Opinión
La triste y penosa estrategia de festejar la derrota
El Presidente sigue en Marte. El oficialismo sacó dos millones de votos menos que en 2019 a nivel país, perdió la provincia de Bueno Aires, no pudo dar vuelta bastiones históricos del PJ como La Pampa o San Luis y, sin embargo, Fernández organizó una marcha en apoyo al gobierno por un gran triunfo.
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Horas antes de estar junto con su militancia, Fernández emitió un anuncio en el que estaba derrotado. Hasta convocó al diálogo a la oposición, igual que hizo Néstor Kirchner en 2009, cuando perdió con De Narváez. Luego de esa elección, por ahí el acontecimiento que más se parece a esta votación para el peronismo, la mesa de conversación con la oposición duró una semana. Esta nueva convocatoria no sólo no empezó sino que todavía no reconoció la derrota.
La estrategia de Fernández fue una estrategia errada. Mostrarse sonriente y eufórico como marcan algunos manuales de comunicación y marketing política no va a hacer que sumen más votos de los que tuvo. Mucho menos allanar el camino hacia un acuerdo, si de verdad es lo que busca el oficialismo para renegociar la deuda con el FMI.
El peronismo sigue teniendo un desempeño electoral inverso al de Juntos por el Cambio. En términos de nivel socio económico, el PJ, cuanto más bajo es el target más votos consigue. Esta es una condición sostenida en el tiempo, aunque con caudales diferenciales.
Como dice un estudio de Luis Costa & Asociados, si bien la caída de votos en relación a 2019 es absolutamente contundente, no debe confundirse la referencia de un valor total con la composición interna de ese valor. Una baja en el acumulado de votos puede significar tanto un cambio interno, como un descenso parejo en todos sus componentes. Tal cual como ocurrió el 12 de septiembre pasado, en la generales la caída del peronismo es sistemática y pareja a lo largo de la estructura social. Baja el voto, pero no se altera la distribución interna. ¿A dónde fueron esos votos?
Una respuesta posible puede estar en la bajísima participación, aunque también esto expresa una impugnación a la clase política en general. Nunca hubo, desde la vuelta de la democracia en el 83, una abstención tan alta en una elección general. ¿Es posible que aquel descontento con el peronismo elija no ir a votar antes de acompañar a otras opciones? Aunque los partidos pueden atravesar diversas crisis hay pocas chances de que eso se fugue a un partido rival. Ahí es donde crecen los extremos por fuera del sistema.
El plan platita sirvió para recuperar terreno en suelo bonaerense pero no alcanzó. El Gobierno perdió la mayoría en el Senado (un retroceso que el peronismo nunca experimentó desde 1983), y está peleando en el recuento definitivo la primera minoría en Diputados. En un Congreso más complicado para la gobernabilidad el peronismo se ve obligado a demostrar una flexibilidad política, impropia de un movimiento que no le gusta compartir el poder.
Luego de una elección en la que perdieron Alberto y Cristina, el kirchnerismo sigue insultando a Macri, que tiene la mejor imagen desde que terminó su mandata. Es el resultado del accionar de un gobierno con pésima valoración entre votantes.
La máxima de Victoria Tolosa Paz, “a nosotros nos tocó perder ganando, ellos pueden haber ganado perdiendo”, resume la nueva forma de gobierno del Frente de Todos: inventar victorias. Ya no quieren engañar a la gente sino a ellos mismos que sacaron a nivel nacional al menos un 9% menos de votos. Mientras tanto, Goebbels aplaude.