?
¿Quienes?, ¿Como?, ¿Pronto?
¿El plan que nos tienen preparado es violento y será nuevamente aceptado por la ciudadanía cómplice y distraída?
Es recurrente en mí la visión de aquella animación de la secuencia “Good Bye Blue Sky” de Pink Floyd al ver como la sangre víctima y mansa se escurre por una alcantarilla hedionda.
Esta vez estamos siendo avisados, somos advertidos que cualquier resistencia tendrá un mal final.
Hoy, a escasas horas del balotaje se percibe una tendencia vecinal de cambio de trato.
Es extraño olfatear un posicionamiento diferente del público votante ganador ante los ciudadanos derrotados de forma catastrófica.
De apariencia folclóricos, los comentarios son burlones y las “cargadas” propias de la idiosincrasia futbolera, hoy tienen otro cariz. Lo huelo. Lo intuyo. Detengo la respiración para poder discernir eso que flota en el aire y no es un aroma agradable.
Aparece esa brisa de venganza fogoneada durante años por medios y animadores pagos que escondieron la mano estos días anunciando su simpatía tibia y tardía por el candidato oficialista.
Me preocupa que esa sensación omnipresente solo necesite un imperceptible ariete para detonar el desastre.
Los dichos recientes del ex presidente tienen otro valor, suenan a arenga, a provocación.
Auguran represión, soslayando la palabra muerte y otra vez no podremos defendernos.
Las calles serán de ellos y las penas, nuevamente de nosotros.
Me temo que las masas hayan empoderado a un ganador provisorio mientras, agazapada, la vicepresidenta electa se pavonea orgullosa de su complicidad pasada.
Jóvenes y evangelistas, hartos y motoqueros, y pseudo-anarquistas con i phones fueron persuadidos y la cuenta a pagar será añeja.
No alcanzó con contarles la historia. Desde la pantalla la banalizaron y negaron y hoy se atreven a refundar un país sin pasado para perpetrar el mismo desastre.
Lo recuerdo, fue ayer nomás.
El olor de la carne quemada y los hogares incompletos. Pañuelos, marchas y penas no fueron suficientes.
Los medios moldearon esta venganza y parece que al país de los “argentinos de bien” no estamos siendo invitados.