Opinión
La sexualidad como campo de batalla
Sexualidad o sexualización, esa es la cuestión
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Estos días se vio muy convulsionada la política a nivel nacional y también local por la iniciativa del gobierno provincial y el correspondiente repudio de otros sectores, a incluir entre las bibliografías, una serie de libros donde se aborda la sexualidad de una manera ya no biológica o anatómica, sino política.
Esto se hace evidente, primero porque en la discusión nunca estuvo presente el foco de esta acción y su relación con el beneficio sanitario buscado. ¿Se supone que porque la descripción del acto sexual sea más explícita y ultrajante, se van a reducir los abusos intrafamiliares? Cuesta demasiado entender el planteo de Sileoni.
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Segundo, las políticas sanitarias del kirchnerismo no han sido muy acertadas. Al pésimo manejo de la pandemia y el posterior reconocimiento por parte de Guzmán de que se hizo un uso político de la misma, se le suma por ejemplo la ley N° 23.798 donde el Ministerio de Salud llamó a licitación para la compra de diez mil penes de madera para asegurar una amplia disponibilidad de materiales de promoción cuya finalidad sea concientizar y evitar la propagación de enfermedades de transmisión sexual tales como el VIH y otras ITS.
Algo que claramente no ocurrió, ya que el mismo Ministerio de Salud de la Nación relevó cifras desde 2018 y registró un récord de casos en 2023. La tendencia se mantiene este año. El grupo más afectado son los jóvenes entre 15 y 34 años, contabilizando un incremento de un 40% de la sífilis y otras enfermedades de transmisión sexual.
Todo sexo es político
Además, política fue también la defensa del gobernador Kicillof al mostrarse en sus redes sociales en una postura relejada de domingo, leyendo "casualmente" estos libros cuestionados, con todas las portadas y sus títulos orientados cuidadosamente hacia la cámara.
Está claro que lo que en realidad se buscaba era un impacto político, un hecho que polarice y sensibilice a ese núcleo duro "progresista" a favor de la imagen de un Kicillof que venía bastante golpeado por el ascenso de Cristina en las últimas semanas, mostrándolo como garante y continuador de esas políticas a las cuales CFK ya les corrió el cuerpo allá por agosto de este año, cuando dijo de manera contundente: "No soy feminista".
La relación entre sexualidad y política se remonta a los registros más antiguos de la civilización, donde diversas formas de organización social y gobernanza comenzaron a influir en la vida sexual de las personas. En civilizaciones como Mesopotamia, el antiguo Egipto, y algunos aspectos del Imperio Romano, la sexualidad se vinculaba a la política, reflejando las jerarquías sociales y los índices de libertad.
El poder político siempre intentó regular a través de distintos mecanismos los hábitos sexuales de la población, ya que puede controlar así el crecimiento demográfico, influir en la moralidad pública y ejercer control social. Sociedades más sexualizadas tienden a ser más individualistas que las que en el otro extremo solo ven el sexo como fin reproductivo. Por lo tanto, no es igual la dependencia con el Estado de un individuo hipersexualizado y aislado que aquel que es contenido en un núcleo familiar.
El poder económico también tiene un interés significativo en el sexo, ya que las normativas y restricciones sobre la sexualidad pueden impactar directamente en los hábitos de compra, impulsando la economía en sectores donde el sexo se convierte en un bien más de consumo.
Cambiar la política o cambiar al hombre para que cambie la política.
George Lakoff, lingüista y científico político norteamericano, postula sobre la influencia de los arquetipos masculino y femenino en la política. Donde la derecha adopta un rol paterno, más autoritario, central y garante de seguridad. Mientras que la izquierda se vuelve maternal, igualitaria, comunicativa y empática.
Estos modelos tienen un fuerte arraigo desde los orígenes ancestrales de las sociedades antiguas, abordadas por la sociobiología, y demuestran que inconscientemente seguimos aferrados al esquema del macho proveedor y la hembra cuidadora de las crías que se unen para formar la institución natural primaria: la familia.
Por esa razón, Lakoff además afirma que para derrotar a la derecha, no alcanza con sumar argumentos y discursos si primero no se cambia el marco conceptual de la discusión. Esto ha generado en los últimos tiempos un nuevo marco en donde se intenta hacer ver "lo masculino" como algo negativo, retrógrado, violento, opresor y típicamente "de derechas". Lo propio ocurre con las mujeres “no empoderadas” a la manera que indica el manual “woke”, que optan por un matrimonio tradicional, que son tachadas de “tradwife”.
Lideres alpha
Esto claramente genera un nuevo marco de discusión que será el que contenga las narrativas políticas de las próximas elecciones. Aun parece haber una brecha entre el apetito de discursos duros, que se enfrenten al avance del “wokismo”, de parte de una gran masa del electorado, respecto del surgimiento de líderes firmes que todavía se muestran cautos y prefieren no salir del closet de la derecha.
Milei, Trump, Xi Jinping, Bukele, Orban y el mismo Putin, manifiestan pronunciadas diferencias en términos políticos, pero con algo en común: la representación arquetípica del protector, combativo e inspirador. Un verdadero Alpha. Valores que no necesariamente tienen que ser encarnados por un candidato masculino, sino que deben estar presentes en el discurso de aquel o aquella que quiera sintonizar con este nuevo electorado que ya no piensa en izquierdas o derechas sino que recurre a la vieja brújula biológica de la política.