OPINIÓN
Los efectos de las tecnologías digitales en niños y jóvenes
Un análisis de Ángel Orbea sobre las ludopatías y su origen, el uso del celular.
Por Lic. Ángel Orbea (*)
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Como ciudadano -en primer lugar- y como profesional de la Salud Mental y presidente del Colegio de Psicólogos, celebro la sanción en Diputados del proyecto que regulará las apuestas y todo lo que hace a su difusión, publicidad y marketing. Y también reprocho a quienes desde la impostura cómoda o interesada no le brindaron su aprobación. Esta falta es gravísima y expone una fatal ceguera para con los jóvenes, mostrando una integración directa entre política e intereses por el gran negocio del juego por dinero. Queda claro que con esta sanción a favor de una regulación se está dando un paso fundamental en una jungla de desregulaciones de todo tipo que también alcanza a la Salud Pública.
Al respecto, conviene hacer ciertas aclaraciones que tienen como protagonistas a niños, adolescentes y las tecnologías digitales, básicamente el celular. El emergente que disparó tal deriva reguladora -que tiene al convecino diputado Rogelio Iparraguirre como uno de los mentores responsables- toma como núcleo la creciente epidemia de ciberapuestas por parte de niños y menores. Pero tal situación viene de más atrás, es mucho más profunda y por lo tanto también hay que hacer algo porque está trastocando la genealogía familiar y formateando una nueva forma de ciudadanía, que algunos especialistas llaman “sentada”.
En una época ya capturada por la globalización, en la que las empresas desarrolladoras conocidas con el acrónimo GAFAN -Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft- y otras de menor envergadura obtienen las mayores ganancias conocidas, optan por sostener que los alumnos de primario y secundario “ya poseen una capacidad virtual adquirida”. El tema es cuál es la génesis de esta capacidad y hacia dónde lleva a los pibes. En verdad, la génesis de esta supuesta capacidad adquirida de los pibes comienza a los 3 años, se instala a los 8 y se consolida a los 12.
Con el celular en la mano de los pibes y pibas hacen un verdadero implante en sus vidas, quedando inmersos en esa condición que determinará gran parte de su crecimiento y formación en todos los aspectos. A este proceso de inmersión se le llama “digitalización de la vida” y se lo considera un nuevo determinante psicosocial autoevidente. Se terminan los cuentos para dormir, los viajes se vuelven entretenidos por Tik Tok y el contrabando será la norma para su uso.
Una vez que el niño tiene su celular, comenzará a probarse como niño amo desafiante y a desestimar cualquier tipo de frustración. El simple desplazamiento de sus yemas sobre la pantalla lo pondrá frente a una satisfacción e irá tomando diversas formas, pero siempre por más y mayor satisfacción digital.
Este empuje es simultáneo a la multioferta de tecnologías, siempre al alcance de la mano. La escuela, la casa, la cama, el baño, la calle, el colectivo, la noche y el día: no habrá lugar que no esté recubierto por el celular en la vida del niño y luego del adolescente. Esto se verifica en que para sostenerse como digitalizado el niño y posteriormente el púber-adolescente pierde el interés por el deporte, las salidas, la televisión, los bailes, remitiendo a un estado adictivo compulsivo muchas veces invisibilizado, que tiene como centro un ocio intelectual, cognitivo y físico.
El daño -señalo sólo algunos- se da cuando, por la introducción de la tecnología digital, el joven se encierra a la manera de una burbuja en la satisfacción autoerótica que ofrece la pantalla y no pasa por la novela familiar, deponiendo su socialización, entrando en un estado de indiferenciación por el que llega a perder hasta el saludo. Para él se abre un mundo sin límites y sin gestos, pero con miles de rostros y sonidos que divierten pero que pasan sin dejar marca. Esto ya es una verdadera dependencia que se verifica por ciertos trastornos de la visión, el aspecto, la vestimenta y ciertos síntomas como estados paroxísticos, ataraxia mental y aprosexia. Son episodios devenidos –muchas veces desconocidos o no reconocidos- del uso de la pantalla con su poder multiplicador de sentidos pixelados a la manera de un estadio del espejo que redobla lo virtual alienante. Si bien en algunos casos la deriva digital puede determinar alguna forma de solución, ésta será por identificación a las ofertas tecnológicas.
En todo este proceso hay también algunas ventajas en cuanto a lo que hace a la comunicación y acercamientos virtuales mediados por la satisfacción y también por la tensión, por cuanto el adolescente muchas veces está en tremenda soledad frente a la pantalla que lo amenaza y lo persigue, a través de sus propios amigos o compañeros.
Otro hecho sumamente dañino que motiva consultas a psiquiatras y neurólogos se da cuando por la dependencia al celular el joven se entrega a un autoerotismo que tiene como reverso estados ansiógenos que le impiden la normal erotización necesaria para el pasaje adolescente y la elección sexual En el mejor de los casos, lo erógeno coincide con ansiógeno, entonces la salida es el actig adolescente en sus varias ramificaciones, pero siempre determinado por la mirada omnímoda de un ojo acéfalo pixelado y sin voz.
Este fenómeno incontrolable cuenta también con el apoyo del sistema educativo y las simpatías de la opinión pública, por eso los gobernantes no se involucran con medidas directas: sólo captan lo que genera problemas como las apuestas online por dinero.
La digitalización de la vida de los pibes tiene de cotidiano nuevos efectores, por caso la billetera digital que responde a la bancarización digital hoy casi obligatoria, que es lo que instala la infantil posibilidad de apostar. De lo anterior se deduce que de ninguna manera puede sostenerse que hay “adolescentes ludópatas” sino que la apuesta por dinero les da entrada a los pibes al manejo de una economía en la que están ausentes.
Lo digital no es presencial y la presencia es algo del orden de lo real, no es imaginario ni siquiera simbólico, pero el mundo digital es a distancia, es a través de los pixeles, es infinito. El llamado por el especialista francés Eric Sadin “integrismo digital” que tanto afecta a los pibes, hoy produce acercamientos respecto de la información y por lo tanto también es útil en muchos aspectos.
También lo digital para la infancia y la adolescencia tiene la propiedad de alterar dos de los aspectos del lenguaje humano descubiertos por el lingüista ruso Román Jakobson: la metáfora y la metonimia. Si la primera es una sustitución que da lugar a la comprensión y el entendimiento, la metonimia es operativa por cuanto se trata del encadenamiento de palabras a palabra, que por la digitalización puede llegar a producir en los pibes episodios de mutismo o su reverso: la entrada en la elación maniaca. En el primer caso se trata de un aislamiento, en el otro de un posible encuentro real.
En este punto como psicoanalista hay que dejarse ganar por el detalle clínico por cuanto estos fenómenos sintomáticos son episódicos, pero pueden girar a una patologización del joven. Cualquier docente hoy lo podrá verificar, los jóvenes escolarcas ganados por la digitalización hoy hablan metonímicamente, por eso les cuesta comenzar y no saben cómo parar de hablar. Su lenguaje es más del orden de lo expresivo ideático, adecuado al tuit, o WhatsApp, con rasgos de ingeniosidad, pero no de poesía e incluso de prosa: el sentido los abruma y el sinsentido también. Pero la peor consecuencia de la digitalización de la vida de pibas y pibes es la descorporalizacion que consiste en que con el celular en la mano obtienen grandes cosas para ellos sin el menor esfuerzo, y desde un mismo lugar con un solo movimiento de los dedos. El mejor ejemplo al respecto son las apuestas online, que les permiten jugar el dinero que ellos no ganan. Esto explica también el lacónico “me da pa…” como respuesta a algo que se le solicita.
Lo expuesto hasta aquí es algo autoevidente: cualquier padre, docente, o mayor lo podrá comprobar. Se da de una manera silenciosa, encubierta a la mirada de los otros, siempre cómplices y aun satisfechos por el gran manejo de la tecnología de los pibes hoy. Y lo que es aun más problemático: se introduce tecnología digital en las escuelas secundarias y primarias como algo sumamente ventajoso. También esto es verdadero y falso a la vez. Respecto al aprendizaje de un contenido con formato digital placentero, esto último anula lo cognitivo y el pibe se queda con el placer antes que con lo aprendido. De allí que hoy los docentes se encuentren con que sus alumnos apenas si saben calcular o escribir. Pero los desarrolladores persisten con nuevas ofertas y convites sobre el sistema educativo, ignorando lo antes expuesto. Quizás se llegue a la paradoja global de que para explicar el fenómeno de digitalización de los pibes se lo haga a través de lo digital. Es que lo digital, sumado a la IA es presentada como lo más “ventajoso y eficiente” para un mundo en desorden.
No conviene precipitarse en cerrados rechazos frente a las tecnologías digitales, pues estas han hecho avanzar al mundo de manera nunca antes visto. Sólo conviene analizar algunos efectos en la infancia, la educación básica y la adolescencia, que es donde se centra este análisis, que como profesionales comprometidos con la Salud Mental de los jóvenes venimos trabajando en el marco del Consejo Superior del Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires, como un nuevo determinante psicosocial de la vida.
(*) Psicoanalista, presidente del Colegio de Psicólogos del Distrito VIII