Opinión
Les domadores domades
La domadora de serpientes llega al set de televisión amigo. La cámara la sigue a su paso mientras que, eufórico y en un momento cuasi orgásmico, el notero que cubría la previa de su arribo la saluda tres veces con alta dosis de cholulismo sin conseguir más que un: “Hola, hace tiempo no venía a la tele”. El crush de Tinder que no fue.
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En medio de un circo que está lejos de poder ser catalogado como periodístico, Cristina se sentaría en minutos mano a mano con Pablo Duggan. Ese periodista “odioso”, como le dijo ella, que hace algunos años vinculaba a la vicepresidenta con José López, el de los bolsos en el convento, repitiendo en todos los canales: “Las empresas contratistas sabían que las coimas las pedía Cristina Kirchner”.
“Esta es tu casa”, le dijo Duggan a Cristina mientras oficiaba de anfitrión en el canal cuyos dueños le debían a la AFIP millonarias sumas de dinero por no pagar las cargas sociales de sus empleados ¿No es bastante paradójica esa relación con el poder mediático para un espacio político que se rasga las vestiduras al defender “la justicia social del movimiento trabajador”?
En “Duro de Domar” los domadores se quedaron domados. En ese programa que llegó al éxito cuando parodiaba la actualidad en épocas de Roberto Pettinato, los panelistas hablaron una vez que terminó la performance de la vicepresidenta y se dedicaron a elogiar las preguntas amistosas de Duggan. Otro domado.
Después de un elogio directo a Sergio Massa y un mensaje camuflado de condicionamiento para quien reclame reemplazar a Alberto - “resulta imprescindible la construcción de un programa de gobierno para el sistema democrático” -, sin piedad, Cristina destruyó al presidente en el canal de su núcleo duro. Alberto llegó gracias a ella y se va por ella, que, como más de un político, también está “domada” pero por la “frustración” de la calle.
“Tenemos que entender por qué hay un tercio (…) ¿Qué era volver mejores? Continuar lo bueno que hicimos hasta el 2015 (…) Ganar la elección depende de que volvamos a enamorar a la sociedad”, se confesó Cristina que ya no piensa en las elecciones sino en qué poder tendrá el día después.
Otros que se pasean en plan de domadores de leones son los sindicalistas. Más precisamente los que integran la cúpula de la CGT que, el jueves pasado, sacó un comunicado en rechazo a las propuestas de candidatos opositores que pretenden reformar las leyes laborales.
“Colisionan de manera frontal con nuestra férrea determinación de defender el trabajo como valor social esencial para el desarrollo”, alertaron. Es inevitable preguntarle a la CGT cuál es esa “férrea determinación” de la que hablan, si se pasaron cuatro años hibernando como osos pardos y no le hicieron ni un paro al gobierno que más destruyó el salario de los trabajadores desde la vuelta de la democracia.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Argentina el 45% de los trabajadores son informales (más de ocho millones de personas están ocupadas, pero en condiciones de vulnerabilidad), y según el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) el 50% de los puestos de trabajo creados en los últimos 20 años es empleo precario y empleo público. Los esbirros del PJ ni siquiera tuvieron el coraje de movilizarse contra la inflación y la crisis económica del gobierno que avalan. Ellos también están domados y a la espera de que Cristina elija a su candidato.